114. No hagas que te deje

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Hace 6 meses...

Su mano agarra la mía, pero apenas soy consciente de su tacto. Sé que me habla de algo referente a la universidad, sin embargo no consigo seguirle el ritmo
Mi cabeza recrea una y otra vez la conversación con Andrea hasta que la cabeza comienza a dolerme y se me forma un nudo en la garganta que me impide hablar.
Me sorprende que la mera idea de pensar que no me engañó duela tanto, porque eso significaría que no fue un simple error, sino que no quería estar a mi lado. Ya no fui yo quién lo dejó tras aquello, sino que él quería dejarme desde un principio y si eso fue así, nadie podría asegurarme que esta vez todo sea distinto. Me mintió y sigue mintiéndome a día de hoy.
—Princesa, ¿estás bien? —pregunta preocupado.
—¿Podemos subirnos? —señalo la noria. Esa misma que tiene tatuada.
Un espacio cerrado. Solo necesito un sitio en el que no pueda huir de mis preguntas.
Noto como su mano se tensa y se detiene en mitad del camino. Mira la estructura con aire sombrío y su mano emite un ligero movimiento que identifico como nervios. ¿Cuántos secretos más tendrá? ¿Cuántas veces me habrá mentido en todo este tiempo?
—¿No prefieres algodón de azúcar? —me sonríe.
—Quiero montarme en la noria.
Hace una pequeña mueca y con indecisión tira de mí hacia la zona de los tickets. Los compra con semblante serio y se queda en silencio hasta que es nuestro turno. Tengo que darle un breve toque para que ande hacia la cabina. Héctor mira continuamente por la ventana y evita mirarme.
—Que recuerdos ¿cierto?
Asiente levemente.
—Creo recordar... ¿ese día no tuviste que irte corriendo?
Cada músculo de su cuerpo se tensa y su mirada sigue fija en el cristal. Yo juego con el lateral de mis dedos e intento mantener el tono jovial en todo momento. Vuelve a asentir.
—¿Fuiste con Andrea?
Su ceño se frunce y me mira por fin, con gesto enfadado y los brazos cruzados.
—¿Qué? Ya lo he superado —miento—. Solo quería saber si aquello fue también por ella —le sonrío.
—¿Me estás diciendo que quieres saber los detalles de mi aventura con Andrea?
—Es simple curiosidad. Ya que hemos dejado el pasado atrás, pensé que podríamos hablar esto con normalidad —me encojo de hombros.
—Sí, me fui con ella —evita mi mirada de nuevo.
Una mentira. Otra más.
Siento que una punzada en el pecho me atraviesa.
Llegamos a la parte de arriba y esta se detiene, dejándonos con vistas directas al mar. Aquí se suponía que era cuando debía decirle todo lo que siento, pero ya no sé si esto es real u otro capricho suyo. No pienso arriesgarme a volver a sufrir por él. Quiero respuestas.
—¿Era buena en la cama?
—¿Pero qué cojones? No pienso responderte a eso.
—Oh, ¿eso es que era mejor que yo?
—¡Abril! ¿Me puedes decir qué coño te pasa?
—Solo quiero saber si soy mejor que ella en la cama.
—Sí, lo eres. ¿Contenta?
—Lo estaría si te dignases a contarme la puta verdad.
La rueda vuelva a girar a la vez que la mirada de Héctor se queda congelada en la mía. Siento que el corazón me va a estallar en cualquier momento y los dedos me duelen porque los estoy rasgando con las uñas
No emite ningún sonido, así que rompo el silencio por los dos.
—Me has hecho creer durante cinco años que no era lo suficiente.
—Abril, yo...
—Has dejado que crea que no valgo la pena. Que ni siquiera merecía una explicación.
La atracción se detiene y salgo a toda prisa ante las protestas de la gente, a quienes empujo sin compasión mientras me alejo a toda velocidad hacia el paseo marítimo, en busca de un taxi que me lleve a casa. La voz de Héctor me sigue de cerca e intento acelerar el paso, pero él es más rápido y se interpone en mi camino. Mi mano impacta contra su cara y retrocede sorprendido. Dejo que las lágrimas por fin aparezcan e intenten borrar todo el dolor que siento ahora mismo.
—¡Es el pasado! Te dije que fui un imbécil. Lo importante es que te quiero —dice de forma atropellada
—¡¿Que me quieres?! ¡Fingiste serme infiel porque no tenías los cojones de dejarme! ¡¿Sabes cuántas veces me he mirado al espejo y me he odiado por no ser ella?!
La gente nos mira sin disimulo y a mí me da igual ser el centro de atención. No puedo más
Héctor se intenta acercar a mí y reculo sin pensarlo. No. Esta vez no va a ser tan sencillo.
—¿Por qué te fuiste aquel día? —exijo saber.
—Abril... No- no puedo.
—¿Por qué fingiste ponerme los cuernos? —me acerco un paso.
—No podía estar contigo —aparta la mirada.
—¿Por qué?
—Joder, por favor, Abril...
—¿Por qué tienes la maldita noria tatuada?
Silencio.
—Responde.
Más silencio.
—Héctor, ¿por qué coño tienes la puta noria tatuada? —clavo mis ojos en los suyos a la vez que mi dedo impacta contra él.
Más silencio.
—¡Responde de una maldita vez!
—¡Porque quise recordar el día que os perdí a las dos!
Su chillido me hiela a la sangre mientras su pecho sube y baja de forma violenta, ocasionando que un nudo en el pecho me impida apenas respirar.
Una mujer se nos acerca y le indico con un gesto que todo está bien, pero nos mira con recelo antes de marcharse.
Héctor la mira con ojos arrepentidos y vuelve a posar sus ojos en mí, aunque esta vez los tiene enrojecidos.
—¿Perder? ¡Fuiste tú quien lo provocó! —digo enfadada—. ¿Quién es la otra?
Intenta hablar, pero las palabras no salen de su boca.
—Héctor, te lo voy a repetir una sola vez. O me respondes, o se ha terminado. Para siempre.
Sus ojos se abren levemente y sus manos caen rendidas en sus costados.
Siento como si el alma se cayese a mis pies. Al final la bola de nieve es lo que fue. Los copos han dejado de caer y se encuentra en el suelo, inertes y con la imagen congelada. Acumulando polvo en una estantería llena de recuerdos destinados al olvido.
Un par de lágrimas resbalan por mis mejillas y asiento sorbiendo mi nariz.
—No me dejes —me susurra.
—No hagas que te deje —cierro los ojos con fuerza.
—No puedo, Abril. No puedo decirlo. Yo... lo siento.
—Yo también.
Las lágrimas empañan mi rostro por completo. Miro una vez más sus ojos verdes y paso por su lado sin mirar atrás, esperando que en algún momento me llame y me cuente todo aquello que nos aleja, pero no sucede.
Me monto en el taxi y lloro. Lloro hasta agotar mis lágrimas.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora