1. Besayunos

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Sus manos acarician mi espalda desnuda y sonrío contra la almohada. Es increíble que después de casi cinco meses mantenga esta costumbre sin saltársela ni una sola vez. Me quiere de verdad, lo sé.
Sus labios besan con ternura mi hombro y finjo seguir dormida, disfrutando de sus caricias.
—¿Sabes que sé que te haces la dormida?—ríe contra mi oído de forma sexy y mi cuerpo reacciona.
—Abril se encuentra apagada o fuera de cobertura. Deje su mensaje después de la señal. Biiiip.—trato de no reírme.
Sus besos ascienden hasta mi cuello, dejando un surco húmedo que hace que otra parte de mi se humedezca.
—Solo quería que supieras que voy a besayunarte.—muerde mi oreja.
Trato de contener la risa ante su ñoñada de manual y me dejo llevar por el reguero de besos que descienden por mi espalda hasta el elástico de mi ropa interior.
Me da la vuelta y comienza a bajar lo único que me tapa. Sus ojos llenos de deseo me hacen sentir poderosa, como si de verdad fuese la persona más increíble de todo el universo. Siempre fue así.
Cuando su lengua se encuentra con eso que tanto ansío, no puedo evitar gemir y agarrar su cabello con fuerza, empujando para que intensifique sus movimientos.
En pocos minutos somos una mezcla de sudor y placer. No paro de recorrer su cuerpo hasta que repite mi nombre una y otra vez. Siento que soy su dueña por completo y hace que yo me quiera un poco más.
Me subo encima y muevo mis caderas contra él. Siempre llevo el mando, me gusta sentir que tengo el control absoluto de la situación.
Me apoyo contra su pecho y él acaricia mi rostro con cariño. A veces siento que tenemos visiones diferentes de esto. Mientras él es pura delicadeza y pasión, yo puro fuego y salvaje.
Araño sus músculos mientras él parece llegar al clímax y me acerca para besarme. Nos besamos gimiendo en la boca del otro. Nuestras lenguas bailan y nuestras manos marcan el ritmo.
Un último movimiento y caemos rendidos sobre las sábanas de color verde, intentando acompasar la respiración mientras miramos el techo.
Cierro los ojos con una sonrisa en los labios y él entrelaza sus manos con las mías. Un silencio cómodo nos envuelve y me quedo de nuevo dormida. Con él me siento en paz.
En algún momento me dice que va a la ducha y yo me quedo adormilada abrazando su almohada, aspirando su aroma particular.
Esta es la primera vez que estoy en su casa y los nervios están a flor de piel, me da miedo caerle mal a su familia que por suerte ha salido esta mañana a cumplir unos recados, aunque juraría que se han ido para darnos intimidad, cosa que en parte me avergüenza. Son muy abiertos en ese sentido.
Estoy medio dormida cuando unas manos congeladas se posan en mis riñones.
—¡Joder!—salto de la cama como un animal salvaje.
—¡Mayo! No sabía que eras spiderman.
Carlos se coge la barriga en un ataque de risa y yo le estampo la almohada en la cara.
—¡Eres idiota!—me quejo.
—Pero soy tu idiota ¿no?—me acerca hacia él besando mi mejilla.
Voy a besarlo cuando unos toques en la puerta nos sobresalta.
—¡Hemos llegado tortolitos! ¡Tenéis diez minutos para vestiros!
La voz de Carla hace que busque con pánico mi ropa y su madre la regaña mientras ella se ríe.
—¿Sabes si se puede devolver a una hermana?—suspira Carlos mientras busca ropa.
—Creo que a tu madre no le haría mucha gracias el proceso de devolución.—me río y me subo los vaqueros.
Carlos arruga la nariz asqueado y yo le doy un beso en la mejilla a la vez que me peino lo mejor posible delante de su espejo de pie. Es una auténtica maravilla tener el pelo corto, pero para los momentos de sexo salvaje, es casi imposible domarlo, aún así no me arrepiento de haberlo cortado. Necesitaba un cambio y Bea vio potencial para crear prendas que destacasen mi cuello y hombros ahora que estaban al descubierto.
—¿Te he dicho ya que eres guapísima?—me abraza por la espalda y apoya su barbilla en mi hombro.
—¿Unas mil veces?—sonrío a nuestro reflejo.
—Mmmm... deberían ser mil una. Eres guapísima.
Pongo los ojos en blanco y me sonrojo. No consigo acostumbrarme a tantas muestras de cariño.
Un nuevo grito de Carla hace que nos separemos asustados. Salimos de la habitación para que no crean que ha pasado lo que sí ha pasado y Carla me coge del brazo nada más salir para llevarme a su habitación.
—¿Sabes que es mi novia?—le dice Carlos frustrado.
—¡Te recuerdo que es demasiado buena para ti! Voy a darle un poco de diversión en esta casa, que contigo se aburre un muerto.—le saca la lengua y se burla de él.
Adoro a esta chica.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora