[06] PERSONA DESCONOCIDA

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Fue idea de Glenn llevar un grupo a la ciudad. Era la primera vez que tenía a alguien más que Lara a quien vigilar. Aunque los dos solían ser un gran equipo, Lara no se sentía cómoda con la cantidad de gente que iba, especialmente porque Merle los acompañaba. Daryl estaba de cacería y no volvería por un tiempo, así que Lara decidió quedarse con Carl y Lori.

No era frecuente que abandonara la oportunidad de ir a la ciudad, pero recientemente Merle la había vuelto loca. No era exactamente la mejor persona para estar cerca. Innumerables veces, Lara lo había criticado por ser racista o sexista, pero esto solo parecía agregar más leña al fuego de Merle, y cada arrebato de Lara era seguido de inmediato por un comentario que hacía que se le erizara la piel.

Entonces no, no iría con ellos ese día.

Antes de irse, Lara se llevó a Glenn a un lado—. Si algo sale mal, sal de ahí, ¿sí?

—¿Preocupada por mi? —preguntó Glenn con un tono de burla en su voz.

Lara puso los ojos en blanco—. Sí. Eres mi mejor amigo. Que no te coman.

—Lo intentaré —respondió Glenn.

Lara sonrió—. Trae algo bueno.

Con sus palabras de despedida intercambiadas, Glenn llevó a su equipo a la ciudad. Lara se quedó atrás con Carl, sentándose a jugar a las cartas con él para ocupar el tiempo.

Con todo lo que sucedía, las pequeñas cosas de la vida constituían la mayor alegría. Encontrar algo tan pequeño como una caja de tampones significaba que todas las mujeres del campamento se sentían un poco más cómodas, y una o dos maquinillas de afeitar adicionales significaban que los hombres podían sentir que no vivían en medio de la nada.

Habían abandonado todos los lujos. Agua caliente, internet, electricidad; todo se había abandonado a favor de la supervivencia. Lara no podía recordar la última vez que se había sentido limpia, y fue solo cuando encontraron shampoo que se sintió considerablemente más cerca de cómo solía ser la vida. Por supuesto, bañarse en la cantera nunca iba a ser la mejor actividad porque el agua estaba helada y tardaba un poco en acostumbrarse.

Aun así, persistieron.

Cuando ella gritó que había ganado el juego, una voz de repente crujió por la radio—. ¿Hola? ¿Alguien me escucha?

Amy, una de las chicas del campamento, dejó caer la leña que sostenía y tomó la radio—. ¿Hola?

—¿Me escuchas? —preguntó el hombre de nuevo.

—Sí, te escucho —respondió Amy—. Cambio.

El sonido estático empeoró—. Por favor, respondan.

Lara se colocó detrás de Amy, Dale a su lado. Compartió una mirada con Amy—. No puede escucharnos.

—Transmitiendo en canal de emergencia —dijo el hombre—. Nos acercaremos a Atlanta por la autopista 85. Si alguien escucha, responda.

—Estamos en las afueras de la ciudad —dijo Amy, jugueteando con la radio mientras se quedaba estática—. Maldita sea. ¿Hola? ¿Hola?

—No te escucha —dijo Lara—. No podemos advertirle.

—Intenta de nuevo —sugirió Dale, mirando a Shane—. Vamos, hijo. Tú sabes mejor cómo hacer funcionar esta cosa.

Shane le quitó la radio a Amy—. ¿Hola? ¿La persona que llamó todavía está al aire? Este es el oficial Shane Walsh transmitiendo a persona desconocida, por favor, responda —cuando todo lo que recibió fue estática, Shane dejó la radio—. Se ha ido.

—Hay otros —dijo Lori—. No somos solo nosotros.

—Bueno, lo sabíamos, ¿no? —respondió Shane—. Por eso dejamos la radio encendida.

—Ha ayudado —dijo Lori—. Y Lara y yo hemos estado diciendo durante una semana que deberíamos poner carteles en la 85 y advertir a la gente que se aleje de la ciudad.

—La gente no tiene idea en qué se están metiendo —dijo Amy.

—Tiene razón —asintió Lara—. No querrías entrar allí.

—Bueno, no hemos tenido tiempo —dijo Shane.

—Creo que tenemos que hacernos tiempo —respondió Lori.

—Y ese es un lujo que no podemos permitirnos —respondió Shane.

—¿Estás bromeando? —preguntó Lara—. No tenemos nada más que tiempo.

—Estamos sobreviviendo, día a día —dijo Shane—. No importa cuánto tiempo tengamos, no podemos arriesgarnos a enviar a nadie.

—¿Y a quién diablos propones que enviemos? —preguntó Dale.

—Nosotras iremos —respondió Lori, haciendo un gesto hacia ella y Lara—. Danos un auto.

—Nadie va solo a ninguna parte y ya lo sabes —dijo Shane.

Lara arqueó las cejas, haciendo un gesto hacia ella y Lori—. La última vez que comprobé, éramos dos personas, no una. No estaríamos solas.

—No va a pasar —dijo Shane.

Lara apretó los dientes—. Bueno. Pero creo que deberíamos advertirle a la gente de alguna manera. No has estado ahí. No lo has visto.

Dicho esto, Lara se dirigió a su tienda, y cuando se metió dentro y se sentó, la abertura se abrió de nuevo y Carl se metió. Cuando Lara lo vio, todo rastro de su enfado con Shane fue reemplazado por preocupación por su sobrino, porque después de todo lo que había sucedido, ella estaba más preocupada por él que por nadie.

—¿Cómo estás? —preguntó Lara.

—Estoy bien —respondió Carl—. Shane me dijo que me quedara contigo.

—Apuesto a que lo hizo —dijo Lara, tirando a Carl hacia la cama de campamento con ella—. ¿Y qué sugieres que hagamos para pasar el tiempo?

—No lo sé —dijo Carl—. Podríamos mirar tus álbumes de fotos.

—Los has visto cientos de veces —dijo Lara, alcanzando los álbumes de fotos de todos modos—. Pero supongo que podemos volver a mirarlos.

—No quiero olvidar la cara de papá —respondió Carl—. Ha pasado mucho tiempo.

—Lo sé —suspiró Lara con tristeza, envolviendo un brazo alrededor de los hombros de Carl antes de besarle la parte superior de la cabeza—. He olvidado el sonido de su voz. ¿Puedes ceerlo? Mi molesto hermano mayor cuya voz tenía que escuchar todos los días hasta que me mudé, y no puedo recordarlo.

Carl se rió levemente—. Lo extraño.

—Yo también —respondió Lara.

—Querría que siguiéramos —dijo Carl—. Él no querría que nos rindiéramos.

—¿Cuándo empezaste a volverte tan sabio? —preguntó Lara—. Estás creciendo y pronto serás más alto que yo.

—No lo creo —dijo Carl riendo—. Soy de estatura baja.

—Sí. Pero yo soy un poco más baja que tu mamá y es un hecho comprobado que los niños siempre crecen más altos que sus mamás —le informó Lara—. Entonces, si sigues creciendo, serás tú quien me levante y no al revés.

—No podría levantarte —dijo Carl, con una sonrisa traviesa en su rostro—. Eres demasiado pesada.

Lara jadeó dramáticamente—. Oh, no me acabas de decir eso. Prepárate para una venganza.

Comenzó a hacerle cosquillas a Carl, quien se rió y se retorció mientras trataba de alejarse de ella—. ¡Tía Lara, detente!

—No hasta que te disculpes —respondió Lara.

—¡Lo siento! —espetó Carl riendo—. ¡Por favor!

Lara soltó a su sobrino—. La próxima vez que me llames pesada, te arrojaré al lago.

DANGER ZONE | Daryl Dixon ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora