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México estaba ocupado con su trabajo, tenía mucho que hacer ese día, pero por supuesto que no dejaba a Argentina solito sin atención, de ves en cuando se toma descansos de cinco o diez minutos para estar con él, hablarle y saber que estaba bien. Argentina agradecía que hiciera espacio para él, aunque lo veía cansado y quería que duerma unas horas.
—México, duerme.—Argentina dijo, agarrando las mejillas del mexicano quien solo negó. No quería dormirse, tenía que trabajar.—Te ves muy cansado, deberías de dormir unas horas, tienes tiempo para entregar tu trabajo.
—Lo sé, pero no quiero dejarte aquí sin atención...
—... México, no me importa eso, lo importante ahora es que estés bien, que descanses y duermas muy bien.—Le dijo, acariciándole las mejillas antes de acostarlo a su lado con la pequeña fuerza que tenía. Se subió arriba de él, sonriendo.
—Solo quiero hacerte saber que te amo...
—Me lo dices todos los días que es imposible olvidar lo mucho que me amas, no es necesario que me lo digas todo el tiempo, lo se muy bien.—Se acercó a su rostro, besándole los labios.
—Chale, solo porque tú me lo dices me voy a dormir, pero quédate aquí acostadito, quiero abrazarte.
Argentina rió, acostándose en México para que lo abrace mientras duerme. El mexicano tenía algo especial con abrazar al del sol todas las noches o todo el tiempo que dormía, se aferraba a él, lo arropaba bien con la sábana, amando lo cómodo que se sentía estar abrazándolo.
