42. Luces de colores

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Desde que Héctor me ha dado la espalda me ha invadido un agotamiento que me ha quitado cualquier rastro de energías.
Bea y yo estamos en la barra mientras me cuenta algo a lo que no le presto demasiada atención. Solo quiero dormir.
La gente se mueve a mi alrededor y el mareo me invade, por lo que me apoyo en la barra buscando algo estable. Tengo la sensación de estar soñando. Me siento sin vida, pero el corazón me va a mil por hora. Me quiero ir a casa.
—¿Es por Héctor  o sigues así por el asqueroso ese?
—Héctor —digo de forma autómata.
Quiero que llame a Héctor. Quiero que venga, me abrace y sentirme a salvo. La música me satura la cabeza y la gente me agobia, pero sigo en la barra, sin ser capaz de moverme. Estoy demasiado cansada.
Bea me frota el hombro con cariño y me repite que todo este dolor pasará, pero no sé de qué me habla. Quiero que pase esto. No siento dolor, no sé qué siento. Quizá miedo. No lo sé.
—Es que es una putada —arrastra las palabras—, y yo estoy demasiado perjudicada para darte un buen consejo —me vuelve a abrazar—- ¿Sabes qué? ¡Vamos a bailar! —me sonríe.
Me dice que vaya a la pista que ella se encarga de pedir bebida isotónicas, así que eso hago, aunque no sé por qué. No quiero bailar. Quiero irme.
La gente se mueve demasiado a mi alrededor y me empujan. El mareo va en aumento.
Unos brazos me cogen la cintura y quiero salir corriendo, pero no lo hago. Me pesa el cuerpo e intento buscar a Héctor con la mirada, pero veo borroso. Necesito agua.
—Ven... Yo te ayudo.
Una mano me guía por la multitud hasta ir a una puerta donde me choco con alguien de mi estatura. Escucho mi nombre, pero una mano tira de mí hasta sentarme en una taza de un baño y cerrar la puerta.
Miro al chico que tengo delante y siento miedo cuando acaricia mi rostro con una sonrisa. Quiero correr, pero me dice que me quede sentada.
Sus manos descienden por mi cuello y pienso todo el rato en una persona hasta que me entran ganas de llorar y aún así no consigo arrancar.
—Venga bonita... Quítate la camiseta.
Lo hago. De forma torpe levanto mis brazos y me quito el top de Bea que se cae al suelo. Lo hizo para mí y lo estoy ensuciando. Soy una amiga terrible.
—Luego que no vas provocando —sonríe al ver mis pechos desnudos.
Tira de mí y me pega a su pecho, besando mi cuello y me intento apartar, pero me lo impide. Tengo mucho miedo. ¿Por qué no grito?
Susurro el nombre de Héctor una y otra vez, hasta que la puerta se abre estrepitosamente y caigo encima del inodoro, golpeándome la rodilla.
Héctor me mira con los ojos como platos y su mirada oscila entre ambos y rompo a llorar.
—¡Te voy a matar!
Los siguiente sucesos se mezclan en mi cabeza. Alguien me pone la camiseta mientras se escuchan ruidos y gritos diversos. Bea sale corriendo mientras la chica morena me levanta y me repite una y otra vez que todo va a ir bien.
La chica morena sale y de nuevo entra Bea quien llora y me abraza pidiéndome perdón, pero no entiendo por qué lo hace. Es la mejor amiga del mundo, ella no hizo nada.
Dos hombre trajeados entran y separan a un Héctor que no para de gritar. Nunca lo he visto tan enfadado. Hay sangre en sus manos y la chica pone las manos en su pecho mientras le dice algo que no logro entender.
Sus ojos verdes en algún momento están frente a mí y aunque me habla, solo consigo entender lo que le dice a los dos desconocidos.
—¡¿No veis lo que le hizo?! ¡Hace cinco putos minutos no estaba así!
Héctor se acerca a mí y noto sus brazos fuertes que me cogen y me sacan de allí.  Me quedo mirando las luces de colores en la calle.
Más discusiones y el agarre fuerte se va, mientras dos brazos más delgados me sostienen. No sé cuánto tiempo pasamos aquí, pero se escuchan más gritos y alguien cae al suelo.
Los dos brazos me suben a un coche.
Me encuentro confundida, asustada y sobre todo, agotada. Quiero despertarme mañana y que sea otro día. Cierro los ojos mientras escucho sollozos y una mano me acaricia la frente.
Escucho de fondo partes de una conversación.
—No me puedo creer que se lo hayan llevado. La ha salvado de...
—Bea tranquila. No va a pasar nada —la voz de la chica parece segura.
Sara, creo que es Sara, la recuerdo. Estaba en el local con él. Sollozo de nuevo.
Varios brazos me envuelven y dejo de prestar atención a todo. Quiero saber dónde se han llevado a quien. Balbuceo algo. Tengo muchas cosas mezcladas en mi cabeza y no sé cómo ordenarlas ni entender lo que sucede a mi alrededor. Lo único que sé es que los brazos fuertes se han ido y eso me hace sentirme sola, aunque estoy acompañada.
Me repiten una y otra vez que todo va a pasar, pero no sé qué tiene que pasar.
De nuevo noto el aire en la piel y dos personas me sacan del coche y me llevan hacia una zona con mucha luz.
Quiero ver a Héctor.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora