MR BAD GUY

SAVE ME

Empezaba la maquinaria implacable de entrevistas y estrenos en diferentes partes de Europa. Odiaba esa parte tan imprescindible de la promoción de una película. Por una parte como la película competía en el festival de Cannes debían acudir allí y eso le traía magníficos recuerdos de hacía unos años. Allí conoció a Taron, una de las personas más importantes en su vida y en la actualidad uno de sus mayores confidentes. Pero sin duda significaba duro trabajo. Una hilera interminable de entrevistas, agentes de prensa, maquilladores, estilistas. Enzo detestaba cada vez más hablar con extraños y el esfuerzo excesivo de ser agradable y agradar se le hacía cuesta arriba. De tal modo que siempre solía impregnar sus entrevistas de comentarios ácidos y ocurrentes que solían dividir las opiniones. No solía haber términos medios. Había tantos fans acérrimos como haters. Todo él estaba cubierto por el exceso.

El festival duraba de lunes a sábado pero Enzo acudió el miércoles que era el día de proyección de la película y luego tenía varios días de promoción. La película bélica en la que compartía protagonismo con varios actores, siendo todos papeles interesantes por derecho propio, entraba en la programación "fuera de competición". Estaba teniendo críticas muy variadas a pesar de que hubo aplausos y ovaciones el día de la premiere y al día siguiente ya con la prensa al completo para dar su veredicto.

A partir de ahí, Enzo, tras broncearse en la piscina de su hotel y acudir a cuanta fiesta se organizara, empezaba su trabajo duro de promoción.

Pauline acudió como siempre para trabajar conjuntamente con el agente de prensa en las entrevistas que daría. Había unas restricciones claras y no se daban acreditaciones a todas las revistas o periódicos que lo solicitaban. Por supuesto sus amigos periodistas tenían asegurado el pase pero no todos los periódicos trataban bien a Enzo y él solía vengarse restringiendo. Luego le llegaba la lista de periodistas con solicitudes y les hacía un rastreo para hacerse una idea de su curriculum. No necesariamente debían ser admiradores de su trabajo. De hecho, la mayoría de los que dejaba pasar solían ser bastante críticos.

Tarek le echaba mucho de menos, tanto como Enzo a él. Por lo tanto decidió tomar una decisión alocada y coger un avión hasta París y de ahí a Cannes. Quería darle una sorpresa con su llegada. Le cogió un ramo sencillo de fresias amarillas, sus favoritas y entró con decisión a su hotel. Dio su nombre falso en recepción "Wilt Mason" y llamó a la puerta. Como mucho esperaba encontrarse a Duncan, Taron o Pauline. Pero se tropezó en el hall de la habitación con una horda de periodistas, todos sentados como si estuvieran en una sala de espera del dentista, aguardando su turno de entrar a entrevistar a Enzo.

- Hola, Tarek. Qué sorpresa –le saludó Pauline con amplia sonrisa dándole un abrazo.

- He calculado mal. Pensaba que ya habría acabado.

- Bufff, no... -Pauline miró su reloj soplando sobre su flequillo rubio-. Vamos con un poco de retraso.

- El hall está lleno de periodistas. ¿Cuánto le puede quedar?

- Por lo menos dos horas –le informó Matt, su jefe de prensa.

- No le digas a Enzo que he venido. Es una sorpresa.

- Ha sido una magnífica idea. Te estaba echando mucho de menos y ya sabes cómo se pone con estas sesiones maratonianas.

- Voy a poner las fresias en agua.

Al final en vez de darse una vuelta por el bar del hotel para hacer tiempo, se dedicó a hacer de babysitter. Al comprobar que Charlotte, la hija de Pauline y ahijada de Enzo, estaba por allí, se puso a distraerla mientras su madre hacía su trabajo.

Salió el último periodista dos horas y media después. Tarek entró todo ilusionado con su precioso y minimalista ramo de fresias y se encontró la suite de Enzo literalmente plagada de ramos de flores espectaculares. Rosas, lirios, jacintos, narcisos. Era una explosión de color y Tarek se vio ridículo con sus sencillas flores amarillas aunque sabía que a él le volvían loco. Enzo estaba tumbado boca arriba sobre un bonito sillón Luis XV con tapicería de seda y se masajeaba los párpados con el pulgar y el anular en círculos. Al oír cerrarse la puerta dijo sin moverse: