YOU DON'T KNOW WHAT IT MEANS TO ME

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A los dos minutos de poner un pie en el centro de acogida, Enzo y Tarek se sentían como si caminaran por el mismísimo vestíbulo de su casa.

La dinámica de los días era sencilla pero muy intensa. Los niños chapurreaban inglés y Enzo intentaba con mayor o menor éxito hablar en portugués, así que el tema de la comunicación era algo muy divertido. Como la mayor parte de su interacción con los niños era con los ojos, la química estaba garantizaba. El nunca solía fallar cuando se trataba de fabricar magia.

El grupo de teatro que creó con los niños fue una misión muy personal de Enzo que estaba destinada a triunfar. Bailaban, cantaban, se disfrazaban, se maquillaban unos a otros. Era una experiencia siempre gratificante relacionarse con unas criaturas tan receptivas y felices a pesar de sus duras situaciones.

Enzo y Tarek adoptaron una actitud desde un principio con ellos de hermanos mayores y estaban muy pendientes de cuanta actividad se llevaba a cabo en el centro.

La situación de la infancia en Mozambique era bastante complicada. Algunos de los niños que habían llegado allí sufrían una desnutrición crónica que se traducía en una talla menor a su edad. El paludismo, las infecciones graves de las vías respiratorias, la diarrea y diversas enfermedades que podrían prevenirse con una sencilla vacunación se cobraban las vidas de los menores a puñados. Poco más del 40% tenía acceso al agua potable. La sequía había obligado a mucha gente a consumir agua contaminada aumentando los casos de cólera y diarrea. La tasa de prevalencia del VIH no dejaba de aumentar y se calculaba que había más de 90.000 niños sufriendo la enfermedad. Menos del 3% recibían tratamiento con antirretrovirales.

La inmensa mayoría de personas en Africa no podían permitirse los fármacos para tratar el VIH/Sida, así que el principal método para combatirlo era la prevención. A los niños mayores de 10 años les daban muchas charlas de educación sexual y Tarek y Enzo solían estar de oyentes en ellas y disfrutaban muchísimo simplemente escuchando.

Tarek, superada la primera semana de actividades, también se atrevió por fin a entrar en la parte del centro donde estaban los niños terminales. Se le iban los ojos directos a los bebés. Se pasaba horas alimentándolos y acunándolos mientras les cantaba nanas. Tomó un gran apego a esa zona y en concreto a Essien, un bebé de seis meses cuyo padre acababa de morir y a su madre no le quedaba mucho. Hacía solo unos días que había llegado.

A los bebés no les servía el análisis de sangre habitual para adultos que determina la presencia de anticuerpos del VIH porque la sangre de los lactantes nacidos de una madre infectada casi siempre contenía anticuerpos que atraviesan la placenta. Y eso no era una prueba concluyente de que estuviera infectado. Debieron hacerle otra prueba específica que detectaba el material genético del VIH en su sangre.

Confirmada la infección recibió la misma medicación antirretroviral que un adulto. Pero pasados unos días comprobaron que uno de los cócteles habituales no lo toleraba bien. En realidad era una carrera contra el tiempo porque había estado 6 meses sin recibir tratamiento alguno y el virus había tenido tiempo de campar a sus anchas ya intra útero.

Cuando Tarek le cogió por primera vez en sus brazos para calmarle, ya no pudo evitar visitarle cada día. En cuanto le acurrucó contra él no tuvo casi necesidad de muchas explicaciones. Su extrema delgadez y esa boca llagada le indicaban su fase terminal de Sida.

A primera hora acudía puntual para darle su desayuno y preguntar si había mejoría en su recuento de Cd4. Las noticias no solían ser muy alentadoras, su carga viral seguía siendo alta.

La mayor parte del tiempo Essien lloraba y lloraba desconsolado. La tarea de conseguir que tomara el biberón con la leche de fórmula solía llevarle una hora porque cuando dejaba de berrear invariablemente se dormía agotado tras dos o tres chupadas al biberón. Se requería mucha paciencia y tesón, algo de lo que Tarek andaba sobrado. Así que era recibido con los brazos abiertos cuando llegaba ya por la puerta arremangándose. Había muy poco personal médico y no daban abasto.

MR BAD GUYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora