88. Que te lo pases bien con mi ex

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Héctor:

Ya ni me paro a pensar lo que es o no es normal, porque evidentemente que cada vez que tomo la decisión de alejarme, aparezca, no lo es.
Sin querer presto demasiado atención a su bañador rojo y mi mente me recuerda que mi novia está justo detrás, sí, esa a la que le comuniqué mi intención de alejarme de todo para centrarme en ella.
—Vamos a tener que hacer un contrato de qué día vamos a salir. Quizá así evitemos cruzarnos —sonríe incómoda.
—Estoy seguro que podríamos dividirnos el mundo en dos, y una guerra nuclear repentina haría que acabásemos viviendo en la misma ciudad.
—Y en el mismo edificio.
—Y probablemente en la única dos plantas con dos habitaciones —no puedo evitar sonreír.
—Y con un baño común.
Abril hace una pequeña mueca que casi acaba en sonrisa y yo evito continuar la broma que se ha alargado demasiado. Al menos, no es un momento incómodo en el que hacemos como si no existiéramos. Simplemente somos compañeros de trabajo. Ni ex, ni vecinos ni absolutamente nada más.
Sara aparece a mis espaldas y me tenso. Es increíble la capacidad que tiene Abril para que olvide todo en un segundo. Aquel día también lo consiguió, y por ello la odié durante demasiados años.
Abril pone su típica cara de incomodidad enmascarada con alegría fingida cuando Sara se pone a mi lado y la saluda.
—¿Estás sola? —le pregunta Sara.
—Sí... ¡No! No estoy sola —tartamudea.
Evito inmiscuirme en la conversación, por lo que barro la zona en busca de cierto pecoso que no consigo encontrar, cosa que me hace preguntarme si quizá han discutido o si lo han dejado. Cuando una vocecita en mi cabeza se alegra de este último pensamiento, me reprendo mentalmente.
—Nosotros íbamos a jugar a las cartas. ¿Te apuntas?
¿Por qué no puedo tener una novia celosa normal y común? No, al parecer su plan de diversión es pasar tiempo con mi ex. Estupendo.
Abril al menos, intenta hacer una evasiva que aunque no sirve de mucho, ya que Sara es probablemente la persona más persuasiva que conozco, y finalmente se aleja a su toalla para recoger sus cosas. Aprovecho para hablar con Sara.
—¿Qué parte no he explicado bien? ¿La de que quiero que salga de mi vida? ¿ o la de que que NO quiero verme inmiscuido en más líos de críos?
Sara me distrae brevemente cuando echa su pelo hacia atrás para escurrirlo y su bañador azul marino le marca cada curva de forma provocativa, aunque me doy cuenta que trato de buscar lunares que no voy a encontrar en su cuerpo.
—Lo siento, no hablo "condescendiente". ¿Puedes repetirlo? —dice con media sonrisa burlona.
Hago una pequeña mueca y trato de serenarme.
—Disculpa. A lo que quería referirme, es que no comprendo que la hayas invitado con nosotros. Es mi ex, se supone que es incómodo y que para ti debería serlo el doble.
Sara me mira de soslayo y se da la vuelta con una pequeña carcajada que me hace seguirla con cierta curiosidad. No entiendo a esta chica y creo que estoy a años luz de entenderla.
—No eres de mi propiedad, y si decides dejarme por ella, no sirven de nada mis celos. Ser tóxica o posesiva no es un seguro para tener a quien quieres, de hecho, probablemente te cargues la relación.
Vale, sí. Probablemente algún día tenga que darle alguna clase de premio a la coherencia, quizá a mí desnudo con un lacito es premio suficiente, pero eso no quita para que haya tomado una decisión en contra de la mía propia.
Me giro para verificar que Abril aún no ha vuelto y retomo la conversación cuando llegamos a nuestras toallas. Sara se seca y se pone de nuevo la ropa de playa, una manía que algún día comprenderé a qué viene.
Me quedo de pie mientras prepara las cartas y las baraja.
—¿Sí?
—¿Cómo que "sí"? Estoy cabreado, Sara.
Esta vez parecer tomarme en serio, así que pone las cartas encima de su bolso de tela y hace una pequeña mueca.
—Me he sincerado contigo. Te he dicho que estar cerca de Abril es sinónimo de problemas y aún así, por alguna extraña razón, decides que mi opinión no vale de una mierda.
Me mira directamente a los ojos y mueve los hombros hacia atrás ligeramente, cosa que hace a menudo cuando intenta relajarse.
—Lo siento mucho, tienes tazón, pero... Héctor, no creo que te hayas sincerado conmigo.
Alzo las manos frustrados y busco los anillos para relajarme, pero al al darme cuenta de que me los quité para la playa, mi enfado aumenta unas milésimas más.
—¿Me puedes decir en qué coño no he sido sincero?
—Héctor, relájate.
—No, Sara. No me voy a relajar. Me parece de puta madre que seas jodidamente madura, pero no a costa de no respetar mis decisiones.
Sus labios se entreabren ligeramente y esta vez se levanta de la toalla y se acerca a mí con el ceño fruncido.
—Alguien no te da problemas si no sientes nada por ese alguien. El problema está en que finges que te alejas por mí cuando te alejas por ti. No me gusta que me usen de excusa.
Me quedo sin habla mientras sus palabras pesan sobre mis hombros con todo el peso de la verdad. No me gusta cómo se está encaminando esto y necesito unos minutos a solas, por lo que cojo mi camiseta y me la pongo ante la mirada atenta de Sara.
—Si de verdad no te importa, demuéstramelo y no huyas como de costumbre.
La miro unos segundos y no puedo evitar que me salga esa sonrisa que tanto odia condescendiente, aunque en el fondo una pequeña voz me grite que no puedo volver a ser esa clase de persona. Aún así, lo hago.
—Que te lo pases bien con mi ex.
Me marcho.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora