MR BAD GUY

DON'T TRY SUICIDE

Leoni y Enzo eran una mezcla explosiva, siempre lo fueron. Si alguna vez hubiera habido sexo entre ellos habrían dinamitado la puñetera cama. Eran demasiado idénticos, de ahí la peligrosidad de su relación. Juntos como asociación armónica eran imbatibles por todas sus cosas en común, su forma de entender la vida y su intelecto. Pero cuando tocaba pelear podía desatarse la tercera guerra mundial y era probable que su onda expansiva tocara a sus personas más cercanas.

A Tarek le caía bien Leoni y viceversa. Su relación siempre había sido armónica y comprensiva. Pero había un antes y un después de la enfermedad de Enzo. Las circunstancias habían cambiado y no era conveniente despertar los fantasmas de Munich. Leoni representaba todo aquel desfase.

- Taron, ¿quieres hacer el favor de decirle a mi marido que Leoni y yo nos vamos para el aeropuerto ya?

- ¿Por qué no se lo dices tú?

- Lo he intentado pero está podando una hiedra en la fachada y no me oye. No quiero distraerle. Díselo tú ¿quieres?

Enzo y Leoni, haciendo planes impulsivos como siempre, habían decidido viajar a Viena para básicamente dedicarse a comprar. De compras hasta reventar, el lema de Enzo que ella siempre había secundado. En un arranque nostálgico en sus interminables conversaciones, decidieron hacer ese viaje juntos y cuando Leoni le habló de las maravillosas tiendas que había en tierras austríacas, Enzo mandó de inmediato a Duncan reservar un vuelo sin dudarlo.

- Para tres ¿no? –dio por sentado Duncan que iría con ellos Tarek.

- Oh, no, querido. Solo nosotros dos. Tarek sufre como un pobre mártir con nuestras sesiones maratonianas de compras.

Leoni se permitió ser su cicerone en aquel viaje en profundidad por las tiendas de lujo de la capital austríaca. En Kohlmarkt visitaron la famosa galería Zacke con infinidad de colecciones de arte chino y japonés que a Enzo le volvía loco. Las compras incluyeron un maravilloso jarrón de la dinastía Qing. El estilo era Bangchuiping con el cuello en forma de bambú. Pintado en vivo esmalte se describía dos damas nobles jugando con un niño en unos jardines. Procedía de una colección húngara y Enzo se enamoró del jarrón al instante. Asimismo compró dos jarrones de la dinastía Song de porcelana con asas enroscadas en forma de dragones que irían a sustituir los jarrones que su amado Tarek le había estampado contra el suelo. 

También adquirió varios platos, boles y bandejas. Era un enamorado de las vajillas y disfrutó como un enano con aquella galería. Tanto que el primer día casi se le pasaron allí metidos. El segundo día visitaron al anticuario Buhlmayer y Enzo se hizo con varios apliques Biedermeier. Aunque había muchos barrios donde entregarse al placer consumista, Leoni le llevó lejos de las calles más típicas. Eligió, conociendo los gustos exquisitos de Enzo, una ruta por tiendas de tendencias y diseño en la zona de Kettenbrückengasse. Y así entre parada y parada exhaustiva podían reponer fuerzas en el Naschmarkt, uno de los pocos mercados al aire libre de Viena. También disfrutaron regateando en el rastro y visitando los pequeños talleres de ropa infantil donde todo estaba hecho de forma artesanal por creadores locales. Enzo compró toneladas de ropa para sus ahijados, sobrinos y retoños varios de sus amigos. Por supuesto no faltaron las visitas a tiendas de muebles vintage, telas, etc.

Las orgías consumistas fueron una prueba de fuego para la resistencia de Enzo. Lo que para él antes podía tratarse de un divertimento y una alegría para el alma, ahora se cobraba su precio en un cansancio nuevo que nunca antes había sentido. Reflexionó sobre ello cuando recalaban en su suite de lujo en la que compartían cama sin más complejos. No quería alertar a Leoni y darla pistas sobre el nuevo estado de su salud. En una de las tiendas había sufrido un pequeño mareo del cual se repuso tumbándose con las piernas en alto. Nada de eso le hubiera pasado antes.