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Mextina sentadito en la sala de espera del hospital con México esperando por noticias de Argentina que había entrado en labor a los siete meses; a pesar de que le habían dicho que no había ningún problema con ello, México seguía nervioso, incluso estaba abrazando a Mextina, colocándolo en sus piernas para abrazarlo y darle besitos en ocasiones en su frente.
No quería mostrarle a su pequeño que estaba asustado o nervioso, para no ponerlo en pánico y hacerle pensar que Argentina estaba en peligroso. Mextina no entendía bien, solo jugaba con su peluchito de sol esperando paciente a su papá solecito.
—Papá, tengo hambre.—Habló, mirándolo ahora con un puchero. Al pequeño ya le sonaba la pancita de lo tan hambriento que estaba.
—¿Ahora?
Revisó su teléfono, dándose cuenta que ya habían pasado cinco horas. Se levantó con Mextina en brazos para ir a comprarle algunas galletas y una lechita de cajita. Mextina lo comió con todo gusto, escuchando después lo que decían de su papá solecito.
—Argentina está bien, solo no ha despertado, se desmayó a mitad de la operación por el pánico que tenía. Lo están vigilando, los gemelos están en incubadoras por ahora.
—¿Puedo verlos?
Asintió el doctor por lo que México fue rápido en ir a ver cómo estaban los bebés. Mextina también estaba emocionado, una vez estaban ahí, aunque había un ventanal separando a ambos, se podía ver a los dos pequeños recién nacidos en la incubadora que los protegía.
Los alimentaban por medio de una sonda debido a algunos problemas al ser prematuros. Mextina se había quedado impresionado por lo que sus ojitos veían, ¿Eso era él antes?
—¿Así me veía yo?—Preguntó, viendo a México.
—No, mi amor, tu te veías más gordito porque naciste a los meses correctos, ellos se ven así porque nacieron a los siete meses, así que no están en un peso correcto.—México respondió,
Mextina solo asintió, viendo todavía a sus pequeños hermanitos que ahí estaban todavía no creyendo lo pequeños que eran. Él solo comía mientras los miraba dormir, estaba celoso de eso, él también tenía sueño y quería irse a su camita si no fuera porque su papá solecito estaba en el hospital todavía.
—¿Cuando podremos ir a ver a papá solecito?—Preguntó.
—Pronto, mi amor. Papá solecito debe de estar durmiendo, está muy cansado después de todo, hay que dejarlo descansar.—Le habló, quitándole el cabellito de su carita para verle los ojitos y que también que no le interrumpa en su comidita.
Los gemelos habían nacido ya, Mextina ya era hermano mayor.
