2. No envido su ilusión

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Apunto con la cámara todas las prendas e intento encuadrarlas lo mejor posible.
—Abril querida, sabes que te adoro, pero tienes peor pulso que mi abuela de ochenta y cinco años —la risa de Bea resuena por la videollamada.
Carla se burla también de mí y suspiro frustrada.
—¡Carlos me ha tenido todo el día montando maquetas! Mis brazos no pueden más —me quejo dolorida.
Es el periodo de exámenes, por lo que ya no hay clases y me propuso cuadrar la semana que ambos teníamos libres para venir a casa  y presentarme de forma oficial a su familia. Ambos tenemos horas asignadas para centrarnos en estudiar y de vez en cuando (como hoy) nos echamos una mano.
Reconozco que ha sido un paso muy complicado y que tengo los nervios a flor de piel de forma constante, pero después de casi medio año asumo que es lo normal. No es que lo pase mal, Carla es un amor, pero el vértigo con sus padres está ahí. Demasiado real, pero eso se supone que es lo bueno, tener una estabilidad.
Le paso mi móvil a Carla para que Bea le elija el conjunto para su cita de esta noche.
La luz de la tarde se filtra por la cortina blanca, sumiendo la habitación en tonos celestes y blancos un aire más cálido. Las repisas están llenas de fotos con sus amigas y muñecos de todas las clases, al igual que su cama repleta de peluches de todos los tamaños. Es como la de Carlos, caótica, pero con carácter propio.
Sonrío al ver lo emocionada que está Carla, aunque Carlos no lo está demasiado. Acaba de cumplir dieciséis años y su hermana pequeña, puedo comprender que le salga la vena Neanderthal y reconozco que es una excusa perfecta para burlarme de él.
Por unos segundos me veo reflejada en ella y recuerdos del pasado causan que de nuevo se me ponga ese nudo en el pecho que me asfixia. Guardo mis manos sudorosas en mi espalda y juego con mis dedos para no coger ese camino que tan bien se me ha dado ignorar.
Me centro en la sensación de mis nudillos crujiendo, mi dedo índice arañando el lateral del dedo pulgar para quitar la piel muerta, la sensación de mis dedos haciendo presión en la palma de mis manos cuando mi dedo pulgar pasa por todos los demás haciendo presión... En unos minutos consigo controlar la respiración y evadirme de mi propia mente.
Me uno a ellas con las manos aún sudorosas y veo el vestido que han escogido. El estampado floral con los volantes la hará parecer adorable pero con un punto sutil sexy. Los tirantes están fruncidos y a juego se pondrá unas sandalias con poco tacón de color chocolate.
—Mis dieces —apruebo el conjunto.
Carla me apunta con la cámara para que Bea y yo nos podamos ver.
—Pues claro que tus dieces. Te recuerdo que vistes a la moda gracias a mí —finge Bea un tono de prepotencia.
—¿Cómo olvidar que soy amiga de la mejor diseñadora de moda que va a existir en la faz de la tierra?
—Aggg—pone los ojos en blanco—la mejor camarera que existe quizá —se encoge de hombros.
De nuevo esa tristeza en sus ojos. Cojo el móvil y dejo a Carla sola mientras se viste. Necesito hablar con mi mejor amiga con privacidad.
Cierro la puerta y me meto en el baño de invitados para tener más privacidad.
—¿Estás bien?—me siento en el inodoro.
—Por supuesto —miente.
No hace falta que haga demasiada presión para que deje escapar su frustración interior.
—Todo es una mierda Abril. Mi madre apenas me habla, los ingresos son justos y a este paso no sé si podré pagarme la universidad. Contaba con el dinero de mis padres para ahorrar estos meses y para colmo, apenas tengo tiempo para coser y siento que te decepciono.
—¿Perdona? ¿Cómo vas a disgustarme? ¡Estoy super orgullosa de ti!—casi le chillo al teléfono.
Me encantaría estar a su lado y abrazarla con todas mis fuerzas. En unos días volveré para os exámenes y pasaremos un verano inolvidable en mi pueblo en sus dos semanas de vacaciones. Mi madre está deseando conocerla.
—Los Diseños de B apenas consigue los seiscientos seguidores... No coso lo suficiente para tenerlo actualizado —se ve agotada.
El ritmo de trabajo en la cafetería a subido, por lo que Bea últimamente apenas tiene tiempo y el poco que tiene lo aprovecha para descansar. Lleva con demasiadas emociones estos últimos meses. Dejar la carrera, una ruptura, la pelea con su madre, el trabajo nuevo... Lo está llevando demasiado bien.
—Bea, vas a conseguirlo. Ya tienes a seiscientas personas pendientes de ti y sabes perfectamente que las redes son complicadas. Además, tu meta es estudiar la carrera de Diseño, no ser influencer —le sonrío.
—Odio que lleves razón —me hace un puchero.
—Lo sé —le guiño un ojo.
La tranquilizo lo mejor que puedo hasta que colgamos pasados veinte minutos.
Me quedo durante unos minutos en silencio, apoyando la cabeza en los azulejos y tratando de controlar a mi mente. Estoy agotada del sobreesfuerzo que hago diariamente, por ello trato de estar ocupada el mayor tiempo posible.
Dos toques en la puerta me sacan de mis pensamientos desordenados. Cuando la abro dos ojos llenos de ilusión me miran expectantes.
—¿Me ayudarás a maquillarme? —me sonríe Carla.
—Voy a por mi arsenal artístico —le guiño el ojo.
No envidio su ilusión.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora