SHEER HEART ATTACK

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Cuando entró en el ascensor ya se fijó en él y percibió como a su vez se fijaba en él al apretar el botón hacia el piso 7. No se sintió particularmente incómodo con sus ojeadas taladradoras. Estaba acostumbrado a que algunos hombres le miraran así. Incluso pensó que podía tratarse de alguien con quien se hubiera acostado en algún momento. No duró mucho el trayecto. Ni siquiera había dado dos pasos atrás cuando el individuo apretó el botón de parada. Enzo no supo cómo reaccionar cuando acto seguido se acercó a él. Parecía que con una sola bocanada podría tragarse todo el aire de aquel minúsculo receptáculo o con uno solo de sus dedos horadarle el gaznate. Le pareció clarísimo de repente que no le iba a pedir un autógrafo.

- Warum haben Sie den Fahrstuhl angehaltet? Was ist los?

Enzo tenía tan interiorizado el alemán que ya podía hablar con bastante fluidez. Le miraba con sincera curiosidad y su pregunta no ocultaba ninguna provocación.

- ¿A mi? No sabría decirte –dijo en perfecto inglés-. ¿Ves este miembro tan abultado bajo mi pantalón?

Enzo no dudó en mirar y comprobó que no era ninguna broma.

- Siempre pasa lo mismo. Mi polla piensa más rápido que mi cerebro. Creo haber oído que a ti te pasa lo mismo. ¡Aléjate de los botones! –se revolvió como una auténtica fiera hacia él y Enzo sintió el corazón subiéndosele a la garganta-. ¿Sabes lo que está pasando ahora?

Enzo negó unas cuantas veces hasta dar de espaldas reculando contra la pared opuesta del ascensor.

- Pienso que debería follarte. ¿Tu polla siente lo mismo?

- Por favor, deja ya este jueguecito. No me hace ninguna gracia.

- A mi tampoco que no me tomes en serio. ¿Acaso se menosprecia una erección? ¿Qué clase de estúpido eres? Toca esto –le agarró la mano y como un rayo la dirigió a su bragueta-. ¿Cuántas veces has tenido la oportunidad de tocar una polla de este tamaño?

Acompañó esa chocante pregunta con una sonrisa de oreja a oreja. Apenas había espacio entre sus dos cuerpos. Era un hombre fuerte y alto. Poderoso. En ese momento de intenso miedo ante su propia insignificancia decidió por inconsciencia retarle.

- Muchas.

Curiosamente le estaba diciendo la verdad con ese "muchas". Entonces le largó un par de bofetones y la fuerza le derribó en el suelo, al que cayó hincado de rodillas. Su voz grave volvió a atenazar su voluntad.

- Levántate. Voy a atarte las manos –anunció con calma quitándose los cordones de una de sus deportivas.

- ¿Para qué? –su pregunta volvió a ser un reto. Seguía de rodillas en el suelo sin obedecer.

- Para evitar que me arañes o golpees. Levántate.

Esta vez no dudó en obedecer antes de que volviera a atizarle. Le cogió la mano con la que se agarraba insistentemente la mejilla para atarle las muñecas.

 Le cogió la mano con la que se agarraba insistentemente la mejilla para atarle las muñecas

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MR BAD GUYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora