CHINESE TORTURE

44 0 0
                                    

A excepción de la vez anterior cuando Taron y Tarek volvieron de su juerga, no encontró a Enzo malhumorado en su cama. No había regresado aún. Miró el reloj de pared. Eran las cuatro y cuarto de la madrugada. Tuvo un aguijonazo de preocupación y pensó en llamarle al móvil pero decidió que no lo haría. Hubiera sido demasiado patético. Se acostó y se durmió con el olor de Enzo por todo el cuerpo.

- No estuve con ningún ricachón aquí –susurró Enzo fatigado acariciando su nuca rapada a navaja.

- Me da igual.

- No me vengas con eso ahora. Te pusiste como loco de celos.

- No eran celos. Era esa palabra, "ricachón". Es hasta insultante.

- Pues debes saber que buena parte de mis amigos son escandalosamente ricos.

- Como si no lo supiera. ¿Yo soy el único muerto de hambre que te ha provocado orgasmos?

- El único que me ha hecho sentir distinto, si.

Lars se recostó llevándole con él encima. Con la cabeza apoyada en su pecho, Enzo observó por primera vez con verdadera atención sus enormes tatuajes.

- Explícame la historia de tus tatuajes.

- Es solo arte. No tiene otra explicación.

- Lars, ¿por qué tiendes a simplificarte tanto? Me consta que eres un hombre con muchas inquietudes. Se ve en tus cuadros, tus lecturas, tu ropa.

Lars le apartó a un lado con delicadeza. Se levantó de la cama colocándose los calzoncillos.

- Tengo mala conciencia. Voy a encender mi móvil –anunció impasible Lars.

- ¿Qué? ¿Vas a llamar a tu prometido al que conoces de hace nada y sin embargo a mi me derribas al suelo de una torta y me pones el culo como un brasero y no te importa? Trae acá.

Enzo le arrebató el móvil de la mano en un descuido.

- Devuélveme el móvil –advirtió elevando sus cejas en cauta advertencia.

- ¿De verdad me desprecias tanto? –le preguntó con repentina tristeza en la mirada.

- Sigues siendo un terco niñito consentido. No entiendes nada.

- ¿Por qué te gusta pegarme?

- Porque me da un placer insuperable que a ti te excite tanto. Discúteme eso. Después de los azotes estabas totalmente empalmado.

Enrojeció ante sus palabras tan francas, sin tapujos. Se podía decir que sí. Fue sublime.

- Dame el móvil, venga –alargó la mano.

- No quiero que vuelvas a verle.

-        No quiero que vuelvas a verle

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
MR BAD GUYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora