Hace 6 meses
Me deja suspendida muy cerca del agua y sigo pensando en mis últimas palabras. Las pequeñas olas me salpican de vez en cuando en el rostro y vuelvo a chillar cuando hace amago de tirarme.
—¿Te ha comido la lengua el gato? —escucho su risa.
—Pensar en unas últimas palabras es algo que hay que recapacitar. ¿Y si me dejas en la arena y me das cinco minutos para pensarlas?
—¿Estás negociando con tu asesino?
De nuevo otro pequeño chillido. ¡Esto es tortura! Se me está subiendo la sangre a la cabeza mientras él no para de burlarse de mí. Es un tío, por lo que recurro a algo que ningún hombre en general puede negar.
—Si acabas conmigo, no podremos montárnoslo en mi edificio.
—¿Quién dice que no me gusta la necrofilia?
Mi cara todo es un poema y con un giro inesperado, estoy de nuevo en brazos de Héctor con mi rostro junto al suyo y mi cabello revuelto.
—Aunque me gustas un poquito más viva —besa mi nariz.
No puedo evitar sonreír y besarlo, por lo que de nuevo pierdo la estúpida apuesta.
Vuelve a recordarme que no he dicho mis últimas palabras así que decido ir por la rama de la sinceridad.
—No seas capullo. No tengo sujetador y no voy a despelotarme en mitad de la playa.
Héctor mira a mi sudadera y sonríe de forma perversa.
—Te juro que amo las sudaderas.
Pongo los ojos en blanco y no puedo evitar sonreír.
Por fin nos saca del agua y cuando estoy en tierra firme suspiro aliviada. Solo de pensar en haberme sumergida se me hiela el cuerpo entero.
Volvemos a sentarnos en la arena, con las piernas cruzadas frente a frente.
Intento sacar tema de conversación para evadir que tengo que contestar a otra de sus perversas preguntas, pero evidentemente, no funciona. Es un depredador.
Me mira fijamente con una intensidad que hace que mi corazón se estremezca y de pronto, me da miedo que haga la pregunta.
—¿Me has perdonado?
Mis ojos se clavan en los suyos y no puedo evitar apartar la mirada, visiblemente incómoda. Me hice esa pregunta cientos de veces y cada vez que me la respondo, opino algo distinto a lo anterior. No sé si lo he perdonado, pero sí sé que no lo odio.
Héctor hace una mueca y vuelve a retomar la palabra.
—No me refiero a que tomes una elección, sino... Si me guardas rencor.
Es muy difícil responder a su pregunta. Depende tanto del día, que si le diese una respuesta absoluta, le mentiría.
—Es complicado. Evidentemente, no te odio —diría que no me liaría con alguien a quien odio, pero teniendo en cuenta que nos lo montamos cuando sí lo hacíamos, veo necesario aclararlo—, pero te mentiría si te dijera un "sí" o un "no". Creo que día a día, el rencor va quedando atrás.
Héctor desvía la mirada a la arena y me sonríe incómodo. Luego se acerca a mí y esta vez es él quien me besa de la forma más tierna que hizo nunca susurrando un "gracias" en mis labios.
Me abrazo a él y me dejo guiar por el movimiento de su pecho al respirar y sonrío. No quiero que las vacaciones se acaben nunca y me gusta este Héctor que deja ver lo que siente. Me gusta muchísimo.
—Me toca preguntar —me separo un poco y sonrío con suficiencia—. ¿Por qué tenías algunas fotos de momentos nuestros en tu habitación?
Héctor pone los ojos en blanco y suelta un largo suspiro.
—Ya te dije. Me arrepentí mucho de lo sucedido y nunca te pude olvidar.
Esta vez soy yo la que pone los ojos en blanco y no dudo en decirle que hay algo más.
—Me dijiste que era para recordar tu error.
—Mentí.
—¿Y el tatuaje de la noria?
—Lo siento. Ya has gastado tu pregunta —me sonríe con suficiencia.
Hemos vuelto a dar con un obstáculo. No sé qué espero que me diga del tatuaje, pero evidentemente no tiene que ver con sus sentimientos hacia mí, porque si no le importa decir que las fotos son por mí, el tatuaje tampoco debería importarle. Eso me hace preguntarme quién le llamó aquella noche y por qué salió corriendo, pero no lo responderá, tendré que preguntarlo en algún otro momento.
Si tenemos que superar el pasado, yo tengo algunas preguntas y lo más increíble es que no son por qué lo hizo, sino cómo sucedió todo. La llamada, los días que venía hacia mí como si me necesitase más que a otra cosa en el mundo, la semana que me dejó de hablar después de decirme "te quiero"... Son demasiadas cosas que tendremos que abordar tarde o temprano.
—¿Vas a contarme al menos tu experiencia al quedar encerrado en el cuarto de contadores?
—¿Experiencia? Maravillosa. ¿A quién no le gusta que su ex suegra, que podría ser futura suegra, casi le pille en bolas después de haber tenido sexo con su hija a la que le hice daño y por ello seguro que me odia? —casi se queda sin aliento.
—¿Te presentas a un récord Guinness a la frase más larga del mundo?
—No, pero podría presentarme a uno del amante más increíble —me guiña el ojo.
Es un capullo demasiado idiota. Le tiro un puñadito de arena y comienza a reírse antes de abrazarme de nuevo.
—Te lo demuestro cuando quieras —muerde el lóbulo de mi oreja.
¿Dónde firmo?
ESTÁS LEYENDO
Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Romance2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...