115. ¿No lo estoy haciendo?

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Actualidad.

Héctor:

Leticia sonríe y yo me reajusto la bufanda. La brisa de finales de noviembre no es muy gélida, pero la conversación que estamos a punte de tener hace que el frío se intensifique. Diez meses me ha tomado.
—¿Qué sentiste cuando se fue?
No puedo ponerme nombre a la emoción. Sería injusto describir aquella clase de dolor con una simple palabra. Podría decir muchos sustantivos contradictorios: traición, tranquilidad, desesperación, alivio... Pero, al final, solo pude reaccionar de la única forma que no me hundiría al fondo del lodo. Indiferencia.
—La certeza de que nadie me querría como lo hizo ella —se me hace un nudo en la garganta.
Me acerca la caja de pañuelos. Los miro sin entender por qué me la acerca, hasta que de pronto soy consciente de que las lágrimas empañan mi rostro. Silenciosas, pero abundantes. Las quito con rabia.
—¿Alguna vez lo hablaste con alguien?
—No.
—¿Por qué?
—Era más fácil no pensar. Así la culpabilidad se iría.
—Sabes que no fue tu culpa.
—Pude estar con ella y no lo hice. ¡Joder!
Pongo las manos en mi cabeza y reprimo el ataque de pánico que está a punto de darme.
La culpabilidad llega en ráfagas que me asfixian. Esa noche tomé una sola elección que me perseguirá toda mi vida. Recuerdo su rostro y por una milésima de segundo, desearía morir para quitar todo el dolor.
—Necesitas llorar —su tono dulce hace que se me encoja el corazón.
—¿No lo estoy haciendo? —río sin poder evitarlo.
—Tu cuerpo lo está haciendo, pero necesitas dejarte llevar por esa tristeza. Llorar con todas tus fuerzas.
Hago una mueca que pretende ser una sonrisa y niego con la cabeza. No pienso hundirme más ni soltar más lágrimas. He tenido suficiente.
Leticia termina de escribir en su hoja repleta de anotaciones y yo espero el resto de preguntas con incomodidad. He hablado demasiado por hoy.
—¿Y por qué dejaste a Abril?
—Me recordaba a lo que pasó.
—Pero fingiste una infidelidad.
—Si ella no me dejaba... Yo no podría hacerlo.
—Cuando se enteró de todo esto, fue el desencadenante para volver a separaros. ¿No eras más fácil ser sincero?
—¿Cómo? ¿Cómo explicarle que llevo toda la vida culpándola de algo que no tiene culpa?
Ambos sabemos la respuesta. Yo la sé desde hace demasiado tiempo.
Es más fácil ser un cabrón ególatra que asumir que fui un cobarde y un egoísta de mierda que la dejó sola en aquella habitación blanca.
—¿Piensas que Abril no te quiso lo suficiente?
Su pregunta me sorprende. Miro mis manos unos segundos y pienso en todas aquellas veces que Abril intentó acercarse y yo la alejé constantemente. Sabía que me quería, al igual que yo sabía que estaba completamente loco por ella, pero no era capaz de enfrentarme a ello tras lo ocurrido.
—No lo sé.
—O... quizá te convenciste de que no merecías amor.
Las verdades duelen más de lo que nunca podría haber pensado. Te oprimen el pecho hasta sentir que el aire no llega a tus pulmones.
Me encojo de hombros mientras asimilo el peso de sus palabras. Jamás he tenido una conversación tan sincera como esta. Siento que le están viendo desnudo y es una sensación de mierda. Tengo miedo, aunque sé que ella jamás lo utilizaría hacia mí.
Me repito una vez más que gracias a esto estoy reconduciendo mi vida y recuerda las palabras que ella me dijo al principio. Esto es una montaña rusa de emociones. Habrá semanas mejores, otras peores, pero aunque a veces sienta que retrocedo, siempre iré dando pequeños pasos hacia delante.
—¿Quieres a Sara?
—Sí —respondo sin pensar.
—¿Qué pasaría si te hiciese la misma pregunta con Abril?
Mentir. Pero ¿para qué? No, mejor ser sincero.
Me prometí hace mucho ser yo mismo, al menos dentro de estas paredes color perla y estas paredes llenas de títulos y libros de toda clase de colores.
Reajusta sus gafas y espera mi respuesta con una tranquilidad envidiable. Ojalá tuviese esa capacidad
—Te diría que estoy jodidamente enamorado de ella.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora