Bea y yo llevamos toda la mañana en la playa. La sombrilla de rayas rojas y blancas nos libra un poco del calor infernal y la nevera con hielos está sirviendo más para refrescarnos con ellos que para enfriar las bebidas.
Bea se estira sobre la toalla con su bonito traje de baño blanco, es de cuerpo entero con dos aberturas en la zona de las caderas y una en el escote, y coge un pulverizador de agua que está metido en frio.
Mi bikini en cambio es algo más tradicional, de dos piezas en color rojo con escote triangular y dos tiras decorativas que se cruzan un poco más abajo del pecho.
—Me quiero morir —se quita las gafas de sol de pasta negra con detalles dorados.
—¿Y si te bañas?
—¿Y quemarme más de lo que estoy? No gracias, no me apetece un bronceado a juego con mi pelo —se ríe.
He intentado evitar a toda costa que se queme. Juro que he estado echándole crema de protección cincuenta cada media hora, pero es imposible proteger tanto tiempo una piel tan pálida.
—Cómo me vea así Tiago... se va a burlar de mí hasta los restos —suspira.
—¿Tu compañero de trabajo? ¿El rubio buenorro? Si es súper simpático.
—¡Que no te engañe! Parece un ángel adorable con los clientes, pero es un témpano de hielo absoluto con el resto —suspira.
Me apiado del pobre Tiago, porque aunque amo a Bea, sé que está totalmente contrariada con el sexo masculino y sigue teniendo asusntos más que pendientes con Luis.
—Abril... Llevo pensándolo unos días... ¿no te da miedo encontrarte con Héctor?
No quiero mentir y en mi defensa diré que me siento como una persona despreciable y que estoy segura de que soy la peor amiga y novia de la historia, pero esto es solo momentáneo, o eso trato de hacerme creer.
Aún no sé cómo he conseguido durante tres días hacer que Bea vaya justo en los horarios en los que Héctor sale, pero me considero una auténtica maestra de la ocultación. Dios... debería avergonzarme de mí misma.
Por otro lado tengo a Carlos, que no para de preguntar qué tal en el trabajo y a mi me sale una voz de culpable que no puedo con ella y sé que cuanto más alargue esto peor serán las consecuencias, pero si todavía no soy capaz de asimilar lo que está pasando, ¿cómo voy a poder explicárselo a alguien? Aunque realmente no hay mucho que explicar, ya que yo estoy en cocina y apenas me cruzo con Héctor y en el caso de hacerlo practicamos la ignorancia de una manera brillante, como si fuésemos un fantasma.
—No. Está más que superado —me pongo las gafas de sol para ocultar cualquier rastro de culpabilidad.
Seguro que mentir resta años de vida o algo parecido, porque no es normal las taquicardias que me dan.
Me reincorporo para buscar el móvil y mirar la hora cuando me encuentro varias llamadas perdidas de hace treinta minutos. Devuelvo la llamada y se me encoge el pecho cuando la voz de Héctor contesta.
—¿Abril?
—¿Sí? —digo casi sin respirar.
—¿Sería posible que vinieses ya? Mario ha tenido un problema y nos falta ayudante de cocina con muchísima urgencia.
—Sí claro —contesto de forma automática.
Cuelgo el móvil y me pongo el vestido de gasa negra a toda prisa.
—¿Abril?
—¡Tengo que ir a trabajar! Una urgencia.
Bea se viste con la misma rapidez que yo y pronto estamos en mi coche para ir a mi trabajo. Cuando llego me salgo y le dejo el coche arrancado a Bea.
—¡Tía! Que hace que no cojo un coche un año o así —me pone cara de cachorrito.
—¡Estás al lado! Es callejear. ¡Te quiero!
Corro hacia la puerta trasera con las chanclas doradas y al entrar escucho el barullo de la gente. Tiene pinta de que está lleno.
Aparezco por la cocina y Nerea me mira con la cara angustiada sin parar de moverse de un lado hacia otro, montando hamburguesas y sacando patatas fritas.
Isa entra en la cocina con una bandeja llena de platos sucios y cuando repara en mí, grita de forma moderada hacia la puerta.
—¡Héctor! La stripper ha llegado.
—¿Qué cojones hablas?
Cuando Héctor repara en mi vestimenta yo encojo los hombros como diciendo "me has pedido que venga rápido".
Vale, soy consciente que puede que parezca un poco una stripper, pero de serlo sería de las caras lujosas. La tela del vestidos es muy transparente, pero se supone que era para pasar la mañana en la playa.
La fulmino con la mirada.
—Debes tener un uniforme de repuesto en la sala de descanso. A cocina. ¡Vamos! —nos incita Héctor a que todos reanudemos el trabajo.
Voy corriendo a la sala de descanso y busco en las diferentes taquillas hasta dar con un recambio de mi uniforme. Me quito el bañador mojado dándome cuenta de que no tengo ropa interior ni nada para cubrirme, pero si me lo pongo calará la ropa. Mierda... No me puedo creer que vaya a trabajar casi desnuda, el único consuelo es que no saldré de la cocina, no tiene por qué pasar nada malo.
Me pongo el uniforme y salgo con mis chanclas intentando tener cuidado para no resbalarme. Debo incumplir al menos diez normativas laborales, pero bueno, que no se diga que no me esfuerzo por mi equipo.
Las horas pasan y trabajamos a una velocidad abrumadora, no me siento la mitad del cuerpo. Cuando el último cliente sale por la puerta a las cinco de la tarde nos sentamos todos a comer totalmente sudorosos.
—Ha sido horrible —digo finalmente.
La risa de Nerea resuena por la sala y escucho levemente la de Héctor, pillando una pequeña sonrisa en sus labios.
—Si esto te parece horrible mejor búscate otro curro. Hoy fue flojo, el sábado por la noche verás —replica Isa tomando un sorbo de coca cola.
—¿Cómo de stripper?
Esta vez sí que sí la risa de Héctor resuena por toda la estancia. Una sensación de nostalgia me presiona el pecho. Es la primera vez que pasamos más de cinco minutos en una misma estancia, ya que yo suelo llegar después de comer.
De nuevo jugueteo con mis manos por debajo de la mesa y aparto la mirada.
—Pues sí, eso te iría genial. ¿Quién diablos se va a la playa con un vestido transparente? —bufa Isa.
—Es un vestido de gasa, yo lo usé una vez en una fiesta ibicenca —me sonríe Nerea.
—¿Ves? No es tan raro —me defiendo.
—Una fiesta versus ir al trabajo. Eres una exhibicionista.
Nerea y yo hablamos sobre la normalidad de los vestidos de playa y eso me permite evitar mirar a Héctor, ni tan siquiera lo hago cuando se levanta de la mesa diciendo que se va a duchar.
Hacemos turnos para la ducha y me toca la última. No abrimos hasta las siete, por lo que tenemos una hora para descansar un poco e ir limpiando para el siguiente turno.
Isa se va a la ducha y nos quedamos Nerea y yo en la cocina recogiendo.
—¿Puedes limpiar la campana por arriba? Soy un tapón —se ríe Nerea entregándome una banqueta para subirme.
No tengo bragas.
La cara se me descompone y finjo una sonrisa que seguramente sea de psicópata.
—Claro... ¿Por qué no me dejas terminar la cocina y descansas un poco?
—No hace...
—¡Si! Isa tiene que estar a punto de terminar. Ve preparando tus cosas.
Básicamente la saco a empujones de la cocina.
Cuando vigilo que estoy completamente sola me subo rápido y trato de limpiarlo por encima.
—Oye Nerea luego...
No. No, no, no y no. Mil veces NO.
Salto al suelo para que intente ver lo mínimo posible. Cuando mis chanclas aterrizan sobre una mancha pequeña de grasa resbalo al tiempo que Héctor intenta cogerme acabando en desastre. Mi cuerpo cae encima del suyo y sus manos acaban sujetando mi culo desnudo y un pequeño gritito que suena más como un gemido al notar sus manos sobre mí se me escapa. Tapo rápidamente mi boca con mis manos.
Noto como su cuerpo reacciona de forma instantánea y noto en mi zona más íntima una presión que me estremece.
—No me jodas Abril.
Sus pupilas dilatas se paran un segundo en mi pecho reparando en que por la tela y por el contacto de su cuerpo con el mío, se intuye que no tengo sujetador. Veo como suelta el aire retenido. Mi pecho sube y baja con demasiada fuerza y noto un pequeño pálpito que hace que mi cuerpo arda por completo y responda a él. Hace mucho que no siento que me puedo asfixiar de puro calor y deseo.
—Stripper se ha metido ya Ne... No fastidies —Isa nos mira desde la puerta con cara de asco.
Quiero que un agujero se abra en esta cocina y me trague. AHORA MISMO.
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Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Romance2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...