Esta vez he conseguido reducir la maleta de forma considerable. Llevo tres vestidos. El que llevo esta noche, uno para la cena de finalistas y otro para la final, que es el verde que me hizo Bea el año pasado.
Sigo rebuscando en la maleta y sobresale un trozo de papel colorido. Lo agarro y lo miro con indecisión. Miro la puerta y vuelvo a mirar el regalo de navidad de Héctor. Lo compré casi sin pensarlo, simplemente lo vi y lo pagué antes de ser consciente. Es un detalle pequeño sin importancia.
Cuando hemos salido esta mañana, ni siquiera nos hemos felicitado la navidad.
Me pongo el vestido de punto azul marino junto a unas medias con lunares negros y unos botines. Suelto mi pelo castaño y recojo dos pequeños mechones para que se me vea un poco más el rostro pese a que lo siga teniendo suelto. Me miro una vez más en el espejo pensando en si ponerme un labial o no, y al final decido poner cacao. Quiero verme natural. Finalmente, cojo el abrigo y meto el regalo de Héctor en el bolso.
La puerta de mi habitación suena y aliso rápidamente mi ropa antes de abrir.
Héctor viste un blazer negro junto a una camiseta burdeos de cuello bajo y unos vaqueros grises. Completa el look con sus joyas, su cabello un poco revuelto y sus botas negras.
Sus ojos recorren la forma de mi jersey y carraspeo levemente incómoda. Quizá debería haberme puesto los labios rojos o arreglarme un poco más.
—¿Muy simple? —señalo mi vestido—. No quiero llamar la atención, pero tampoco pasar desapercibida. ¿Debería cambiarme? —muerdo mi labio nerviosa.
Al lado de Héctor cualquiera pasaría desapercibido. Es tan magnético y atractivo que por mucho que quiera intentarlo, jamás podré superarlo.
Su mirada vuelve a bajar para subir lentamente por mis medias. Sus ojos vuelven a estar fijos en los míos.
—Es imposible que no llames la atención, princesa.
Ambos parecemos sorprendidos. Que vuelva a llamarme de esa forma, hace que el corazón me de un vuelco y la nostalgia pase a un primer plano.
—¿Te molesta? —pregunta preocupado.
—¡No! Me... me gusta —aparto la mirada.
—Yo echo de menos que me llames "capullo" —me sonríe de medio lado.
—¿Quieres que te insulte? Es algo que se me da fenomenal.
—Será mi regalo de navidad —me guiña un ojo.
Respiro hondo y meto en la mano en mi bolso. Localizo el paquete, pero me detengo sin saber si es lo correcto. Finalmente, lo dejo de nuevo en el fondo.
—Vamos que todavía llegamos tarde, capullo —le guiño el ojo.
La carcajada de Héctor resuena a mis espaldas mientras lucho por tranquilizar mis nervios.
El sitio en cuestión, no está demasiado lejos. En ocho minutos estamos en el parking del ayuntamiento.
Salimos hacia la casa de la cultura, el edificio que queda justo en frente, y sin darme cuenta, me agarro al brazo de Héctor.
El edificio de cristal está decorado con pequeñas luces navideñas que lo bañan de dorado, y ma gente no para de aglomerarse en la entrada. Esto es algo serio y no era consciente hasta que no lo vi.
—¿No estás nervioso?
—Es imposible que no seamos finalistas.
—Me encantaría tener tu autoestima —tirito a causa de los nervios.
—¿Mi autoestima? Te equivocas —se para frente a mí y me mira son sus ojos verdes—. No es porque crea en mí, sino porque creo en ti —pone las manos en mis hombros.
Sonrío avergonzada y vuelve a tenderme el brazo para caminar hacia la entrada. Los concursantes, accedemos por otra puerta situada en el lateral y al entrar, diviso a mi profesor contra una pared, hablando con otros hombres. Cuando me ve, les hace un leve gesto y se acerca a mí con aire despreocupado.
—Señorita Méndez, señor... —mira a Héctor con duda.
—Héctor. Héctor Lagos —le tiende la mano.
—Felicidades a ambos —se quita las gafas y las limpia tras saludar a Héctor.
—Aún no han dado los resultados —intento no parecer tan nerviosa como me siento por dentro.
—Permíteme un consejo: ganar no es el fin. Eres semifinalista de uno de los concursos más importantes a nivel nacional. Eso debería ser suficiente orgullo.
Alguien lo llama a sus espaldas y nos deja con un asentimiento de cabeza.
Héctor me sonríe de medio lado como un "ya te lo dije" y yo refunfuño antes de continuar por la galería, mirando algunas de las estatuas mientras busco la sala que pone en el panfleto. Distingo enseguida a los semifinalistas. Todos tienen un folio como yo en la mano y la mayoría van con sus respectivos acompañantes menos un par que están solos. Cada uno en una punta distinta. Algunas chicas van demasiado arregladas mientras otros van demasiado desaliñados. Siento alivio al ver como a mejorado mi concepto de la moda gracias a Bea, porque hace un año, habría venido o demasiado llamativa o como si fuese al super. Sin término medio.
Las puertas rojas con seguros se abren y un señor vestido de traje nos invita a pasar de forma ordenada.
Héctor une su mano con la mía unos segundos y me manda fuerza antes de entrar.
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Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Romansa2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...