I'VE HAD ENOUGH OF THIS SAME OLD GAME

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Dentro, dentro. Por favor, devuélveme dentro. Tarek estaba tan aturdido por aquella noticia que le había caído como una bomba, que incapaz de procesar más, solo pensaba en esa frase al parecer atolondrada de Enzo.

Aunque ambos pudieran haberse preparado inconscientemente para ese nuevo mazazo, la palabra cáncer estaba otra vez en sus vidas y no podían obviarlo.

Enzo mandó a Carl que le llevara de inmediato a casa de sus padres tras huir como gato por las brasas de la consulta del doctor Deacon. Ellos iban a ser los primeros en saberlo. 

Cuando Enzo se encogió como un gusano contra el vientre de su madre mientras sus dedos se hundían dulcemente en su corto pelo negro, Tarek entendió de repente su extraña frase.

Enzo solo quería volver al vientre materno. Volver a esconderse allí, sano y salvo, sin problemas, sin enfermedades, sin dramas de tintes operísticos. Solo quería volver a ser el feto feliz que una vez fue. Líquido amníotico y toda la paz y bienestar. Por favor, devuélveme dentro.

Sus padres eran maravillosos. Unas personas sencillas y llenas de amor. Podían ser cerradas e intransigentes en cuanto a la sexualidad de su hijo pero al final todos los caminos llevaban lisa y sencillamente al amor. Habían aceptado muy a regañadientes tener un hijo gay y se negaron en redondo a asistir a la boda pero eran buenas personas. A Tarek le trataban con mucha familiaridad, en muchas ocasiones como si se tratara solo de un amigo de Enzo que venía a tomar el té. Quizás solo fuera su mecanismo de defensa pero lo cierto es que Tarek se sentía muy querido y cuidado por ellos.

También eran personas fuertes y sin duda se trataba de un rasgo que habían trasmitido a su hijo. Su fortaleza física era bien palpable. Para su edad; Amir, 70 años y Darya 64, estaban fantásticos. Ese rasgo genético se lo habían legado a Enzo. El tampoco aparentaba sus 42 años recién cumplidos. Por otro lado, estaba su fortaleza mental y de espíritu, igual de importante. También estaba claro de donde le venía a Enzo esa voluntad de hierro y capacidad de lucha. 

Enzo era en extremo familiar. A pesar de haber vivido muchos años fuera de su país, sus padres y hermana eran angulares para él. Se había pasado toda su vida profesional intentando protegerlos con mayor o menor suerte. La prensa les había dejado relativamente en paz pero lo que más le atormentaba era que leyeran de continuo cosas poco agradables sobre él. Las constantes exageraciones de los tabloides británicos que cuando salían publicadas ya no le quedaban ganas de desmentirlas.

Tarek le había dicho en varias ocasiones que quizá fuera el momento de que tanto él como Enzo les comunicaran a sus respectivos padres que eran seropositivos. Enzo le daba vía libre para que Tarek lo hiciera aduciendo que sus padres eran mucho más abiertos que los suyos y no había la misma dificultad. Pero pensaba que en su caso no iba a servir de nada cargarlos con esa información adicional a aquellas alturas. Se trataba de una enfermedad asociada a un estilo concreto de vida sexual y prefería no importunarlos. Este cáncer sin duda era una consecuencia de su hepatitis C, otra enfermedad que ellos desconocían asociada claramente a su promiscuidad. Mantenerlos en la ignorancia le parecía lo más prudente.

Después de la visita a sus padres y estar un rato con ellos, pareció obrar el milagro de serenarle un poco. Aprovechando que podía volver a hablar con él de forma racional, Tarek le aconsejó que debía ponerse en contacto de nuevo cuanto antes con el doctor Deacon. Con su espantada de la consulta no habían tenido la oportunidad de hablar calmadamente del problema.

Esta vez fueron Enzo y Tarek invitados a casa de John. Este vivía en una preciosa mansión en pleno barrio de Belgravia con Verónica, su esposa y sus seis hijos. El último de apenas un año.

Enzo adoraba a aquella familia y esa cocina tan bonita y luminosa que tenían siempre oliendo estupendamente.

Si hubiera sido un heterosexual normal y corriente y no un gay seropositivo y descerebrado, probablemente hubiera aspirado a tener una familia así. Además adoraba a todos sus hijos porque de los vástagos de sus amigos eran sin ninguna duda los más educados. Esos con los que estaba descuidado cuando entraban en su casa porque sabía que no romperían nada.

MR BAD GUYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora