ENZO EFSERYAN (FREDDIE MERCURY) ES UN PROMETEDOR ACTOR DE CINE QUE SE ENCUENTRA EN UNA ENCRUCIJADA CON SU NOVIA PAULINE AMOS (MARY AUSTIN). LO QUE PARECE EL FINAL DE TODO, SERA SOLO EL INICIO DE UNA NUEVA VIDA PARA ENZO.
HAY HOMBRES QUE MERECEN UNA...
Las burbujas del jacuzzi borboteaban y no cabía ni un gramo más de espuma en la bañera. Se habían pasado la madrugada prácticamente en vela. Entre desempaquetar regalos, las maratones de sexo y los jugueteos varios, habían dormitado solo unas horas. Enzo estaba bien, fresco como una manzana pero Tarek se notaba muy poco apto para el día laboral.
- Voy a ir al trabajo hecho una mierda, ¿sabes? –dijo mirándose al gran espejo que hacía de pared frente a la bañera-. Me has exprimido como un triste limoncito y ya nunca volveré a ser el mismo.
- ¿De verdad? –se pasó una lengua cómico por sus abultados labios-. Qué orgulloso me hace eso. Teniendo en cuenta que te saco de ventaja dos años y un virus.
Tarek esbozó una mueca malvada ante su comentario mordaz. Solían bromear de vez en cuando sobre su pobre salud. Eso les hacía sentir bien, ese nexo en común era una de las cosas más fuertes que les podía unir. Tarek observó embelesado el bonito cuerpo desnudo de Enzo mientras se quitaba la bata. Era tan hermoso. Con tanto vello y tan moreno, esa piel olivácea, la elegancia de sus miembros y sobre todo ese trasero pequeñito, duro y respingón. No le extrañaba nada que de adolescente se hubiera ganado unas libras posando para pintores.
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- Eh, ¿qué haces? No invadas mi espacio –se quejó Tarek empujándole sin mucho éxito-. ¿Vas a dejar la mitad de la bañera vacía para poder apachurrarme a gusto?
- Hmmmmm, siiiii –arrugó su bonita nariz enseñándole sus conejiles incisivos y colocando con delicadeza la barbilla sobre su pecho lampiño.
- ¿Con quien hablabas?
Aprovechando que Tarek preparaba el jacuzzi, Enzo había cogido el teléfono para llamar tanto a Pauline como a Dave, su abogado.
- Enzo, ¿no podías esperar al menos a que pintaran las calles? Son las 5 de la mañana.
- No, no podía. Tú eres el culpable.
- Ah, yo. Claro, cómo no –elevó los ojos al techo, enfático.
- Pues si, porque has aceptado ser mi esposo si no te malinterpreté. Tengo que organizarlo todo.
- Oh, Dios –puso los ojos en blanco-. ¿El qué? Tú eres temible cuando organizas. ¿No se te habrá ocurrido una fiesta de disfraces para celebrar nuestro compromiso o algo así?
- Oh, cariño. No seas ridículo. Nosotros estamos por encima de eso. Aunque ya sabes lo que me gusta una fiesta –le hizo un guiño.
- Lo sé.
- No van por ahí los tiros. No contaba con que aceptaras tan pronto.
- ¿Ah, no? Me estoy empezando a arrepentir de ser tan facilón.