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— México

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— México.

— Dime, corazón. — el nombrado se volteó, viendo a su esposo con una expresión de preocupación. México se acercó a él, agarrándole de los brazos con cuidado. — ¿Que pasa, mi amor? ¿Por qué tienes esa carita?

— Yo... Quería preguntarte algo. — Argentina habló nervioso, mirando a México. — ¿Crees que sea necesario explicarle a Mextina lo que hice en el pasado? No quiero que se asuste o se aleje. Lo que menos quiero es que los niños nos tengan miedo.

— Entiendo tu preocupación, mi amor. — respondió, suspirando después. — ellos deben de entender que fueron cosas del pasado y que ya no somos esas personas que fuimos en ese tiempo. Que no vamos a hacer lo mismo con ellos. Te prometo que los niños estarán bien, falta mucho para ese día.

— Lo sé. Los gemelos tienen cinco años, son pequeños todavía. — habló, sintiéndose algo mejor con lo que México había dicho. La verdad es que era un tema algo fuerte para ellos, no era fácil decirlo.

— Todo estará bien, solecito. — le dió un suave beso en la frente y después en los labios. — ¿Dónde están los niños?

— En el jardín jugando.

México asintió, yendo a ver cómo estaban los pequeños. Los encontró jugando juntos como siempre, Mextina cuidaba de que no se hicieran daño también, quitándoles todo tipo de objetos puntiagudos y que obvio no estén cerca de la piscina para evitar accidentes.

Había un pequeño arenero ahí donde los gemelos se ponían a jugar con sus cubetas y palas, haciendo todo tipo de formas, luego destruyendo las mismas para volver a formarlas. Les divertía por horas.

Mextina estaba sentado a un lado fuera de ese espacio leyendo un libro que había encontrado por ahí. Se le hizo interesante así que lo agarró. Ya no quería jugar pero aún así se quedaba cerca para cuidar de sus hermanitos.

— Mextina, ¿Por qué no juegas, corazón? No debes de estudiar todo el día, lo sabes. — México habló, acercándose a sus hijos. Los gemelos se levantaron de inmediato, corriendo hacia México para que los cargue como siempre.

— Estoy bien así, solo estaba para ver a mis hermanitos. — habló con una sonrisa, volviendo a su libro después.

México se quedó con ellos, jugando con los gemelos quienes se subían a su cuerpo para ver hasta donde podían llegar con todas las fuerzas que sus pequeños cuerpos tenían. México los alzaba en el aire en ocasiones, haciéndoles reír.

Tener a México como su padre era de las mejores cosas que podrían haberles pasado. Aunque tampoco dejaban a Argentina fuera, les gustaba la compañía de su padre argentino, era agradable estar con él también, en ocasiones les leía un libro o los cargaba en brazos para que pudieran dormir un poco.

𝐒𝐎𝐋𝐄𝐂𝐈𝐓𝐎, mexarg, terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora