100. Chapita de super amigos

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Actualidad.

Héctor:

Recojo mis cosas de la taquilla mientras Mario está de brazos cruzados a mis espaldas y con cara de pocos amigos. Creo que es la primera vez que lo veo enfadado.
Tras hace un par de días la discusión de la playa, todo se ha convertido en una pesadilla. Sara y yo estamos en una especie de Guerra Fría debido a que yo no respondo a sus preguntas con la sinceridad que a ella le caracteriza, a la vez me molesta que ella lo lleve tan bien y para rematarlo, dejo mi puesto de trabajo para irme al otro restaurante. Paco me hizo un favor enorme.
—Aún no lo entiendo. Te coges una semana de vacaciones y a mitad de ellas, decides marcharte.
—No hay nada que entender.
Mario se apoya en la taquilla de al lado e intenta tener contacto visual conmigo, pero sigo con mis tareas y comienzo a doblar la ropa de recambio para meterla en la maleta.
—Llevamos trabajando juntos todo lo que llevamos de año...
—Seis meses —recalco.
—Lo que sea. ¿No te suponemos nada? ¿Te vas sin avisar y fin?
Doy un portazo más fuerte de lo necesario que no parece impresionarle demasiado y cierro la cremallera tras terminar. No me apetece que nadie me vuelva a trata como si cometiese un gran error o hiciese daño de forma intencionada.
—He estado aquí para trabajar y eso hice.
—Hemos sido compañeros tío. Hemos ido en coche juntos, nos hemos descojonado en innumerables ocasiones y...
—¿Qué coño quieres de mí? ¿Quieres una chapita de super amigos del alma? ¿O es porque te da pánico quedarte con Paco? —suelto la maleta con enfado.
Mario me mira sin un ápice de sorpresa y se sienta en el banco reprimiendo una sonrisa que justo ahora me pone de muy mal humor.
Por supuesto que odio irme de un trabajo en el que estoy genial, pero esto solo será unos meses, hasta que Abril vuelva a clases, solo que no puedo explicar el por qué. No ahora que no me entiendo a mí mismo y mi vida está patas arriba.
Este era mi refugio, frente al mar y con personas que me caían bastante bien, incluso la pirada de Isa. Claro que me aterra irme a trabajar con personas de más de cincuenta años en el centro de la ciudad y en horario de mierda, pero eso eso o arruinar mi relación por no saber estar cerca de Abril.
Mario hace una mueca que me hace sentir como un auténtico capullo.
—¿Sabes? Es cierto que no me hace ni puñetera gracia quedarme con él, pero esto no era por egoísmo, sino porque creía que merecías la pena. Perdona por el error.
Sus palabras me duelen más de lo que pudiese llegar a admitir. Últimamente todo me duele demasiado. Añoro la vida que tenía antes de ella, aunque a veces fuese monótona y vacía.
—¿Me vas a contar qué te pasa con él?
Para justo antes de salir. Se da la vuelta y se apoya contra ella con los brazos cruzados.
—Te lo cuento si tú me cuentas por qué te vas.
—Eres un chantajista —bufo.
—No amigo, solo juego con tus normas.
Cojo mi maleta y camino hacia él para que me deje pasar. Al ver que no sigo los comentarios, se aparta de la puerta y se para justo al lado, para que pueda irme en cualquier momento.
Cojo el pomo de la puerta y abro, pero justo antes de irme, no puedo evitar decirlo.
—Si necesitas cualquier cosa...
—Ya, ya —le quita importancia—. Te diría lo mismo, pero es evidente que no vas a contar conmigo —se ríe con sinceridad—. Que te vaya bien —da un pequeño toque en mi hombro y se va hacia los baños.
Miro la habitación que se ha quedado vacía y suspiro de forma pesada. Tengo claro que esto será solo un par de meses, pero la realidad es muy distinta. ¿Y si el jefe encuentra a un sustituto para mí? Quizá alguien que no tenga que volver a estudiar y esté con una jornada completa. Ahora me arrepiento de mi decisión, aunque sé que la pena se irá en algún momento. Tampoco es que no los vaya a volver a ver. Puedo venir cuando quiera.
Encamino el pasillo y entro en la cocina para despedirme de Nerea, quien ya está con ojos llorosos preparando varios tuppers que asumo que me obligará a llevarme. Su pelo castaño está algo desordenado debido al trabajo y su delantal ya está desabrochado para prepararse para el descanso.
Repara en mí y me hace un gesto para que mantenga el silencio mientras le hace un nudo a una bolsa de plástico verde.
—Estoy enfadada, Dios sabe cuanto.
—¿Tú? ¿Esa emoción está en tu repertorio? —me burlo.
Me intenta mirar con enfado, pero su rostro, como de costumbre, es demasiado dulce para ello y solo ocasiona que me ría aún más.
—Pues sí, aunque no lo parezca lo estoy —pone los brazos en jarras—. Ni una cena de despedida, ni un aviso con antelación...
—Me has preparado cena para toda la semana —me burlo.
Resopla y un mechón de su cabello se mueve bruscamente.
—Sabes que las mejores hamburguesas son las mías —me sonríe.
—Y no te las mereces.
Una voz que sí que suena cabreada hace que me de la vuelta. Isa está en la entrada de la cocina con el ceño fruncido y serio. Cómo no.
—¿Quieres un abrazo de despedida? —abro los brazos con una sonrisa.
—Vete al infierno.
—Pues dame ese abrazo —le guiño el ojo.
—¡Héctor! Dale un respiro a la pobre, está triste —se ríe Nerea.
—¡Y una porra!
—Lo siento, lo siento —se disculpa riendo aún más.
—Perdonad —Mario aparece de nuevo y le pasa el brazo por los hombros a Isa para mi sorpresa—, pero a mi chica solo la abrazo yo.
No puedo evitar sonreír al ver como Isa se sonroja y se suelta rápidamente de los brazos de Mario, quien la intenta molestar con sonidos de besos e intentando abrazarla.
Nerea se muerde el labio reteniendo la risa y se acerca a mí con complicidad.
—¿Tú sabías algo de esto?
—Lo intuía, pero no de forma oficial —le sonrío.
—¡No cuchicheéis! —nos regaña ella.
Los miro a todos con el corazón en un puño y me vuelvo a tratar de convencer que son solo unos meses y que espero que pueda volver.
Isa aprieta los puños y vuelve a ponerse seria. Mira al suelo antes de volver a mirarme.
—¿Abril lo sabe?
Mi silencio otorga la respuesta. Parece decepcionada.
—Has dejado que lo personal interfiera en el trabajo. Me decepcionas.
Y se va tras decirme la mayor verdad que he podido escuchar.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora