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A veces Argentina quería hacer cosas que no necesitaban mucha fuerza, pero México se lo impedía algunas veces para que no se lastime, se molesta porque no puede hacer nada

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A veces Argentina quería hacer cosas que no necesitaban mucha fuerza, pero México se lo impedía algunas veces para que no se lastime, se molesta porque no puede hacer nada.

—¡No, yo puedo solito!—Argentina agarró la bolsita de compra con un puchero, cargando la misma con ambas manos, yendo hacia la entrada de la casa.

—¿Puedes abrir la puerta, mi amor?

Argentina miró a México, no podía abrir, tenía ambas manos ocupadas, porque si, no podía cargar la bolsa con una mano. México sonrió, abriendo la puerta para que entre, el tricolor llevaba todas las demás bolsas en manos.

—Creo que puedes colocar todo en las alacenas también, ¿Verdad, corazón?—Le preguntó, viendo al menor quien asintió.

Argentina miró hacia arriba a las alacenas. Si, odiaba vivir en la residencia de México, todo estaba muy alto para él y necesitaba una sillita para alcanzar las cosas de hasta arriba.

Se fue a buscar su sillita de ayuda, poniendo la misma ahí, parándose en ella para poder colocar todo.

—¿Estás seguro de que no quieres ayuda, solecito?

—No.

—No te vayas a caer, voy a sacar algo más del auto, ten mucho cuidado, amorcito.

Cuando México volvió a la cocina, vio a Argentina sentadito en la mesada, moviendo sus piernitas de un lado a otro con un puchero y sus bracitos cruzados.

—¿Qué pasó, solecito lindo?—Preguntó preocupado.

—Me iba a caer... ¡Y no estabas aquí para verme!

Por lo menos lo intentó.

𝐒𝐎𝐋𝐄𝐂𝐈𝐓𝐎, mexarg, terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora