MEMORIES, MEMORIES, HOW LONG CAN YOU STAY?

36 0 0
                                    

- Me tengo que ir ya.

La voz de Enzo casi era un susurro de niño atemorizado y cercado. Su perfecta dicción no servía de nada en aquella caverna oscura y húmeda. El único ruido que se oía eran las múltiples goteras que manaban de los techos de roca. Hacía frío ahí dentro, de su boca entreabierta salía un aliento blanco y denso. Volvió a replicar con un susurro un poco más rotundo:

- Me tengo que ir ahora.

También era una súplica pero no encontraba la salida de esa cueva. A ratos había oscuridad y a ratos luces de neón que salían de un sitio indeterminado.

Su camiseta blanca de manga corta básica estaba hecha hilachas. Los jirones cosquilleaban sobre su pecho mientras avanzaba por pasillos que no terminaban. Los pantaloncitos mínimos de cuero negro bien ajustados a su trasero perfecto y su gorra de policía sobre la cabeza. Buscó sin éxito su chupa de cuero negra y su bufanda blanca y negra de cachemir. ¿Dónde estarían?

Su voz volvió a sonar aniñada cuando por tercera vez expresó su deseo de largarse de allí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Su voz volvió a sonar aniñada cuando por tercera vez expresó su deseo de largarse de allí. En esta ocasión alguien le oyó y tuvo respuesta.

- Aún no.

Fue cuanto dijo. Enzo se volteó para ver a quien pertenecía la voz. El rostro estaba tapado por un antifaz de bufón. Fue a quitárselo pero el hombre le retorció el brazo a la espalda sin apiadarse de sus gritos de dolor.

- Eso no está permitido –le contestó con un tono totalmente neutro y gélido.

Enzo se liberó de él y echó a correr. Corrió con toda la fuerza de sus largas y nervudas piernas pero todo era oscuridad y frío. Al detenerse sintió una pequeña descarga eléctrica en la articulación de la rodilla, en la parte trasera del muslo. El impacto le hizo perder fuerza y cayó al suelo.

Ya no había oscuridad, la luz rojo sangre inundaba todo. Era difícil distinguir ninguna cosa. Enzo solo distinguía su dolor agudo en la pierna, como si se hubiera hecho un esguince. Ese dolor y un sudor frío empapando su poca ropa.

Sintió muchas manos sobre él. Claramente eran todas manos masculinas, fuertes y ásperas. Notó como su pantalón de cuero era desgarrado con la misma facilidad que si fuera papel. Entre todos le cargaron como si estuvieran en mitad de una elaborada coreografía de ballet y Enzo fuera el bailarín principal.

Fue colocado en un potro de gimnasia con delicadeza. Su propia erección chocó contra el cuero haciéndole daño. Hubo alguna risa junto a su oído y diversas lenguas colonizando todo su cuerpo. Alguien le tomó de los brazos por las muñecas estirándoselos. Alzó la mirada y vio que era Pauline quien le agarraba. 

- ¡Enzo, Enzo! ¿Estás bien? ¿Estás bien?

Leoni le zarandeó histérica viendo que no reaccionaba. Tras unos segundos fijó su mirada en ella, pareció volver a hacerse una situación de lugar y dando un suspiro fatigado se tiró de nuevo sobre la cama. Leoni puso su mano de uñas kilométricas sobre su pecho velludo mirándole alarmada.

MR BAD GUYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora