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—México, ¿Podemos hablar?—Argentina preguntó

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—México, ¿Podemos hablar?—Argentina preguntó. Era de noche, ambos en la cama, el mexicano había regresado de haber acostado y dormido a Mextina. Ya al lado de su esposo, lo miro, se veía triste.

—¿Qué pasa, Argentina? ¿Por qué te ves triste?—Se preocupó, acercándose a él para poder abrazarlo, mantenerlo cerca de él. El menor suspiró, de verdad que todo había cambiado, no podía creer que así era, pero México había cambiado.

—México... ¿No te das cuenta, verdad?

—¿A qué te refieres?

—... Ya no me hablas como antes.—Argentina dijo, sentándose en la cama con sus brazos cruzados.—Ahora solo me llamas por mi nombre, ya no soy más tu solecito, corazoncito, amorcito, nada... Solo soy Argentina.—Habló. Sabia que tal vez era algo estúpido de enojarse o sentirse triste por eso, pero para él era importante también.

México se sentó también a su lado, suspirando. Tenía razón, hacia mucho había dejado de hablarle a Argentina con apodos, tener un hijo no debía de ser cambiar su forma de ser con su esposo. Lo miró, dándole un beso en la mejilla.

—Lo siento porque te he hecho sentir así. Sabes que te amo, cada día te amo más, mi vida, pero hay muchas cosas que hacer ahora, cuidar de Mextina... Cuidarte a ti y a la pancita que ya está creciendo.—Explicó, tratando de que lo mire.—Te amo, solecito.

Argentina miró hacía el mexicano quien le sonreía. No pudo evitar llorar ahora, apretando las sábanas, hasta abrazar a México con bastante fuerza, se negaba a qué México lo llame por su nombre ahora, era como si esos apodos llenos de amor y cariño fueran ese punto especial en su relación.

Que lo llame solecito era lo mejor que podía escuchar, fue el primero y único que le había llamado de esa forma. No aceptaba que nadie más lo llame de esa forma, solo México podía.

—Eres y siempre serás mi solecito, mi amor, si no te lo digo, no significa que ya no te ame o que esté molesto.—Explicó una vez más mientras abrazaba a Argentina.—Siempre serás mi lindo solecito, mi pastelito, calabacita, corazón, amorcito, mi vida, mi cielo, eres mi todo, mi amorcito.—Le susurró, dejándole un beso en la cabecita.

Argentina se frotó contra su pecho para ahuyentar las lágrimas.
—L-lo siento...

—No te disculpes, no hay nada por lo que deberías de pedir perdón, mi amor. Te prometo volver a decirte solecito y cositas lindas a partir de ahora.—Prometió, dándole un besito en la frente.—Mírame, mi amor.

Argentina alzó la cabeza mirando a México.

—Te amo, solecito.

—Yo también te amo.—Argentina sonrió, entre todas sus lágrimas, besó a México en los labios, feliz de haber hablado eso con él.—Te amo mucho... Te amo, México, te amo.—Susurró, abrazándolo más fuerte, como si fuera la última vez que le diría que lo amaba.

—Ten cuidado con tu pancita, mi vida. No te vayas a lastimar, corazón.

—No te preocupes. Está bien.—Sonrió, riendo después, sentándose frente a él, alzando la camisa, dejando ver la pancita que crecía cada vez más.—¿Cuando diremos que estoy esperando otro bebé?

—Cuando sea necesario, mi amor.

—... Uhm.—Se quedó pensando.

—Solecito, no nos harán nada como ese día, no serían capaces de separarnos una vez más. Nada malo va a pasar, corazón, yo me aseguraré de eso, ellos van a crecer muy bien aquí con nosotros.

—Tengo miedo...

—Lo entiendo, mi amor. Te prometo que eso no volverá a pasar. Ahora ven, tenemos que dormir, ya es tarde y mañana tenemos que irnos temprano de aquí, no te voy a dejar solito en casa.

—¿Por qué no?

—La pancita no se puede quedar sola.

—La pancita está bien.—Argentina hizo un puchero, cruzando sus bracitos.

—No pasaré ese riesgo, mi amor. Ahora sí, a mimir, corazoncito.—Lo abrazó, apagando la luz y acostándose en la cama con él sobre su pecho.

Argentina; el solecito de México.

𝐒𝐎𝐋𝐄𝐂𝐈𝐓𝐎, mexarg, terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora