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Volviendo, fueron recibidos por sus amigos quienes los abrazaron, felices de tenerlos otra vez ahí, los habían extrañado también. México y Argentina se fueron a casa, entrando a la misma, se dieron un gran beso en los labios, sonriendo, agarrándose de las manos, de verdad se habían extrañado mucho, se amaban demasiado y no iban a dejarse de amar de esa forma.
—Ven, déjame ver al niño.—Le alzó poquito la camisa, viendo la pancita del menor, sonriendo, emocionado de verlo.—Te ves tan tierno con tu pancita, mi amor.—Le dió un besito en la mejilla, abrazándolo después.
—Uhm... ¿De verdad se ve lindo?—Argentina preguntó.
—Claro que si, corazón, te ves hermoso, y te seguirás viendo hermoso.—Le acarició las mejillas, mirándolo a los ojos.—Debemos de ir a qué te revisen, mi amor, hoy mismo, no puede pasar más tiempo.
—¿No puede ser mañana?
—No, hoy. Vamos.
—México, estoy cansando~
Hizo un puchero.
—Pero el bebé es importante, cariño, ¿Acaso no quieres saber cómo está de salud el chamaco?—Se cruzó de brazos. Argentina suspiró, no sabía que hacer, pero por la salud del bebé debía de ir.
Su primera revisión para ver si estaba bien el bebé. México agarró de la manita al pequeño, con cuidado yendo para que lo revisen de todos lados.
