Hace 6 meses...
Siento una opresión en el pecho que apenas me deja respirar. Vuelvo a mirar el número de Carlos sin saber qué debo hacer, solo sé que no puedo ignorarlo más.
Marco su número con manos temblorosas y me dejo caer en la cama rezando para que no coja la llamada. El mundo parece que no quiere darme un respiro.
—¡Mayo! —suena su voz alegre al otro lado de la línea, aunque juraría que con menos intensidad que otras veces.
—¡Charlie! —finjo su entusiasmo.
Se hace un silencio incómodo que no puedo ignorar. Básicamente le estoy respondiendo con mensajes monosilábicos y ha desistido con las llamadas. Me siento como la peor persona del mundo.
—¿Qué tal todo? —muerdo mi labio.
—Bien, bien... Ya sabes. Mi hermana dando guerra y terminando las maquetas que tengo que entregar a la vuelta. ¿Y tú?
Esta conversación está comenzando a recordarme a cuando hablas con un familiar del que hace tiempo no sabes nada y hace que la presión en mi pecho aumente.
—Ya sabes, el trabajo no me deja vivir. Estoy encerrada en casa.
"Y montándome con Héctor a la primera de cambio —pienso."
—Seguro que vas a ganar. No tengo ninguna duda.
—Eso espero.
Un nuevo silencio nos envuelve y me quedo mirando una pequeña mancha que hay en el techo, pensando en cómo se ha podido hacer. Últimamente nuestras conversaciones se basan en lo mismo.
—Tengo ganas de verte.
No sé ni por qué lo digo. Siento que es una especie de seguro al que necesito aferrarme con todas mis fuerzas, aunque eso me convierta en la peor persona del mundo. No quiero perderlo, no cuando sé que es algo que podría ser sano, muy diferente a lo que podría pasar si esto no sale bien.
Intuyo una sonrisa al otro lado de línea y siento alivio cuando me dice lo mismo. Hablaré con él en su momento, en persona. Sigue siendo una persona muy preciada para mí.
Tras colgar, sigo retocando el vídeo que está casi acabado hasta que mis padres me avisan de que van a salir.
No sé cómo, media hora más tarde Héctor está en mi casa. Quizá haya sido porque tras llamarme diez minutos después, hayamos desplazado una conversación normal a algo un poco más sofocante y haya aportado el dato de que mi casa está sola. Un día van a quitarle el carnet de conducir, pero si es por esto, vale totalmente la pena.
—¿Sabes? —besa mis labios— Podríamos ver una película, voy a pensar que me ves como a un falo con piernas —se ríe contra mis labios.
—No soy yo la que ha conducido temerariamente para venir aquí —me río con él.
—¿Quién te ha dicho que haya sido temerario, princesa? —alza una ceja divertido.
—Héctor, has llegado aquí en menos de diez minutos —le doy un toque en la nariz.
—Te recuerdo que tú eres la que me dijo la frasesita de "te sorprendería lo que soy capaz de hacer con la boca" —me imita.
—¡Porque me dijiste que era muy mal hablada! —le pego en el hombro.
—Me has dicho capullo siete veces en una conversación de diez minutos, princesa —me guiña el ojo.
Reímos como dos adolescentes y sus besos vuelven a recorrer mi cuello para acabar en mis labios.
—¿Estás segura de que no quieres la peli? —pregunta sin parar de besarme.
—Mis padres tardaran una hora en llegar. Prefiero aprovecharla de otras maneras —muerdo su labio inferior.
—Que conste que he intentado ser un "no novio" que no piensa solo en el sexo.
Me coge de la cintura y en pocos segundos sujeta mi culo con sus manos y mis piernas rodean su cintura.
Sus besos se vuelven salvajes y apremiantes, mientras mis manos se enredan en su cabello oscuro con fuerza, provocando pequeños suspiros que escapan de sus labios para colarse por los míos. Tras unos segundos, estoy apoyada en la mesa con sus labios recorriendo mi cuello con besos húmedos que acaban en pequeños mordiscos que me producen dolor y placer por igual.
Le ayudo a deslizar mi sudadera hasta que mis pechos quedan al aire y sonríe con burla.
—Amo las jodidas sudaderas.
Su boca se apodera de mis pechos, succionando y deslizando su lengua de forma tan suave que hace que quiera gritar de pura frustración.
—¿Algun problema, princesa? —sonríe con satisfacción.
Oh no, esto no se va a repetir de nuevo. He aprendido a jugar sus cartas.
Con un movimiento firme, me bajo de la mesa y lo empujo contra ella. Su mirada se oscurece levemente mientras agarro su cinturón y lo desabrocho sin perder el contacto visual.
—Las princesas no deberían hacer esas cosas —se queda a unos centímetros de mi rostro.
—Te voy a enseñar lo que esta princesa puede hacer con su boca.
Finjo que voy a besarlo y cuando se acerca, me retiro con una pequeña sonrisa victoriosa.
—Calma... Todo a su debido tiempo —susurro en su oído.
Escucho como suelta la respiración de forma brusca y le quito la camiseta y los pantalones dejándolo semidesnudo en la cocina. Deslizo mis manos por su vientre mientras desciendo a base de pequeños besos, empezando por su mejilla, continuando por la comisura de sus labios con una mano en su cuello, para que no se gire para besarme. Desciendo por su pecho y cuando llego a su estómago, noto como se tensa completamente a la vez que me pongo de rodillas mientras lo miro con inocencia.
Mis manos bajan y con una me aferro a su cadera mientras con la otra, paso la yemas de mis dedos casi sin rozar la tela tirante de su ropa interior.
Doy pequeños besos donde antes tocaban mis dedos mientras él se muerde el labio y echa la cabeza levemente hacia atrás.
Bajo un poco la tela hasta dejar su V expuesta y beso lentamente cada zona, sin terminar de desnudarlo por completo, haciendo que su tensión aumente y sus manos temblorosas acaricien mi mejilla.
Cuando estoy a punto de desnudarlo, ante su asombro, me levanto y vuelvo a tapar la zona con una sonrisa.
—Vaya... Parece que las princesas sí que sabemos comportarnos —pestañeo con inocencia.
Su ceño se frunce levemente hasta que se recompone pocos Segundos después. Con un movimiento brusco, me pone contra la mesa, de espaldas a él y baja mis pantalones tan rápido que apenas me da tiempo a reaccionar. Mis piernas responden cerrándose, pero pone su pierna justo en medio mientras apoya mi cara contra la madera.
—Princesa... Voy a enseñarte yo lo que puedo hacer con la boca.
Sin previo aviso, sus dedos se introducen en mí mientras su lengua se apodera de cada uno de mis sentidos, haciendo que gima su nombre en pocos segundos y que cuando intento reincorporarme, empuje mi espalda hacia la superficie.
Somos un amasijo de pasión desenfrenada que no podemos controlar. Estoy de nuevo con las piernas en su cintura mientras me besa con sus labios con sabor a mí, cosa que me excita más de lo que podría admitir en voz alta.
Me apoya contra la encimera al tiempo que se introduce en mí, cortando lo respiración por unos segundos, llenándome por completo.
Sus manos se hincan en cada parte de mi piel a la vez que una de mis manos se sostiene en su cuello y la otra en el tirador del mueble a mis espaldas.
Gemimos en nuestros labios el nombre del otro sin parar, con suplicas que acaban colmándonos de un deseo insaciable.
Justo cuando llegamos al climax, se escucha un sonido a nuestras espaldas y me coge en brazos antes de que la puerta que sostenía se caiga al suelo, dejando el mueble de los vasos a simple vista.
—No me jodas —masculla Héctor.
—Mis padres me van a matar.
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Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Любовные романы2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...