79. Es lo más bonito que me has dicho en todo este mes

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Decir que me siento como una mierda se queda demasiado corto. Aunque mi padre me dio una de las mejores noticias de mi vida, Héctor no estaba para dármela. No mandó ni un mísero mensaje y eso es lo que más me dolió. Tampoco respondió a mis mensajes.
No sé qué es lo que pasó en ese almuerzo que ha vuelto a la dinámica de evitarme, pero esta vez su actuación es de óscar, ni siquiera me mira cuando paso por su lado para servir una mesa ni cuando le paso la comanda. Es la primera vez que lo veo tan serio u frío. Antes, cuando trataba de evitarme, al menos se le veía tenso o mínimamente nervioso, pero ahora es muy diferente. Como si yo no hubiese sido nada en su vida y fuese una compañera de trabajo a la que apenas conoce.
Isa pasa por mi lado y me choca conmigo. Cae su bandeja al suelo de forma sonora y ella mira como rueda de un lado a otro sin detenerla.
—Lo siento mucho —dice de repente y se agacha a cogerla y se va con paso ligero.
¿Isa disculpándose? Algo anda mal. Muy mal.
Me disculpo con la sala y cuando me cruzo con Héctor aprovecho mi frustración y pego mi bandeja a su pecho con brusquedad de forma que se para en seco.
—Cúbreme —le exijo sin apenas mirarle.
Sigo a Isa y cuando entro en la sala de estar, me sorprendo al verla en el sofá con las manos tapando su rostro. Cierro la puerta para que nadie pueda molestarnos.
—¿Estás bien?
Se tensa de forma instantánea y se limpia el rostro antes de mirarme con la misma cara de odio de siempre, pero sus ojos siguen enrojecidos.
—Sí, entrometida, ya puedes volver al trabajo.
Respiro profundamente e intento relajarme. Mandarla a la mierda no serviría de nada, aunque hay veces que me cuesta muchísimo no hacerlo.
—Evidentemente no estás bien. ¿Quieres hablar?
—Jesús... ¡¿A ti te pagan por trabajar o por meterte en la vida de los demás?!
—¡Eres inaguantable!
—¿Te cuento un secreto? ¡No me importa!
—¿Te cuento yo otro? ¡Vas a quedarte sola a este ritmo!
De pronto se calla y me mira con los ojos abiertos como platos. Muerde su labio y mira hacia sus zapatillas con el ceño fruncido. Estupendo, ahora me siento peor.
Me acerco y me siento a su lado soltando un sonoro suspiro.
—Si tanto asco te da estar conmigo, nadie te ha pedido que te quedes.
—Eres muy complicada. ¿Lo sabías?
Se encoge de hombros y se reclina hacia atrás para mirar al techo. Nos quedamos en silencio por unos segundos hasta que decido volver a intentarlo.
—No me da asco estar contigo, aunque reconozco que me lo pones difícil, sobre todo cuando me odias desde el momento que entré por la puerta.
—No te odio desde que entraste por la puerta —señala la del cuarto—, sino desde que llegaste a trabajar.
Me quedo unos segundos sorprendida e Isa estalla en una carcajada que me hace fijarme en ella por primera vez. Sin ese ceño fruncido y con una sonrisa en la cara, es verdaderamente guapa. Diría que tiene un rostro casi angelical.
—¿Eso ha sido una broma?
—Puede —me mira con una media sonrisa.
Esta vez soy yo la que me río sin poder evitarlo. Creo que es la primera vez que bromea conmigo sin intentar ofenderme de forma directa. Ha sido una broma sin más.
—No te odio —evita mi mirada—. Quizá no seas mi persona favorita de este mundo, pero no te odio.
—Vaya, creo que es lo más bonito que me has dicho en todo este mes —le sonrío.
Me devuelve la sonrisa con timidez y junto mi hombro con el suyo para animarla a hablar, aunque creo que sé por dónde va la cosa. Me mira visiblemente incómoda, por lo que decido abordar lo que creo que le pasa.
—Estás rara desde lo de Mario.
—No me lo recuerdes, por favor —masculla entre dientes.
—Y luego me decías que si me pagaban por fo...
—¡Calla! —se tapa la cara roja de vergüenza—. ¡Tú ganas! Retiro todas las veces que fui cruel —se le escapa una pequeña sonrisa.
—Gracias.
Me vuelve a mirar con timidez y esta vez, es ella quien decide hablar.
—Mario está distante conmigo desde... eso.
—¿Te gusta?
—Evidentemente. Yo no me voy tirando a gente porque sí —me mira de reojo.
Diría que yo tampoco, pero es una realidad que yo y Tinder tenemos un pasado bastante oscuro que es mejor ni recordar.
Le pregunto si ha intentado hablar con él al respecto, pero por lo visto, desde que tuvieron aquel encuentro en el baño apenas son capaces de mirarse a la cara. Me recuerda demasiado a lo que nos pasó a Héctor y a mí.
—La única solución es que habléis.
—Vaya, te cuento todo esto para que me des la solución obvia —resopla.
—No, no es la solución obvia, si fuese así ya lo habríais hecho. Estáis tomando la opción de evitar lo que ha pasado para ver si así con el tiempo se normaliza. Alerta spoiler: no lo hará.
La puerta se abre y aparece Héctor portando mi bandeja. Me levanto del asiento no sin antes dar un apretón de ánimo en el hombro a Isa.
—-Necesito que...
—Sí, que vuelva al trabajo. Entendido. —Le arrebato la bandeja sin mirarle—. Isa, yo te cubro —le sonrío.
Isa susurra un "gracias" y escucho las pisadas de Héctor a mis espaldas, pero no me giro en ningún momento. Si quiere jugar a ignorarme estupendo, pero no pienso dejar que le afecte. No en el maldito trabajo.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora