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—¡México, duele mucho!
Argentina se quejó por el dolor y ardor que sentía. Lloraba por ello, no podía ver la sangre chorrear por su herida, era una línea fina de sangre que se resbalaba. Tenía miedo.
—Tranquilo, corazón.
—Duele...
—¿Quién te manda a trepar un árbol, corazón? Te dije que no lo hagas porque te ibas a caer, pero ahí estabas.—México le limpiaba la herida de sus rodillas, se había caído de un árbol cuando se trepó en este.
—Uhm... Lo siento...
—Casi me muero del susto, amorcito, pensé que era más grave.—México colocó curitas de duraznito en las heridas. Besó cada una de ellas y luego abrazó a Argentina.—Ten más cuidado la próxima vez, solecito, te quiero mucho, mucho, te amo.
—Gracias...
—¿No te duele algo más? Tal vez debemos de ir al hospital a ver qué no tienes un hueso roto o algo parecido, vamos.
—México, solo me caí... Dolió, pero ya estoy bien.