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—Mi amor, corazón, pastelito.
México llamaba a Argentina de diferentes formas, este estaba concentrado en otras cosas, el mexicano se iba a ir a atender algunos problemas, y quería despedirse de él. Se quedó esperando unos momentos hasta que el menor se dió cuenta de lo que hacía.
—¡Lo siento!—Se disculpó, nervioso. Le dió un besito en los labios.—¿Vas a volver a cenar? Para que pueda hacer la comida y esté listo cuando llegues.
—No te preocupes por eso, solecito, puedes cenar sin mi, tal vez llegue tarde, tengo mucho trabajo y no quiero que te quedes sin cenar por mi, corazón, no hagas eso.—Le agarró sus manitas, besándole la mejilla, abrazándolo después.
—No me gusta cenar solo...
—Lo sé, pero debes de hacerlo, no quiero que te quedes sin comer algo, prométeme que vas a comer.
—Esta bien, te lo prometo, pero trata de llegar temprano, tampoco me gusta que te quedes fuera mucho tiempo, me preocupa.
México le dió besitos en los labios, frotando sus frentes después. Argentina lo abrazaba, sonriendo y después dejando que se vaya.
