[153] EL MENSAJE DE LARA

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Las cartas parecían un peso en su bolsillo; la última pieza de Carl Grimes.

Lara ayudó a Rick y Michonne a cavar la tumba, sus ojos a menudo se desviaban hacia la sábana blanca que cubría el cuerpo de su sobrino. Ni Rick ni Michonne habían dicho nada, y Lara no había hablado desde que se fue del lado de Carl. Siguió cavando, tratando de olvidar que era su sobrino el que estaba siendo enterrado.

Marcaron su tumba con una cruz hecha con ramas de árboles, atada con un trozo de cuerda, y cuando el sol se elevó sobre un pueblo en llamas, Lara se arrodilló ante la tumba de su sobrino, repitiendo en su cabeza cada recuerdo que podía recordar.

Era solo Lara, pensando en Carl, preguntándose dónde salió todo mal. El mundo parecía haberse congelado a su alrededor, el silencio ensordecedor después de una noche de constantes explosiones. Sus oídos zumbaban cuando lograba enfocarse en lo que la rodeaba, y el olor a edificios en llamas llenaba sus fosas nasales.

Cuando se levantó, miró a Rick—. Tengo que ir a Hilltop.

—¿Estás segura de que no quieres venir con nosotros? —preguntó Rick.

—Sí —respondió Lara—. Necesito hacer esto sola, ¿de acuerdo? Estaré bien. Conozco el camino.

—Podría ser peligroso —dijo Rick—. Los Salvadores...

—Lo lograré —le prometió Lara—. Incluso si tengo que gatear, lo lograré.

—Muy bien —dijo Rick—. ¿Te irás ahora?

Lara negó con la cabeza—. Hay algunas cosas que tengo que agarrar.

Se dirigió a su antigua casa con Rick y Michonne no muy lejos detrás de ella, y en el porche vio algo que no había estado allí antes. En la esquina, en una de las tablas, había dos huellas de manos azules pintadas. Una era de Carl y la otra de Judith. Lara rompió en una nueva ola de lágrimas mientras retrocedía y se dirigía al interior, sin quedarse más tiempo del necesario. Consiguió lo que necesitaba, metió todo en su mochila y luego bajó las escaleras.

Cuando salió de la habitación de ella y de Daryl, vio algo colgado en la parte trasera de la puerta. Era su gorra. Casi se rió al verla, levantándola como si estuviera cargando un explosivo. Parecía surrealista que después de todo, ella gorra hubiera estado allí todo ese tiempo, sobreviviendo a la noche de explosiones e incendios.

Pero lo estaba, y mientras Lara se la colocaba en la cabeza, volvió a bajar las escaleras.

Rick estaba subiendo los escalones y se encontró con Lara en un abrazo—. ¿Te vas?

Ella asintió—. Tengo algo de comida y ropa de repuesto. Tengo dos rifles, un cuchillo, una pistola... estoy bien.

—¿Dos rifles? —preguntó Rick.

Lara asintió—. Confía en mí, sé lo que estoy haciendo.

Rick sonrió con tristeza—. Ten cuidado, Larita.

—Lo mismo va para ti —respondió Lara—. No dejes que esa gente de la basura se meta contigo, y si Jadis te dispara de nuevo, dile que la próxima vez no fallaré —metió la mano en su bolsillo, sacó las cartas de Carl y entregó las dos primeras a Rick—. La tuya y de Michonne.

—¿Y las demás? —preguntó Rick.

—No sé para quién son —respondió Lara, guardando las cartas en su bolsillo—. Te veré más tarde, Rick.

—Hasta luego, Larita —respondió Rick.

Lara encontró un auto que no había volado en pedazos y tenía medio tanque de gasolina. Guardó uno de sus rifles debajo del asiento trasero, colocó el otro en el asiento a su lado y tiró su mochila en el espacio para los pies, arrancando el motor.

DANGER ZONE | Daryl Dixon ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora