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México y Argentina jugaban en el jardín, ambos riendo, el menor de la relación amaba jugar con el mexicano todo el tiempo de esa forma, era adorable y muy tierno. Saltaba a él para atacarlo a besitos justo como él hacía.
—No, ya me mataste, mi amor...—México dijo, acostado en el césped con Argentina arriba de él. El menor rió suave, agarrando las mejillas del mexicano para hacer que abra los ojos.—No, no, no, ya me mori por tu ternura...
—¡México!
—Muerto.
Tenía sus ojos cerrados. Argentina hizo un puchero, jalando de las mejillas del mayor para despertarlo. No le gustaba cuando jugaba con eso.
—México...
No respondió.
—... México...
Nada.
—¡México, me estás asustando!
Argentina sollozó, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojitos. ¿Qué había pasado? Al parecer México tenía mucho sueño que se había quedado dormido de esa forma tan rápido.
México había estado trabajando mucho esos días, no dormía casi nada por lo mismo, cuando Argentina despertaba como a las cuatro de la mañana, el mexicano seguía despierto, era tanto que debía de llevarlo a la cama para que duerma unas horas.
Se acostó en su pecho, no quería que México se enferme por lo mismo.
