105. Me importa una puta mierda lo que quieras

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Héctor:

Son las cuatro de la madrugada cuando una llamada me despierta. Sara se reincorpora alarmada y frunzo el ceño cuando veo el nombre de Isa en la pantalla. Lo primero que pienso es que le ha pasado algo a Abril, por lo que cojo la llamada alarmado.
Su nerviosismo me hace ponerme alerta y me ruega que vaya a un local de la zona, que Mario no se encuentra bien. Sin pensármelo, cojo una sudadera y me visto lo más rápido que puedo. Sara a mi lado hace lo mismo.
—Tú te quedas. A ver si la cosa es peor de lo que parece.
—Creo que no es necesario recordarte que puedo contigo. Me las apañaré —me sonríe de medio lado.
Quiero replicar, pero no pierdo el tiempo. No me hará caso igualmente, y reconozco que probablemente en una pelea podría ayudarme bastante.
Miro la ubicación que me ha pasado Isa y en pocos minutos estamos en la puerta de un local de mala muerte. Sin tan siquiera saludarnos, nos guía hacia los cuartos de baño y encuentro a Mario tirado en el suelo, con las pupilas dilatas y la mirada perdida.
—He intentado llamar a la ambulancia, pero cada vez que lo intento...
—¡Ni se te ocurra!
Un grito gutural sale de la boca de Mario y por instinto me pongo hacia delante, cubriendo a ambas.
Sus rostro pasa de la ira a la sorpresa, para luego al miedo.
—¿Pensabas que..? Oh, Dios... —pone las manos en su rostro y rompe a llorar.
Me acerco hacia él y me agacho con cautela. Les indico con un gesto que no se acerquen mucho.
—¿Qué has tomado?
—¡Nada! Yo... ¡Esos hijos de puta!...
Da un puñetazo a la pared e Isa se intenta acercar, pero Sara la retiene de forma firme.
—¡Es mi novio!
—Pero ahora no está en condiciones de comportarse como tal —intenta razonar con ella.
Mario se mueve hacia delante y hacia atrás mientras se sujeta las piernas. Ver a una persona tan risueña en este estado, me revuelve las tripas y hace que la bilis suba por mi garganta.
—Sácala de aquí.
—¡No! —grita Isa.
—Héctor, no es tu decisión. Se queda.
Me cago en...
Suspiro y pongo mis manos en las rodillas de Mario, pero me aparta de un manotazo.
—No finjas que te importo una mierda.
Duele, pero lo dejo pasar.
—No hablas tú, sino la mierda que te has metido.
—¡Que no me he metido nada!
Se levanta de un salto y de pronto estoy contra la pared. Agarra mi sudadera lleno de furia y le hago un gesto a Sara para que no intervenga. Noquearlo solo le enfadará aún más.
—¿No lo entiendes? Me van a despedir. Paco no me creerá. Paco no...
De nuevo se rompe y hunde su rostro en mi pecho y rompe a llorar de nuevo.
Su chaqueta está medio descolocada y su cabello corto sudoroso. Lo abrazo con fuerza y miro a Isa que está descompuesta. Nunca pensé que podría verla de esta forma, asustada y rota.
—Voy a por agua. Tiene que estar hidratado.
Sara desaparece del cuarto de baño e Isa se apoya contra la pared mirando la escena con horror.
—¿Qué ha pasado?
—Estábamos tomando algo y aparecieron unos amigos suyos. Luego... no lo sé. No ha tomado nada, de verdad —dice con voz temblorosa.
Asiento con la cabeza. Mario no para de temblar y repetir que lo van a despedir una y otra vez sin sentido. Trato de calmarlo diciéndole que mañana estará bien, pero su respuesta es un continuo "tú no lo entiendes".
Sara reaparece y me ofrece el botellín de agua que obliga a beber a Mario.
—Necesitas mear para que se te pase antes.
—¿Y tú quién mierdas eres?
Aguanto mis ganas de abofetearle por hablarle así. Me repito una y otra vez que no es él.
—Una tía que quiere ayudarte mientras te comportes como un gilipollas delante de tu novia.
Mario mira a Isa y baja el rostro avergonzado. Acepta la botella de agua y se la bebe casi del tirón.
Una pequeña lágrima escapa de los ojos de ella y siento aún más rabia por el comportamiento de Mario.
—Deberíamos ir al hospital —propone Sara.
El agresivimiento de Mario vuelve y tengo que sujetarlo con fuerza.
—Vamos a mi jodida casa —lo miro a los ojos.
—No quiero.
—Me importa una puta mierda lo que quieras —le sonrío.
Lo saco del local a la fuerza. La gente nos mira sorprendida mientras Isa se hace pequeña y Sara le pasa su brazo por sus hombros para consolarla.
Lo subo al coche y arranco.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora