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—¡Solecito!—México llegó a casa, sonriendo y yendo donde estaba su amorcito, había traído algunas cosas para hacer la comida

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—¡Solecito!—México llegó a casa, sonriendo y yendo donde estaba su amorcito, había traído algunas cosas para hacer la comida. Argentina había comenzado a tener muchos antojos, y el mayor quería hacerle de comer lo que quería.—Mi amor, ¿Qué haces ahí sentadito, corazón?

—... Me caí...

—...

—...

—¡¿Qué?! ¡¿Cómo que te caiste?! ¡¿Estás bien?!—Dejó las cosas ahí de inmediato yendo con Argentina, lo agarró con cuidado, sentandolo en el sillón, revisando sus pancita para ver si tenía algo.—¿Dónde te duele, corazón? Dime, mi amor.

—México, no seas dramático, no pasa nada, no me duele nada, tranquilo.—Rió, viendo cómo México acariciaba su pancita. México protegía aún más a Argentina ahora.

—Bien, cualquier dolor que sientas debes de decirme.—Dijo, se acercó a la pancita de Argentina, dándole un besito. El bebé se movía de vez en cuando, tenía cinco meses todavía el pequeño.

—El bebé se mueve un poco, se siente extraño...

—¿Si? ¿Es incómodo, cariño?

Negó.

México miró la pancita de Argentina, era adorable, le dió otro besito en la misma y después besó a Argentina en los labios. Querida que el menor este cómodo en esos meses que faltaban, que tenga todo para que no sea para nada incómodo.

—¿Quieres cocinar conmigo, solecito?

—¡Si, si!—Argentina amaba cocinar con México, más cuando en ocasiones cocinan comidas típicas de sus territorios juntos.

𝐒𝐎𝐋𝐄𝐂𝐈𝐓𝐎, mexarg, terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora