120. No quiero hacerte daño

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Héctor:

—Creo que deberíamos darnos un tiempo.
Las palabras de Sara hacen eco en la habitación mientras yo la miro sin dar crédito. ¿Esa es la confianza que tiene en mí? Creo que le he demostrado con creces mi fidelidad.
—No me jodas. Es un puto fin de semana.
Sara alza una ceja y enseguida modero mi lenguaje. Tampoco puedo pagar mi frustración con ella. Respiro hondo antes de hablar.
—Me jod... Me da rabia tu falta de confianza.
Sara termina de ponerse su pijama verde antes de sentarse en el sofá y volver a prestarme atención. Sus ojos celestes me escrutan por completo y junta las manos de la manera que suele usar para contenerse.
—Prefiero que durante ese periodo de tiempo, no seamos nada.
—¿Me lo puedes explicar? En verano intentaste por todo lo posible que siguiese en mi vida, me repetiste mil veces que alejarme de ella no serviría para nada, que pasaría lo que tuviese que pasar, y ahora, ¿me vienes con estas?
Aparta la mirada por primera vez. Siempre suele mantener el contacto visual.
Me acerco a ella y cojo su rostro entre mis manos para que me diga que oculta. Intenta deshacerse de mí, pero se lo impido, por lo que coge mi muñeca de forma extraña y aprieta en un tendón. La suelto y la fulmino con la mirada.
—¿Puedes dejar de hacer eso?
—¿Puedes dejar de invadir mi espacio vital? —me sonríe.
Miro sus mejillas sonrojadas y suspiro. Doy un pequeño toque en su cabeza y me alejo como me pide.
—A veces se me olvida que, aunque no lo aparentes, eres sensible.
—¿A qué te refieres?
—A que por mucho que digas que no, te da miedo perderme. Es una de las emociones más comunes. Todos la tenemos.
Le da un ataque de risa. Estupendo.
Sara coge su estómago durante unos segundos hasta que se relaja. Espero de brazos cruzados a que me explique lo que es tan divertido, porque me niego a hacer la pregunta.
—Acosador, no te ofendas, pero eres muy egocéntrico.
—Y tú muy insoportable —le sonrío.
Ignora mi comentario y se acerca a mí. Sus zapatillas grises se quedan a unos centímetros de las mías  y su mirada con una pizca de burla enseguida se pone seria, al igual que yo.
Mira a nuestras zapatillas y coge una bocanada de aire antes de volver a mirarme.
—Me da miedo que me hagas daño. Puedo soportar que me dejes, pero no que mantengas la ilusión para después destruirla.
Una punzada de culpabilidad al ver sus ojos enrojecidos hace que sujete sus manos y las acaricie. Soy una persona despreciable por pensar todo el rato en quien no debería
—¿Qué diferencia hay con este verano? Es lo mismo —acaricio su rostro.
—La diferencia con este verano es que me he enamorado de ti.
Mis ojos se abren ligeramente y mis manos se quedan congeladas en las suyas. Pocos segundos, me recompongo rápido. La abrazo contra mi pecho para que no note lo mucho que me aterra la idea de que alguien esté enamorado de mí y de mis inseguridades. Del caos de persona que puedo llegar a ser, aunque, sobre todo, estoy aterrado de ser el causante de esto.
—No quiero hacerte daño.
Y es la verdad. No quiero prometerle que no voy a hacerle daño, puesto que a lo largo de mi vida se lo hice a muchas personas, pero al menos, quiero ser sincero y decirle que no quiero hacérselo. No son excusas, no es algo que diga por tranquilizarla, es la verdad. Si le hago daño, no me lo perdonaré.
—Sé que no quieres hacerlo.
Acaricia mi cabello mientras yo hago lo mismo con su espalda. No sé en qué momento alguien tan increíble pudo enamorarse de mí al igual que no sé en qué momento permití llevar esto tan lejos.
Sin más palabras, nuestra ropa desaparece y solo nos quedan los besos y caricias que ella tanto necesita, porque si soy sincero, yo no. Quiero que se sienta amada por cada parte de mí, aunque hay una parte que jamás podrá hacerlo, y es esa parte encargada que los latidos me mantengan con vida, pero al menos, me esfuerzo por hacerlo.
Sus gemidos se transforman en lo más profundo de mi mente en otra voz, al igual que cuando miro a sus ojos no puedo evitar desear que sean unos color avellana. No quiero hacerlo, pero sin que lo sepa, ya le estoy haciendo daño, ya estoy fallando a mi palabra.
"Lo siento".

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora