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México regresó a casa con Mextina, quien entró casi corriendo para buscar a su "papá solecito" para abrazarlo y decirle todo lo que había hecho en ese día, hasta jugar con su primito bebé. México dejó las cosas en la entrada, yendo a buscar también a Argentina, lo encontró después al escucharlo hablar con Mextina.
—Argentina.—Sonrió, entrando a la habitación donde estaba, estaba ordenando la habitación de Mextina ya que era un desastre y no quería que su pequeño duerma entre todo ese desorden.—Dejame ayudarte, mi amor.
—No, no, yo puedo solo, no te preocupes.—Argentina dijo, sonriendole a su esposo, mientras cargaba a Mextina, se acercó a él, dándole un beso, para después solo dejar a Mextina de pie en el suelo.
Mextina se fue hasta su cajón de juguetes, sacando algunos para jugar con ellos. Argentina miró a México, suspirando.
—Brasil fue a hablar conmigo porque te vió con Uruguay... Y no me molesta que estés con él ayudándolo, se el tipo de persona que es Brasil, y se que no lo ha ayudado en nada, solo lo está molestando.—Respondió, sin nada más que decir, hasta que lo soltó.—Me gustaría tener toda confianza con Uruguay, pero después de lo que pasó, a veces me siento incómodo.
—Ah... Eso, si, lo siento.—Se disculpó, a pesar de que no había sido su culpa, pero para él ayudar a Uruguay era algo necesario, estaba siendo un padre soltero que hace poco había salido del hospital.—Si, entiendo que estés incómodo, pero Uruguay necesita ayuda.
—Lo entiendo, México.—Rió, le agarró de sus mejillas.—Eres un hombre muy amable y muy dulce, me gusta eso.—Le dió un beso en los labios, con una sonrisa. México le devolvió el beso.
Argentina no podía desconfiar de México, estaban casados por más de quince años, no podía ser así.
