MAN ON THE PROWL

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Le sujetó en el aire contra su cuerpo. Comparado a él era tan pequeño y ligero que parecía estar cogiendo una sencilla taza de té. Pataleó y pataleó sin mucho éxito. Le aproximó más contra él asegurándole bien aferrados los brazos a su espalda con una de sus manos y con la otra sosteniéndole la cintura. Se podía decir que le mantenía así en vilo contra él con una sola mano y sin aparente esfuerzo.

- Ese papel de doncella ultrajada... Yo no te he corrompido, cariño. Eso espero que me lo admitas.

- ¡Suéltame!

- No eres consciente ¿verdad? Como hueles...

Enterró la nariz en su cuello. La arrastró por él de arriba abajo y le resultó tan sexy que ahogó un quejido. Curiosamente era el olor de Lars el que lo estaba enloqueciendo a él. Y era imposible de eludir tan pegados como estaban.

- Hueles a fiebre –le comunicó mordiendo suavemente su mentón-. ¿Y sabes lo que es bueno para alguien con fiebre?

Buscó su cara para decírselo a los ojos. Para que leyera su boca mientras lo decía.

- Su-dar –musitó con sonrisa glotona.

Esta vez Enzo sí emitió un quejido. Ligero pero audible. El se rió ahora abiertamente, era una carcajada sincera, casi juvenil. Casi tierna.

- No tengas miedo. Te voy a hacer disfrutar. Pero a mi modo –esto último lo dijo como una advertencia y también como un manifiesto muy personal para el que no admitía discusión.

- Me duelen los brazos –se quejó Enzo lastimeramente.

Los tenía bien apresados a la espalda y apenas corría la sangre por sus muñecas. Sintió en verdad dolor. Lars al oír esto hizo una mueca insolente y negó repetidas veces con la cabeza frunciendo los labios. Era tan expresivo, tan atrayente. Enzo se estaba chamuscando y seguía acercándose a él como un irresponsable.

- No querrás solo placer ¿verdad? Quién te habrás creído que eres –dijo ahora con un tono de suave desprecio que le sobrecogió el corazón.

Forcejeó sin éxito. Recordó que tenía la mano larga, que podía pegarle sin escrúpulo alguno. Le dio un miedo espantoso su mirada fría.

- Enzo, eres dueño de tus actos. Me has abierto la puerta y ahora mando yo.

- La has abierto tú.

- ¿Seguro? Enzo, tú tenías el mando y me dejaste tomarlo a mi. Es así de sencillo. ¿Por qué lo niegas?

Pensó en cómo había llegado a esa situación. Lo deseaba. Deseaba que ese hombre ejerciera su poder con él. Lo estaba implorando en realidad.

- Y ahora basta de charlas. He entrado para joderte.

Le tiró boca abajo en el sofá. Le descalzó y le bajó con facilidad el pantalón. Estaba inmovilizado, apenas podía hacer movimiento alguno. Eso dio a su cuerpo una sensación de sobre exposición que le alteró la sangre, el estómago le daba vueltas. Las sensaciones se solapaban unas sobre otras. No sabía lo que hacía Lars de pie detrás de él. No hablaba, casi no respiraba. Pero sabía que estaba excitado y eso daba un vuelco a su estómago de nuevo. Pensó que se había quitado también el pantalón pero no estaba del todo seguro. Le hizo ponerse de rodillas sobre el reposabrazos del sofá. Notó su miembro erecto contra una de sus nalgas. Acto seguido le arrancó sus calzoncillos de un salvaje tirón y chilló. 

Ahora si estaba expuesto, bien expuesto a él y su brutalidad. Pensaba así en esos términos cuando ese miedo atenazante daba paso poco a poco a una expectativa. No sabía que es lo que esperaba en concreto pero se puede decir que estaba expectantemente atemorizado. No era capaz de admitir que eso le volvía loco, absolutamente loco. Le levantó el trasero y separó con brusquedad sus piernas. Se estrelló contra él con todas sus fuerzas. Enzo gritó. El grito le salió feroz, escalofriantemente profundo. Desgarrado y liberador también. Estaba empapado en sudor y no dejaba de temblar y Lars ya había acabado con él. Había sido rápido, brutal, tan animal. 

MR BAD GUYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora