Actualidad.
Héctor:
Me repito una y otra vez que esto es un paso, y un paso muy importante. Que crea que nos estamos usando para olvidar nuestros problemas, no es sinónimo de que esto no pueda funcionar, y tiene que hacerlo, porque de esto depende que sea capaz de rehacer mi vida y dejar los problemas en el pasado sin que afecten al presente. Me gusta estar con Sara y me aporta todo lo que necesito ahora mismo. Eso es más que suficiente.
Caminamos por la orilla con el fondo de las raquetas de playa, algo de música y el murmullo de la gente que entra y sale del agua. Hoy hay bastante gente.
Una pareja de ancianos pasa por nuestro lado cogidos de la mano y me pregunto si alguna vez voy a estar toda la vida con alguien. Si alguien me escogería para siempre pese a todo.
Miro a Sara de soslayo quien mira sus pisadas sobre la arena y me fijo en lo pequeños que son sus pies en comparación con los míos. Me sorprende que alguien de su estatura sea capaz de lidiar con alguien de la mía, aunque lo que más me intriga, es por qué ha llegado a saber noquear a una persona de esa forma. Qué clase de infancia habrá tenido.
—Deja de mirarme, acosador —muestra una pequeña sonrisa.
—Es imposible que sepas que te estoy mirando.
No he movido la cabeza, tan solo un sutil movimiento de ojos y ella no ha dirigido su mirada hacia mí en ningún instante.
—Siempre hay que estar preparado para cuando... ¡el enemigo ataque!
Una bola de arena impacta de improvisto contra mi pecho. La agilidad que tiene es sorprendente. Prepara otra mientras me mira con burla y la amasa con cierto aire de prepotencia.
—¿Qué? Te veía sumido en un silencio muy dramático y pensé en darle algo de vidilla.
—¿Estás preparada para la gue... —otra bola impacta en mi cuerpo.
—Quién dispara primero da dos veces.
Corre hacia una pequeña zona donde no hay apenas gente y comenzamos la guerra de arena. Se me hace extraño que no sea Abril quien está al otro lado. Los patrones de Sara son complicados de seguir. Hemos pactado tres tiros limpios. Quien reciba el tercer impacto tiene que hacer lo que el otro quiera.
Pierdo. Directamente y de forma simplificada. Sara rueda por la arena para esquivar y tiene una flexibilidad que hace que mi teoría de que es una espía infiltrada aumente por momentos.
Me sonríe victoriosa mientras escucho las risas de unos adolescentes que se burlan de mi derrota. Estupendo, encima tengo que lidiar con que mi humillación sea pública. Es jodidamente vergonzoso.
—Tienes mucho que aprender —me toca con un dedo en el costado.
—¿Vas a enseñarme sargento? —la miro de arriba abajo.
Sara adquiere de repente una pose recta y altiva mientras separa las piernas y pone sus manos bajo su espalda.
—Primera norma. Ni se te ocurra mirar a tu sargento a los ojos a no ser que te lo pida —hiergue la espalda y da pequeñas vueltas a mi alrededor—. Segunda normal. Da un toque a mis piernas con las suyas para que las mantenga juntas y me obliga a enderezar la espalda y que mantenga los brazos rectos a cada lado de mi cuerpo—. La pose. Tercera norma.. —se acerca a mis labios—, tienes que besarme cada vez que te lo pida —sonríe.
Junto mis labios con los suyos hasta que los mismos adolescentes nos gritan algo sobre un hotel y les hago la peseta de forma descarada al grito de "que os jodan".
Sara me regaña y me hace seguir andando entre más risas.
—Bueno, di. ¿Qué deseo sexual quieres que cumpla? —le guiño un ojo.
—Quiero que me digas por qué me mirabas de reojo.
Su respuesta me sorprende. Haciendo acopio de todo el valor que tengo, que cabe la pena decir que es bastante poco, le contesto.
—Porque quiero decirte algo, pero no creo que este sea el momento ni el lugar.
—Si vas a dejarme, da igual el momento y el lugar —bromea.
—Vaya, y yo que te iba a dejar en lo más alto de la Torre Eiffel con una copa de champán del caro...
—Estás obligado a hacerlo así cuando me dejes —me guiña el ojo.
—¿Y por qué no ibas a dejarme, por ejemplo, tú?
Se hace un silencio que me parece incómodo y me mira de una forma que no sé como interpretar.
—Creo que ambos sabemos que yo no sería quien lo hiciera —me sonríe.
Intento rebatirle e incluso decirle lo que había pensado hacer, per me interrumpe al ponerse delante de mí y taparme los labios.
—No digas eso que me quieres decir. Resérvalo para cuando te salga solo, y no con la necesidad de sobrepensarlo.
Y una vez más. Me deja noqueado.
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Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Romance2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...