67. Apuestas

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Muevo mis caderas mucho más lento para después acelerar el ritmo al son de Héctor. Nuestras miradas están conectadas y nuestros cuerpos  sudorosos se fusionan con el otro. Jamás pensé que volveríamos a hacer esto, pero se siente tan bien, que me arrepiento de no haberlo hecho antes.
Acaricia la piel de lo vientre mientras yo paso una mano por su cabello sudoroso y me quedo a unos centímetros de sus labios para volver a bajar hasta estar prácticamente de rodillas.
Nuestros pechos agitados ya casi no aguantan más y cuando unos aplausos invaden la sala, nos sentimos plenamente orgullosos.
—Vaya —dice Mario sorprendido—, no sé de qué estoy más sorprendido, si de que Héctor baile a Britney Spears mejor que Britney Spears, o de verlo bailando Britney Spears con falda —toma otro sorbo de su nueva creación.
—Definitivamente: me quedo con que baile mejor que Britney —alza la copa Bea.
—Igual —brinda la copa con ella Luis.
—No me esperaba que bailase tan bien —sonríe Nerea.
—Lo hizo tan bien que ha dado hasta grima —arruga la nariz Isa.
Héctor apoya las manos en sus caderas para recuperar el aire mientras nos mira a todos con indignación latente.
Nos señala con el dedo uno a uno con aire dramático.
—¿Y no os sorprende verme con falda?
Nos miramos en silencio y respondemos un "no" al unísono que provoca un ataque de risa conjunto, aunque a Héctor no demasiado, cosa que hace que nos riamos aún más.
—Con lo pervertido que sois, no me extraña que tengáis gusto peculiares.
Fulmino a Isa con la mirada y a Luis, quien se une a su risa. Pone las manos en alto y me mira con aire de culpabilidad.
—¿Os han contado la historia de cuando Abril se cayó desnuda encima de él?
Todos miran a Isa repentinamente, aunque a quien le sorprende realmente es a Bea y Luis. Mierda. Esta chica se ha propuesto arruinarme la vida de verdad.
—Creo que te has pasado de copas —la fulmina Héctor con la mirada.
—¿Me explicáis que está pasando? —alza una ceja Luis.
No me queda de otra que contar la maldita patética historia. A Bea le da un ataque de risa mientras Luis suelta un "no me extraña viniendo de vosotros". Mario ríe y recalca que es imposible que tengamos tan mala suerte, pero no sabe a qué nivel la tenemos.
La noche pasa entre conversaciones agradables hasta que llega un punto, en el que todos han bebido demasiado, incluida yo, aunque voy unas copas por detrás de ellos.
Voy a la cocina a traer más hielos mientras Héctor friega algunos platos que no vamos a utilizar más.
Me doy la vuelta y lo veo observarme con una extraña sonrisa en los labios.
—¿Tengo monos en la cara?
—No, solo pensaba en lo preciosa que estás cuando eres feliz.
Siento que la respiración me abandona durante unos segundos a la vez que mis mejillas se sonrojan, por lo que agradezco la oscuridad de la cocina.
—Joder, o sea, quiero decir... Que me alegra verte bien —se pasa las manos por el pelo visiblemente incómodo.
Me apoyo contra la isla de la cocina y miro mis zapatillas unos segundos, tratando de buscar las palabras adecuadas.
—Es porque tú estás aquí —susurro—. Quiero decir... ya sabes, estáis todos aquí —me encojo de hombros.
Escucho sus pisadas y veo sus botas junto a las mías. Pienso en lo pequeños que son mis pies a su lado, en lo pequeña que parezco a su lado y en lo grande que me siento junto a él.
Me atrevo a mirarlo a los ojos.
—¿Por qué dijiste aquello? —pregunta en voz baja.
—¿El qué? —lo miro sorprendida.
—En la playa, cuando has respondido por mí.
La intensidad de sus ojos verdes me hacen apartar la mirada y centrarme en las baldosas blanquecinas de la pared.
Me demoro en contestar, pero él no me presiona para hacerlo.
—Lo vi en tus ojos, como la miras —sonrío.
—¿Crees que la miro como te miraba a ti?
Afino los labios y me encojo un poco más ante sus preguntas.
—Héctor, creo que el alcohol te hace hacer preguntas que no quieres hacer.
—Creo que el alcohol me da la valentía de hacer las preguntas que quiero hacer.
Nuestras miradas vuelven a cruzarse y lo noto un poco más cerca que antes, como si nuestros cuerpos estuviesen orbitando uno hacia el otro.
—Creo que te gusta mucho. Es guapa, inteligente y divertida.
—Pero no eres tú.
Unos centímetros más y nuestros labios están a apenas un suspiro de tocarse.
—¿Lo quieres? —su susurro provoca un escalofrío a lo largo de mi columna vertebral.
—Héctor...
—Responde a la jodida pregunta —su vocabulario no acompaña a la súplica de su voz.
—Lo querré.
Una pequeña risa escapa de sus labios y sin poder evitarlo me acerco un poco más, a unos dolorosos milímetros de rozarlo.
—Dicen que es de necios apostar por el futuro sin pensar en el presente —ríe en mi oído.
—No sirve de nada apostarlo todo al hoy si mañana significa que puedes perderlo todo.
—Touché.
No sé en qué momento he acabado subida encima del frío metal, con los brazos de Héctor a cada lado de mis caderas, pero mis palpitaciones me ensordecen y siento que el calor se traslada por debajo de mi vientre.
Mis manos suben por su cuello hasta llegar a su pelo y quitarle las coletas, adentrando mis dedos por su cabello negro. Sus manos recorren mis tobillos subiendo a lo largo de mis piernas desnudas y se paran en los extremos de mis muslos. Lo atraigo hacia mí sin poder evitarlo.
—Somos un fracaso asegurado —susurra en mis labios.
—El mayor de los fracasos —digo casi sin aliento.
—Lo que sois es dos inconscientes.
La voz de Bea me paraliza y aparta a Héctor bruscamente de mí. Mira a su espalda  y cuando comprueba que estamos solos, nos señala con un gesto.
—Tenéis suerte de que haya entrado yo y no Luis, porque entonces, tú ahora mismo no tendrías novio y tú —señala a Héctor—, estarías en serios problemas.
La vergüenza me invade por completo y veo como Héctor mira al suelo, a una esquina sin ser capaz de mirarla a los ojos.
—No estábamos...
—Lo sé —lo corta—, pero ibais a cagarla una vez más. Mirad chicos, si queréis follar como animales y equivocaros por tercera vez, bien, pero no jodiendo a otras personas. Tomad una decisión.
Héctor y yo nos miramos con pánico en los ojos y sabemos qué es lo correcto.
—Lo siento, estoy algo borracho. No volverá a haber ningún malentendido —sale de la sala a toda prisa.
Las lágrimas invaden los ojos y asiento. Es lo correcto.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora