THERE MUST BE MORE TO LIFE THAN THIS

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La vida en el campo no era para Enzo, era un auténtico urbanita. No quería decírselo tan claro a Sean por miedo a que surgieran sus suspicacias pero necesitaba la compañía inseparable de Duncan. Había accedido por petición de Sean que fuera un fin de semana romántico sin nadie más que ellos dos. Al principio le pareció excitante, el sexo fue de primera. Pero echaba de menos a Duncan haciéndole la vida fácil. No podía vivir sin él.

Durante todo el camino de vuelta a Londres, Sean no le dirigió la palabra y Enzo no quiso remover la herida. Le había cogido mucho cariño y le consideraba un buen amante, no quería perderle.

- Mira, ahí tienes a tu Duncan –no pudo evitar decir Sean echándose sobre el volante al llegar ante su piso.

- ¿Por qué hablas de él en ese tono?

- Parece que te he secuestrado, por el amor de Dios. ¿Qué clase de relación teneis vosotros dos?

- Es mi empleado y mi amigo. ¿Algo más?

- Dímelo tú. Algo más habrá cuando no has podido estar más de un día separado de él.

- Estás celoso de Duncan. Cuando se lo diga se va a partir de risa ¿sabes?

- Pues explícame por qué un hombre maduro y normal no puede pasar la friolera de dos días y medio con su novio en una casa de campo a solo una hora de Londres.

- No quiero discutir esto, cielo. Digamos que el experimento del campo no ha ido bien. Es increíblemente aburrido.

- Ah ¿yo te he aburrido?

- Ohhhh. Yo no he dicho eso.

- Porque no me lo pareció cuando dejaste marcados tus enormes dientes de conejo en mi almohada...

- ¿Qué has dicho?

- Nada, solo que lo pasaste de miedo según yo sentí.

- ¿Te has metido con mis dientes, gilipollas de mierda?

- Aquí el único gilipollas eres tú que no eres capaz de hacerte ni un té.

- Se perfectamente hacerme un té.

- ¿Ah, si? ¿Acaso sabes como se fríe un huevo o se mete una tostada en la tostadora? No, te lo tiene que hacer todo Duncan. Deberías avergonzarte de ser tan inútil.

Entonces Enzo le pegó una sonora bofetada que sonó como un latigazo monumental. Tras unos segundos de indecisión Sean se la devolvió. Duncan estaba en el portal de su apartamento a la espera de lo que podía acontecer sin osar meterse todavía. De momento solo era un forcejeo dentro del coche pero no quitó ojo por lo que pudiera suceder. De repente salieron ambos del coche y se enzarzaron a puñetazo limpio. Entonces sí que decidió interponerse antes de que aquello se desmadrara más y salieran en los periódicos. Sean tenía el labio partido y un arañazo en la mejilla izquierda, Enzo solo el rostro enrojecido por la bofetada y la mirada asesina.

- Lárgate, Sean. No pongas las cosas peor.

- El ha empezado –vociferó Sean fuera de sí.

- ¿Yo? Tú empezaste metiéndote con mis dientes.

- Y tú me llamaste aburrido.

- Por favor, chicos. ¿Quereis dejar de chillar? Estais en plena calle. ¿Quereis que llegue la prensa? Subid y diferenciad lo que sea en casa –medió Duncan aferrando a Enzo para que no volviera a abalanzarse contra él.

- Idos al diablo los dos. ¿No quereis estar juntitos? Pues ahí os quedais.

- Sube y te curaré ese labio –dijo Duncan obviando sus palabras llenas de resentimiento como si no hubiera oído nada.

MR BAD GUYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora