Hace 6 meses...
Sé que estoy siendo una imprudente en demasiados aspectos, pero ¿cómo renunciar a la mismísima manzana del jardín del edén? Vale, me queda claro que soy una dramática exagerada, pero sus ojos son mucho más que una dulce tentación, es algo que te hace perder la cabeza por completo y aventurarte en lados oscuros que ni siquiera sabías que tenías. Mi perdición.
Héctor quita mi sudadera mientras mis manos se adentran por la suya y tocan su torso definido, sintiendo el calor que desprende a través de la yema de mis dedos.
El cuarto de contadores es un pequeño cubículo en el que caben unas tres personas como demasiado y sí, esta está siendo mi segunda imprudencia, puesto que Héctor y yo nos hemos refugiado aquí para hacer cosas que no se deberían hacer en un cuarto de contadores y en ningún sitio público en general. Mis padres no tardarán mucho en llegar, por lo que mi casa no es una opción segura. Cómo nos pillen mis vecinos me muero.
Subo los brazos para ayudarle a quitar mi sudadera y se sorprende al ver mis pechos desnudos. Me mira con una ceja enarcada.
—¿Qué? Estaba en casa —me encojo de hombros.
—¿Esto también lo haces en la residencia? —sonríe de medio lado acercándose a mí y asiento —. Bendito invierno —susurra en mi oído.
Muerde el lóbulo de mi oreja y tiro de su sudadera con una desesperación casi animal. Héctor me ameniza el trabajo y se queda con el torso al descubierto. Mi respiración se vuelve más irregular y todo se magnifica cuando sus besos descienden desde mi cuello hasta llegar a mis pechos, dejando pequeños surcos de humedad que con el aire frío me hacen estremecer.
Lame y succiona levemente haciendo que suelte un suspiro nervioso, esto es demasiado.
Me pega a la pared y reprimo un pequeño grito cuando mi espalda choca contra las baldosas frías.
Ambos reímos en silencio y Héctor pega su frente a la mía, intentando controlar al risa. Me quedo maravillada por unos momentos al ver las pequeñas arruguitas de sus ojos y el sonido de su carcajada. Es tan bonito verle feliz que siento una bandada de mariposas alzar el vuelo por mi estómago.
—Creo que necesito calentarte algo más —se burla.
—¿Tienes complejo de estufa? —me río.
—Solo con las princesas consentidas —me sonríe de medio lado.
Voy a replicar pero sus labios devoran los míos y reconozco que esto es muchísimo mejor. El frío da paso a un calor sofocante. Su lengua se une a la mía en un baile sensual que me hace enloquecer y en unos segundos estamos con los vaqueros en el suelo. Mis piernas rodean su cintura y nuestros pechos están totalmente pegados. Nuestros besos son cada vez más apremiantes y nuestras manos se adentran en zonas que nos hacen soltar pequeños gemidos en la boca del otro.
—Me llevas por el mal camino —susurro mordiendo su labio.
—Te recuerdo que eres tú la que casi me arrastra hacia aquí —coge mi labio inferior con sus dientes y sonríe.
—Calla y hazlo de una maldita vez.
—Hay que obedecer a las princesas —susurra en mi oído.
Y por fin calma todos mis deseos cuando se adentra en mí. El sonido de la puerta de portal cerrándose me tensa. Unos vecinos charlan mientras esperan el ascensor y Héctor y yo intentamos contenernos, mientras sigue moviéndose en mi interior de forma lenta, con sus manos agarrando mi parte baja de forma firme, haciendo que sea casi imposible no hacer ninguna clase de ruido.
Muerdo mi labio para silenciarme y Héctor sonríe de medio lado, con esa clase de mirada que hace que quieras adentrarte en el abismo de sus pupilas.
De pronto intensifica sus movimientos y mis piernas se aprietan contra él en respuesta. Tapa mi boca reprimiendo los gemidos que no puedo controlar y suspiro de alivio cuando escucho el ascensor cerrarse.
—Eres un capullo —mi voz tiembla.
—¿Por? ¿Te refieres a esto? —se relame el labio.
Da una embestida que me hace agarrar su cuello con toda mi fuerza. Las piernas me tiemblan y el corazón me va a mil por hora.
Introduce dos de sus dedos en mi boca y me mira con superioridad, sin quitar esa maldita sonrisa en ningún momento. Los lamo de la forma en que sé que va a enloquecer, sin apartar la mirada en ningún momento. Retándolo con la mirada.
Me inclino esta vez sobre su cuello mordisqueándolo y agarrando su cabello, haciendo que esta vez sea él el que suelta pequeños suspiros y gemidos que ahogo con mis manos que los callan.
El sonido del portal vuelve a sorprendernos y palidezco cuando escucho la voz de mi padres. Héctor parece reconocerlas también y damos un traspiés chocándonos contra la puerta. Mierda.
La voz de mi madre suena al otro lado advirtiendo que ha escuchado un ruido raro. MIERDA EN MAYÚSCULAS.
Héctor me baja con el rostro descompuesto. Subo rápidamente mis pantalones, me pongo la sudadera a toda prisa y guardo mis calcetines y bragas en el bolsillo de la sudadera.
Empujo a Héctor que sigue desnudo a la pequeña esquina. Me mira tratando de decir algo que no entiendo y hago un gesto para que guarde silencio. Justo cuando se abre la puerta asomo la cabeza asustando a mi padre con un patético "bu". Sí, patético, pero al parecer efectivo.
Mi padre retrocede asustado y mi madre me mira con el ceño fruncido.
—¿Qué haces ahí? —pregunta mi padre con la mano en el corazón.
Cierro sutilmente la puerta tras de mí y sonrío con inocencia alejándome de la escena del crimen para que no miren más hacia esa dirección.
—He bajado a por una carta que me ha llegado de Bea —enseño la carta de Héctor y la guardo rápido—. Os vi llegar y quería daros un pequeño susto —sonrío.
Un día van a tener que darme alguna especie de premio por mentirosa compulsiva. Siento que me va a dar algo.
Mi madre me mira con su cara de burla particular y por un segundo temo que me haya pillado, pero cuando se mete con mi padre y llega el ascensor me relajo.
—Vamos Pedro, estás mayor ya para estas cosas —se ríe.
—¡Ah! Perdona, no recordaba que estaba casado con una veinteañera —rebufa.
—Solo tienes que compararme con las mujeres de tus amigos. En cambio si yo comparo a la inversa...
—¡Carmen!
Creo que el pasatiempo favorito de mis padres es meterse el uno con el otro y eso me sirve para huir. Aprovecho el momento y pulso rápido el número de mi planta y reprimo un suspiro cuando las puertas se cierran.
Mis padres siguen discutiendo y me río fingiendo que es por ellos, pero la realidad es que me hace gracia que haya dejado a Héctor desnudo y solo metido en el cuarto de contadores.
Va a matarme.
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Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Romance2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...