SWEET LADY

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Tras sus merecidas vacaciones, Enzo volvió al negocio de las películas. Estaba en un momento dulce de su vida pero también peliagudo. Su carrera había sido una sucesión de buenas elecciones que le habían reportado buenas críticas y bastantes éxitos de taquilla. Con la ayuda inestimable de un equipo básicamente de grandes amigos, había encadenado una serie de aciertos y actualmente era considerado el actor que más beneficios daba en el negocio. 

Llegado a este punto la montaña de guiones que tenía para leerse en las vacaciones y que por supuesto hizo, como el profesional que era, resultaba una tarea complicada. No leerlos sino acertar con la elección. Estaba muy confuso. Había proyectos con directores que admiraba que sin embargo tenían guiones poco atractivos para él. El sabía que Pauline leía todo lo que la iba llegando a través de su agente, Joanna Cowell y Duncan también los leía junto a él. Siempre necesitaba la opinión de los dos para decidirse por un trabajo. Se encontraba cada vez más indeciso. Eran las dos únicas anclas junto a su familia a las que se aferraba en momentos de especial tormenta interior y esta era una de esas épocas.

Por otro lado cada vez que estaba en Londres además de frecuentar todos sus clubes gays favoritos, restaurantes de lujo, ir al ballet, la opera (sobre todo siempre que cantaba su admirada Sabina Argento), acudía para ver como iban las obras de su mansión eduardiana.

Sin duda alguna, si Enzo no se hubiera dedicado al cine habría sido un excelente interiorista. Según todos los que sabían del tema tenía un gusto exquisito y muchas buenas ideas sobre lo que debería ser su futuro hogar. La mansión seguía su remodelación con bastante retraso debido sobre todo a que Enzo se pasaba la mayor parte del año viviendo fuera. Cuando regresaba por unos días a Londres se reunía con los decoradores, arquitectos y les volvía locos aportando ideas que luego ellos tenían la suficiente confianza para decirle que no eran viables. Enzo no se lo tomaba a mal, tenía muchos planes B y más ideas que tiempo para ponerlas en práctica. No obstante, cuando acudió esta vez con Pauline a la obra vió con orgullo que la parte superior de la casa, donde se albergaría su suite, estaba prácticamente acabada. El siempre iba con enormes dibujos hechos por él enrollados bajo el brazo donde plasmaba con esbozos lo que quería que se hiciera.

Pauline, que estaba nuevamente embarazada ya de 4 meses seguía con su mismo ritmo de trabajo a pesar de las reconvenciones de Enzo, que se podía poner bastante pesado.

- Deberías parar. Delega un poco en Martin, a mi me gusta.

- ¿En serio te gusta?

- Oh vamos, cariño. Es gay ¿verdad? Dime que sí.

- Si, pero es de los tuyos. Siempre está de flor en flor y cuando tiene pareja suele tener bastante mala suerte.

- Da igual, yo no me refería a eso. Es bueno, confío en él y tú puedes dedicarte a relajarte el resto del embarazo y comer por dos.

- Qué tradicional eres a veces. No voy a comer por dos ni a dejar de trabajar. Estoy bien, el bebé está muy bien. No hablemos de eso.

- Solo me preocupo por ti, amor.

- Y yo te lo agradezco pero tienes que darme una respuesta para que se la trasmita a Erich Büchner.

- No lo sé –suspiró Enzo sentándose en un precioso banco de madera junto a un estanque-. Sé que el guión nos ha fascinado a los tres y eso no suele pasar.

- Eso es verdad. Podrías ser el nuevo Flash Gordon. Ese buzo rojo entallando tu cinturita te sentaría muy bien.

- Lo sé. Pero hay algo que no me convence del guión. No me sentiría cómodo.

MR BAD GUYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora