El mundo era una planicie inmensa y negra como boca de lobo. Y Enzo se dirigía sin rumbo fijo chocándose con cosas intangibles y sintiendo un frío de muerte en los huesos. Podía sentir los escalofríos, el movimiento convulsivo de su cuerpo entero. El miedo irracional y el vello de punta erizándose en su nuca. Luego volvió a caer en la inconsciencia.
Enzo no sabía quien era, lo que hacía ni lo que le había pasado. Solo sentía miedo y la catarsis total. Como si anduviera por el borde de un volcán en erupción haciendo malabarismos. Y la lava burbujeante le alargara sus brazos simbólicos para zambullirle y acabar de una vez por todas.
- Cielo mío.
Llegaron a sus oídos esas dos palabras y avanzó entre la espesa negrura. Vio unas manos unidas como en oración. Unas manos ocultas por unos guantes pero que adivinó tendrían el mismo tono oliváceo que la piel de su cara. Tenía colocadas las yemas ligeramente sobre unos labios grandes y gordezuelos. Un extraño collar se bamboleaba con el movimiento ligero de su muñeca.
Era lo primero que veía aparte de la oscuridad más total. Cielo mío, había dicho. Y se lo decía a él. Inequívocamente se estaba dirigiendo a él. Con los ojos entornados tratando de acostumbrarse de nuevo a la luz fue descubriendo más cosas. Un cuello bien definido. Otra vez las manos grandes y expectantes sobre los labios, la nariz nubia de tabique fino y delgado hasta ensancharse en la punta y de repente unos ojos más grandes que el mundo en toda su anchura. Una mirada azul grisácea insondable en su inmensidad que proyectaba brillos cambiantes en sus pupilas. A veces el color era más gris y otras más azul.
Esa misma belleza insólita nada común y toda esa inmensidad de ojos le espantaron. Acobardaron su ánimo de tal modo que comenzó a temblar como una hoja. No podía sostener esa mirada que aún no sabía a quien pertenecía. Eran tan grandes aquellos ojos... Por amables o dulces que fueran tenían la cualidad de amedrentarle, de desnudarle, de bajar sus defensas a la mínima expresión. Y la mirada de aquel ser le estremeció de pies a cabeza.
Quería hablar pero no encontraba su voz. Las quejas ardían agazapadas en su garganta. Ni un hilo de voz podía formarse. Solo una pequeña tos molesta.
Tarek, aquel ser para él entonces monstruoso al que no reconocía, se puso en cuclillas junto a la cama donde se encontraba postrado. Acercó a su boca un paño impregnado en agua para humedecerle ligeramente los labios. Entendió que no podría ingerir aún nada. Agradeció la humedad pero sintió en los labios un resquemor horrible. Acudió a tocárselos pero Tarek se lo impidió.
- No, mi amor. No te los toques. Tienes los labios malos. Espera.
Acercó su boca a la suya y comenzó a soplar sobre ellos. Su desconcierto era mayúsculo, iba en aumento cada minuto que pasaba. Aplicó un ungüento blancuzco con el que sintió un alivio inmediato.
- Así –musitó concentradísimo en el aspecto de sus labios como si no hubiera nada más en el universo entero.
Estaban solos. Solo aquel hombre que le parecía gigantesco y que absorbía con su presencia todo el oxígeno que hubiera. Iba vestido con una bata verde menta, también un gorro del mismo color. Además llevaba guantes de látex. Dedujo que no debía ser su enfermero porque dudosamente un enfermero miraría a su paciente como el le estaba mirando. Entonces ¿quién era aquel ser tan pasmoso que parecía chupar las pocas fuerzas que tenía con solo su mirada?
- Enzo, ¿puedes hablar?
Oyó el sonido de su nombre como algo absolutamente novedoso. Enzo, así se llamaba. En cuanto a hablar aún no sabía si tendría la capacidad de articular palabras. Salió contra todo pronóstico un "Si" algo desmadejado.
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MR BAD GUY
FanficENZO EFSERYAN (FREDDIE MERCURY) ES UN PROMETEDOR ACTOR DE CINE QUE SE ENCUENTRA EN UNA ENCRUCIJADA CON SU NOVIA PAULINE AMOS (MARY AUSTIN). LO QUE PARECE EL FINAL DE TODO, SERA SOLO EL INICIO DE UNA NUEVA VIDA PARA ENZO. HAY HOMBRES QUE MERECEN UNA...