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Argentina seguía en el hospital, al parecer su enfermedad era algo grave, por lo que no podía salir o dejar entrar personas para que lo vean. Estaba molesto y triste de estar enfermo, pero le advirtieron varías veces antes de tener un bebé que podría tener consecuencias graves después del nacimiento del bebé, y una de esas era enfermarse de gravedad, con lo cual no podría levantarse por lo débil que estaba.
No hablaba con México desde hace unos días, y lo entendía, debía de estar ocupado con el bebé.
Y lo estaba, México estaba en la casa cuidando de Mextina, el pequeño bebé dormía en los brazos de su padre, mientras que este calentaba algo de leche para que tome cuando despierte. Mextina se movía a todos lados cuando dormía, se acurrucaba en México y hacía ruiditos de vez en cuando cuando soñaba.
Mextina abrió los ojitos, bostezando, y estirando sus bracitos y piernitas lo más que podía, viendo a todos lados ahora, viendo lo que estaba en frente de él, al parecer era hora de comer. México la estaba pasando algo mal la verdad, a penas podía dormir porque Mextina lloraba mucho durante la noche, no quería dormir solo porque le asustaba, además de tener pesadillas.
México no dormía bien desde hace un tiempo, el bebé y además el no saber cómo estaba Argentina, le daba miedo de que algo malo le pase a su esposo, pero trataba lo mejor que podía de no pensar en ese tipo de cosas.
México no recordaba que cuidar de un bebé fuera tan complicado, aunque él no cuidado a sus hijos de bebés, más bien llegaron a él cuando eran infantes, ya sabían caminar y hablar, pero no sabía cuidar de un recién nacido.
—Bien, aquí vamos.—Se sentó en la silla, dandole el biberón al pequeño, quien inmediatamente comenzó a succionar y beber la leche como si no lo hubieran alimentado en días, aunque había comido hace unas horas.
El mexicano quería un descanso, pero no tenía con quién dejar al bebé, no podía dejarlo a cargo de alguno de sus amigos, sería como matar al bebé, además de que ellos tampoco tenían idea de cómo cuidar de un recién nacido, era difícil.
Necesitaba de Argentina para que lo ayude. No podía hacerlo solo, no se imaginaba de papá soltero.
—¿Te vas a dormir otra vez? Pero te acabas de despertar, mi vida.—México le dijo al bebé cuando le quitó el biberón y vio como volvía a cerrar sus ojitos. Lo cargó, colocando el mentón del pequeño en su hombro, dándole palmaditas en la espalda para que pueda eructar.
Mextina movía sus piernitas, eructando poco después, asustandose de su propio sonido que hizo.
Tal vez debía de ir a ver cómo estaba Argentina. Fue a darle un pequeño baño a Mextina, en su pequeña bañera como siempre, con mucho cuidado de que no le caiga mucha agua en la carita, lavandole el poquito pelito que tenía.
Cuidar de un bebé él solo era una tarea difícil, tenía que estar llevando todo tipo de cosas de bebé a todos lados que iba. Los demás no habían tenido una oportunidad de conocer a Mextina, pero querían verlo también.
Cuando salió de casa, vio que Chile pasaba por ahí.
—¡Chile!—Llamó al menor, quien se volteó, sonriendo y yendo de inmediato al ver una mantita ahí, era el bebé.—Me alegra que estés aquí, Chile.
—Mmh, ¿Quieres que te cuide al niño?—Preguntó, entusiasmado.
—¿Podrías? Necesito ir a ver a Argentina.
—Si, si, si, no te preocupes, yo lo cuido.
México le dió al bebé con cuidado. Chile sonrió, hacía mucho quería saber del bebé, se le era muy tierno y adorable. No solo él, todos los demás también querían ver a Mextina, era el primer bebé que aparecía ahí, obvio estaban curiosos.
México se fue a ver a Argentina, cuando llegó, le dijeron que tuvieron que llevar a Argentina de urgencia a otra sala, ya que al parecer su enfermedad era más grave de lo que se pensaba.
Iba a tener que quedarse más tiempo en el hospital.
—¿Se pondrá bien, verdad?
—Si, ahora está estable, está descansando, no se sabe si la enfermedad pueda ser contagiosa, esto le ha pasado a muchos por estrés.
Argentina estaba estresado porque quería estar con su bebé y su esposo, no paso meses cuidandose para enfermarse y no poder ver a su hijo. Constantemente se levantaba de la camilla cuando le dijeron que no podía, que era peligroso, pero aún así lo hacía.