¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Argentina tocó a la puerta de la habitación de EDOMEX, escuchando la grave voz del hijo de México decirle que puede entrar. Quería hablar un poco con él antes de irse, debía de irse a trabajar con uno de sus hijos por unos días, y por lo menos quería entablar una pequeña conversación con él.
Se veía mal, tenía vendajes en ambos brazos y parece que había perdido la vista de uno de sus ojos hace poco. Se acercó con cuidado después de cerrar la puerta, EDOMEX sentado en su cama ahora con su teléfono, sin importarle lo que le diga el argentino.
—¿Podemos hablar un momento?
—Lo que sea.
—EDOMEX... ¿Por qué tienes una mala relación con tu padre? México es muy lindo con todos ustedes, no entiendo porque no lo tratan de la misma forma.
EDOMEX miró a Argentina, sacando una risa después de eso.
—Claro, y por eso le declaró guerra a Yucatán porque no quería que se independizara. México nunca se interesó por nosotros de verdad, solo le interesa CDMX, nos tiene olvidados a todos los demás, todo lo que habla es CDMX, una y otra vez, no le importa lo que pase con los demás, siempre es el pendejo ese.—Habló sin mirar a Argentina.
Ahora podría entender algo al otro.
—¿No estás celoso de que tú papá le tenga más atención a CDMX?
—No, le da más atención porque es un pendejo que no sabe manejarse solo.—Miró a Argentina.—¿Qué? Ya te dije lo que querías escuchar, ahora vete.
—No, quiero hablar más contigo.
—No.
Argentina acercó su pequeña mano a la mejilla de EDOMEX, lentamente colocando la misma en esta, acariciando, le sonrió. El mexiquense miró a otro lado, quitando la mano del argentino de su rostro, odiaba que lo toquen.
—Se que quieres a tu papá, aunque no lo digas, y él te quiere a ti.
—... Ugh, ¿Por que no te largas ya? Déjame de decirme cosas estúpidas que no quiero oír.
Argentina hizo un puchero.
—Sigues siendo muy grosero con tu padre, no se merece que lo trates de esa for-
EDOMEX le agarró de la camisa, acercándolo a ti, harto de que le hablen sobre lo que tenía que hacer o no, sobre si tenía que respetar a México o no, poco le importaba lo que pase a su padre.
—Mira, cabron, tu no sabes absolutamente nada de lo que México me ha hecho a mi y a mis hermanos, solo has estado con él dieciséis putos años, nosotros hemos estado con él desde el principio, no me digas lo que tengo que sentir acerca de mi padre a menos que quieras que te rompa toda tu puta madre aquí mismo, hijo de la chingada.
Argentina frunció el seño, empujando a EDOMEX, dándole una fuerte bofetada, no se merecía ser tratado de esa forma, solo quería ayudarlo. Pero, mala idea, pelear contra un hombre de casi dos metros siendo tu de un metro ochenta no era algo bueno.
Argentina debía de correr, ya.
Justo cuando iba a salir, el más alto le cerró la puerta, sonriendo al verlo ahí, indefenso, pequeño, podría agarrarlo entre sus manos y matarlo, pero pobre de México, ¿Con quién se quedaría después?
—¿A dónde vas? No te puedes ir ahora, a penas estamos comenzando a hablar como tu querías, wey.
Se acercó a él, haciendo que Argentina caiga a la cama temblando.
México estaba regresando a casa, cuando entró, escuchó ruido en la habitación de arriba, de inmediato sintió que algo estaba mal con Argentina.
Corrió hacia la habitación de EDOMEX, viendo a su hijo con ambas manos en el cuello de Argentina.
—¡Suelta a Argentina!—México se acercó rápido, empujando a su hijo con mucha fuerza, agarrando rápidamente a Argentina en sus brazos, llevándolo fuera de la habitación, dejando al otro encerrado en aquella habitación.
Dejó a Argentina en la habitación, revisando que este bien, tenía un marca roja en su cuello, lo bueno es que había llegado a tiempo. Argentina estaba débil, respirando agitado, asustado.
—Tranquilo, solecito, ya estás bien, todo está bien, mi amor, ya estoy aquí contigo, corazón, ya nada va a pasarte.—Abrazó a Argentina, besando su frente, él también estaba asustado, abrazando con algo de fuerza a Argentina, quien lloraba ligeramente sobre el hombro de México.
México lo dejó acostado en la cama cuando se recuperó, yendo con EDOMEX, era la última oportunidad de su hijo para recuperarse, pero al parecer ya no servía de nada tenerlo libre.
Argentina pocos segundos después escuchó los gritos de la otra habitación, México regañando horrible a EDOMEX por lo que había hecho.
Se levantó con cuidado, saliendo de la habitación, escuchando lo que le decía.
—¡¿Cómo te atreves a querer matar a Argentina, cabron?! ¡¿Acaso sabes lo que iba a pasar después?! ¡Es la tercera vez que te digo lo mismo, chingada madre, parece que no entiendes nada de lo que te digo! ¡¿Quieres irte con CDMX a rehabilitación?! Porque no vas a irte a rehabilitación, cabron.
El menor miró a su padre, ¿A qué se refería con eso?
—¡Tu no te vas a ir a rehabilitación, te voy a mandar a otro puto lugar aún más alejado de aquí, porque ya me tienes hasta la madre que todos los putos días sea lo mismo contigo! ¡Todos los pinches días debo de lidiar con tus problemas, porque te está afectando a ti y a mi también! ¡Todas las decisiones y acciones que haces me afectan a mi también!
—¿Qué quieres que haga con eso?
—...
—Si te vas a morir, lo harás, aunque sea por mi culpa.
—EDOMEX... ¿estás escuchando lo que estás diciendo..?
—Si.
—¿Me estás diciendo que no te importa que me muera?—Asintió.—Agarra tus cosas y vete, después veré qué hacer contigo, ahora solo vete de aquí.
México salió de la habitación, cerrando la puerta. Argentina lo miró, se veía mal, muy mal. Poco después cuando EDOMEX se fue, se acercó a México.
—México...
—A mi hijo no le importa si me muero, Argentina...—Miró a su esposo entre lágrimas, sonriendo débil. Era la primera vez que veía a México llorar de esa forma, y era por su hijo.—No le importo a mis hijos... Nunca les importé aunque estoy haciendo todo por ellos, ellos quieren que me muera.
Argentina abrazó de inmediato a México, quien solo hizo lo mismo, llorando en Argentina, aferrándose a su esposo con fuerza, sintiéndose horrible y culpable de lo que había pasado.
México quería el amor de sus hijos también, pero parecía imposible.