I'M GOING SLIGHTLY MAD

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El fin de semana se pasaba volando como arena entre sus manos y Enzo ineludiblemente volvía a Munich. Aún no estaba listo para renunciar a la pasión abrasadora de Lars. No llevaba ni dos días en tierras alemanas y ya se puso en contacto con él. Enzo seguía sintiendo a partes iguales emoción y nervios cada vez que se veían. Estaban de nuevo en su apartamento. Lars bajó las persianas del dormitorio solo hasta la mitad. La claridad era cegadora. Eran las diez de la mañana. Enzo levantó enseguida su polo para despojarle de él. Lars le ayudó elevando los brazos con languidez.

- ¿Ves como te pones? Mucha ropa por aquí y por allá y solo estás deseando quitármela –musitó Lars.

Enzo hundió su boca en su torso desnudo. Era tan grande que se eternizó mientras Lars introducía sus grandes dedos en su pelo. Pasó sus dientes y luego su lengua por sus tetillas casi simultáneamente. Olía a gloria bendita. Bajo la cremallera de su vaquero y lo deslizó fuertemente con las manos.

Se puso en cuclillas para recogerlo. Lo dobló y lo colocó con primor sobre una butaca. Después Lars le despojó con naturalidad de toda su ropa. Le alzó por detrás contra él. Levantó los brazos para recibir pequeños besos en sus axilas. Le mantuvo todo el rato aferrado a él, con los pies en el aire. Su fuerza hizo que todos los miembros de Enzo perdieran el compás.

Sintió su pene duro contra sus nalgas. Estaba en llamas.

- Quiero que me penetres ya –le dijo débilmente.

- Vas a quedar muy bien follado. Por eso no te preocupes.

Enzo gimió de expectación ante sus palabras. Se agitó en el aire con su brazo sujetándole el estómago y su trasero bien pegado a su sexo.

-        Quiero enrojecer tu trasero –le soltó de repente contra su cuello, aún balanceado contra él

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- Quiero enrojecer tu trasero –le soltó de repente contra su cuello, aún balanceado contra él.

Algo dentro de él lo deseaba con locura. Deseaba sus azotes. Lars parecía adivinar lo que estaba pensando y sonrió contra su oreja mordiéndola.

Sin más se sentó en la cama y le suspendió de sus rodillas. Se agarró con una mano a las sábanas y con la otra a la pantorrilla de Lars por detrás. Paseó un dedo por la fina tira de su tanga fucsia a juego con su pantalón. No se lo bajó. Acarició sus nalgas haciendo dibujos con sus dedos.

El 1.79 de Enzo le convertía en pequeño y manejable para él. Hacía lo que quería y cómo quería y Enzo tenía los ojos de par en par sin atreverse a girar la cabeza para verle.

- Estás muy frío –comentó sin parar de pasear sus dedos por su trasero-. Tendremos que solucionar eso.

Con el primer azote se desestabilizó un poco por la sorpresa. Pegó un chillido.

- ¿Quieres más? –le preguntó.

Enzo giró la cabeza esta vez para mirarle. Tenía las palmas extendidas sobre sus nalgas. Quietas. Su mirada era intensa. La de Enzo también. Llegó el segundo. Se desplazó un poco pero Lars le agarró con firmeza de su fina cintura. Volvió a recolocarle. Le masajeó ligeramente antes de asestarle otro tremendo azote. El dolor empezó con sigilo. El cuarto recayó un poco más abajo, en la curva de la nalga izquierda. La excitación de Enzo crecía al mismo ritmo que el dolor. Tras el quinto y el sexto apareció el familiar hormigueo.

- Voy a seguir con el castigo –le informó con voz intensa Lars.

Enzo volvió a girar la cabeza sin poder remediarlo. El ladeó la suya y le dedicó una sonrisa tan maliciosa que sintió un relámpago en la entrepierna. Al mismo tiempo que descargaba el séptimo. Pegó un chillido ahogado.

- Relaja el trasero. No te pongas tan tenso.

- Para ya, por favor.

No sabía de qué parte de su garganta salía ese ruego. Sentía la necesidad de que parara y de que siguiera. Estaba hecho un lío y cada vez más excitado. En realidad creía que más que el dolor temia llegar a un orgasmo en esa posición en la que se encontraba. Sentía inquietud y una emoción extraordinaria.

Lars hizo caso omiso a su suplica. A su trasero en ascuas que acariciaba sin descanso tras cada azote. Llegó el octavo.

- ¡Auuu! –se quejó ya sin reparos-. Por favor...

- Shhhh... qué escandaloso eres.

Su voz denotaba que estaba sonriendo pero esta vez no giró la cabeza para mirarle. Su cabeza no paraba de dar vueltas y su cuerpo parecía que girara con ella en una espiral que le estaba aniquilando lentamente.

Volvió a bajar la guardia y marcó con su palma por novena vez. El dolor subía por las caderas y cintura. Gimoteaba y se retorcía.

- Esto es demasiado hermoso para no dejarse llevar ¿no crees? –le dijo seductoramente.

¿Es que le leía la mente? ¿Cómo podía conocer tan bien las reacciones de su cuerpo? Se mordió los labios ahogando otro grito ante el décimo. No podía más. Iba a reventar. Lo que temía iba a suceder. Se convulsionó. Sintió su semen resbalando por entre sus piernas y su mente se nubló. Sus manos habían dejado de aferrarse a su pantorrilla y no sabía que había sido de ellas y de todo su cuerpo en realidad. Durante unos segundos era todo sensaciones. Lars elevó su trasero más y acarició la parte interna de sus piernas, empapada. Gemia mientras plantaba sonoros besos en sus dos nalgas. Le dolía tanto su solo roce que volvió a aullar. Lars entonces le pegó un mordisco. Su alarido resonó en todo el piso mientras iban remitiendo las réplicas del orgasmo que acababa de sentir.

Se vió trasportado en volandas tal y como estaba, boca abajo. Aterrizo en su cama dando un bote.

Notó el poderoso cuerpo de Lars encima de él. Contrajo las nalgas cuando notó que volvía a pasar las manos por ellas. Engarfió sus largos dedos en la mínima tira de su tanga. Sabía lo que iba a hacer y sintió que el deseo volvía a ascender. Cuando lo estiró su erección volvió a crecer y sintió la presión entre sus nalgas. Estuvo así unos segundos con la tira entre sus dedos índice y corazón. Enzo exhaló contra el edredón sintiéndose muy excitado. Lars se acercó a su oído y llegó a él su susurro ronco:

- ¿De verdad quieres que lo haga?

- Oh, si. Claro que si... -se retorció inflamado-. ¡Rómpelo! –bramó de repente.

Estaba seguro que su bramido le había impactado y excitado aún más. La tira cedió con facilidad ante sus dedos fuertes y diestros. Su tanga quedó rasgado sin ningún impedimento. Dios mío, le gustaba tanto como lo hacía. Pensaba que ya no podría vivir sin su dominio exquisito.

Le elevó el trasero y de un formidable empujón entró en él. Su ano se adaptó al instante a su sexo. A su intrusión bárbara, salvaje, animal. Enzo rugió de placer al oír sus maravillosos gemidos pegados a su oído. Sintió que iban a llegar juntos a esa sensación maravillosa. Lars se desmoronó sobre su cuerpo devastado de dolor y gozo. No se permitió recuperarse, le dio la vuelta con brusquedad y su trasero se resintió de nuevo con el contacto del edredón arrugado. 

 

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MR BAD GUYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora