María insistió en que entrara ella, el horario de visitas en la UCI era muy restrictivo y solo dejaban pasar a una persona durante una hora.
Amelia entró con miedo, la última vez que estuvo en un hospital sufrió un ataque de pánico y a su lado estaba Luisita, que ahora se encontraba postrada en una cama conectada a numerosos aparatos. La observó desde la distancia, intentando mantener la calma y la respiración, no quería marcharse de su lado, no podía permitir que la angustia del pasado regresara en ese momento, no cuando Luisita estaba en ese estado.
Con paso lento y dubitativo se acercó a la cama, observó el rostro de Luisita, parecía estar tranquila, conteniendo la ansiedad y el llanto, le tomó la mano.
- Estás helada. - Susurró.
Colocó la silla al lado de la cama y se sentó sin soltarla.
- La verdad es que aquí hace un poquito de frío. - Se incorporó y con la mano que tenía libre tapó a Luisita con la sábana.
Volvió a dirigir sus ojos a su rostro, una parte de ella temía mirarla, no quería recordarla dormida, no con esa calma tan próxima a la muerte. Se acercó más a ella, acarició su mejilla y después el perfil de su nariz.
- ¿Te puedo besar? - Le susurró en el oído. Esperó unos segundos creyendo que Luisita podría contestarle de algún modo pero no obtuvo ninguna respuesta.
- Sé que me dirías que sí o me mirarías y pondrías los ojos en blanco porque estás harta de que siempre te pregunte. - Sonrió tímida.
Se sentía un poco absurda hablando sola, pero había leído varios estudios que confirmaban que las personas en coma o sedadas podían escuchar. Quiso creerlo. Se acercó y la besó en la mejilla.
- Ya he conocido a tu hermana Lola. - Regresó a su asiento sin dejar de sostener la mano de Luisita.
- Y me temo que me odia. Ahora me dirás que eso es imposible, que nadie me puede odiar y menos un Gómez, pues siento decirte que sí, que tu hermana me odia, pero a tu sobrino creo que le tengo medio conquistado, por algo mi especialidad son los niños. Sí, tú eres como una niña, por eso nos llevamos tan bien. Vale, mejor que bien. - Sonrío.
Miró el reloj apenas quedaba media hora de visita.
- Me voy a tener que ir en un rato, no me dejan quedarme más, pero sabes que si pudiese me quedaba contigo toda la noche y todo el día. Lo sabes ¿verdad? - Musitó conteniendo las lágrimas.
No quería dejarla sola.
- De todos modos, voy a preguntar a ver si me puedo quedar en el pasillo o si no en la sala de espera. Ya, crees que es una locura y que no hace falta, pero sabes qué pasa que como ha sido todo tan impulsivo no he tenido tiempo de mirar hoteles ni nada así que me voy a tener que quedar a dormir aquí, no contigo, ojalá pudiese. - Se acercó una vez más a su oído. - Me encantaría poder tumbarme contigo y abrazarte por todas las noches que me has abrazado tú, proteger tus sueños como siempre has hecho conmigo, o que te crees que no sé que antes de dormirte esperas a que yo me duerma, o que en cuanto me muevo, te despiertas por si me tienes que acoger en tus brazos. - Le besó la mano.
Se quedó en silencio, contemplando a la rubia durante varios minutos. Luisita era la única persona a la que quería querer, era la única persona capaz de provocarle un sinfín de sentimientos, de sacar la mejor de ella. Con ella había recuperado parte de ese brillo que la vida le había arrebatado, sentía ese impulso de querer cambiar, de querer estar bien para poder amarla con todo.
- Perdón. - Una enfermera interrumpió sus pensamientos - Lo siento pero se ha acabado la hora de las visitas.
- ¿Ya? - Respondió Amelia.

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Kintsugi
RomanceEl kintsugi es la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada con oro. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse. Amelia y Luisita tendrá...