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La rutina de las mañanas de la pareja era muy sencilla, igualmente muy tierna

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La rutina de las mañanas de la pareja era muy sencilla, igualmente muy tierna. Se despertaban a las nueve, cualquiera de los dos inicia con pequeños besos en el rostro del contrario para despertarlo, la mayoría de las veces es México, el tricolor lo abraza y le da besitos, lo despierta de esa forma en las mañanas.

—Buenos días, solecito.—Es lo primero que escucha Argentina cuando se despierta, sonriendo y abrazando al más alto.—¿Dormiste bien, mi amor?—Argentina asintió con un sonrisa cansada, bostezando y frotando su pequeño rostro contra el pecho del mexicano, tratando de ahuyentar el sueño.

—Mmh...—Argentina se sentó a un lado de México todavía con algo de sueño, frotando su ojito con su puñito, mirando al mexicano, se acercó a él, acostándose en su pecho ahora.

—Debemos de levantarnos, mi amor, llegaremos tarde.

—No importa...

México le acarició el cabello, levantándose de la cama con Argentina aferrado a su cuerpo. Algunas mañanas eran así, el del sol siempre se aferraba a su espalda, siendo llevado por el mexicano a todos lados.

Se cepillaba los dientes de esa forma con México.
Colocando su mentón sobre la cabeza de México, abrazándolo todavía, no quería separarse del tricolor para nada.

—Mi amor, bájate, te vas a lastimar.

—¡No!

—Tienes que cambiarte, corazón.

—... Es que no puedo bajarme solito...

Cierto.
México lo ayudó a bajarse, dejando a Argentina para que pueda bajarse de su espalda y vaya a vestirse. Argentina le dió un beso en la mejilla, dejando que termine de cepillarse los dientes, se fue a cambiar rápidamente.

Tenía su ropa ya puesta, excepto la camisa, esa no era suya, de hecho se la había robado del armario de México, y se la puso, le quedaba muy grande pero le gustaba como le quedaba.

Ya en la cocina, México cocinaba, con Argentina entre sus brazos, el del sol abrazando a su esposo, acurrucado ahí mismo en su pecho, siempre había amado estar así de cerca de México todo el tiempo.

—Ve a sentarte, cariño, ya vamos a comer. Luego vamos a salir como quedamos, mi vida, me dijiste que querías ir a comprar peluchitos.

Argentina asintió, sonriendo y después yendo a sentarse para desayunar. Mientras comían, hablaban de diferentes cosas, a veces agarrándose de las manos en ocasiones, dándose besitos y acurrucándose el uno con el otro. Argentina le daba besitos en la mejilla al mexicano, haciéndolo reir.

Sus mañanas eran muy adorables.

𝐒𝐎𝐋𝐄𝐂𝐈𝐓𝐎, mexarg, terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora