137. Desconocidos

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Si algo me ha enseñado estos últimos años, es que de una forma u otra, todo llega a su debido tiempo. No vale la pena regodearse en las derrotas porque quizá ese tropiezo sea el impulso de algo mucho mejor.
Por ello, cuando cuelgo la llamada, no puedo evitar gritar de emoción junto a Bea mientras hacemos aspavientos en mi habitación.
—¡Tía, que te ha llamado un productor! —me abraza fuerte contra su pecho.
—¡Mantengamos la calma! —trato de serenarme—. Eso no significa que me quiera —doy vueltas en círculos.
La llamada ha sido toda una sorpresa puesto que han pasado siete meses desde el concurso. El verano ha llegado de nuevo.
Por lo visto, uno de los jurados fue quien nos votó, y pidió mi contacto de cara a un futuro proyecto relacionado con un perfume que saldrá a finales de año al mercado, por lo que me ha pedido una entrevista. ¡Vale, sí! ¡Es para peder la calma!
—¡Me ha llamado un jodido productor! —chillo orgullosa y Bea me vuelve a abrazar.
Cuando consigo calmarme, Bea me insiste en que llame a Héctor, pero los nervios hacen que me haga la remolona.
Se tumba a mi lado, con su vestido naranja a rayas, y pone cara pícara.
—¿A estas alturas vergüenza?
—¡No lo veo desde Abril!
—¡Pero habláis todos los findes!
—¡Deja que me prepare psicológicamente! —hundo la cara en la almohada.
En estos siete meses, tan solo habíamos quedado una vez por mes, pero en Abril, debido a toda la cantidad de trabajos atrasados que tuvo por culpa de lo sucedido tras el viaje en caravana, lo ha tenido imposible. Además, el trabajo solo le deja libre los findes de semana que aprovecha para estudiar, ya que si no, perderá un año de universidad.
En estos meses, he aprendido a vivir sin centrar mi vida en él. Los miedos e inseguridades se han esfumado y ya no vivo pendiente de que me llame, aunque eso no significa de que me muera de la emoción cada vez que lo hace. Simplemente, he aceptado que pasará lo que tenga que pasar, y que lo importante, es haber superado el sentimiento de no ser lo suficiente para nadie. La sinceridad hace que veas todo con perspectiva.
Marco su número y tras unos cuantos toques, salta el contestador, por lo que le mando un audio de whatsapp mientras evito reír con los comentarios de Bea de fondo tales como "si os lo montáis quiero detalles".
En teoría, hemos quedado el siguiente sábado para tomar un café, por lo que le escribo la dirección y la hora exactas.
Tengo muchísimas ganas de verlo.

Reconozco, que me he cambiado más de cinco veces y ya no sé si es por dar una buena impresión a David, el productor, o a Héctor. Al final, me decanto por unos pantalones vaqueros negros largos, para dar un aire más profesional, junto a unas sandalias de tacón beige a juego con una blusa de cuello en v del que cae un lazo informal.
Finalmente, me pongo un poco de colorete y los labios en un tono neutral. Repaso de nuevo el semirecogido de mi pelo, para despejar un poco la zona de las mejillas y salgo.
La habitación de Miriam, mi nueva compañera de planta, está abierta por lo que me asomo para saludarla antes de marcharme.
La habitación que antes pertenecía a Héctor ahora es muy diferente. Las paredes celestes con cuadros de nubes colgados le dan un aire adorable que pega mucho con ella.
A veces, echo de menos despertarme y saber que él estará al otro lado del pasillo, pero sé que tomó la decisión de abandonar la habitación como una ayuda a sí mismo. Forma parte de soltar el pasado, y pagar hipoteca más esto no tendría sentido.
Bajo a toda prisa por las escaleras y cuando paso por la segunda planta, no puedo evitar mirar la habitación de Carlos y sentir una pizca de culpabilidad. Nunca lo arreglamos y cuando nos cruzamos por los pasillos, finge que no existo y ni tan siquiera me mira. No le culpo, pero me duele verlo tan distinto. Su mirada se ha vuelto mucho más dura.
Casi al llegar al coche, recibo una videollamada de Pili que no dudo en coger. Los ojos se me abren como platos cuando la veo con un sari rosa a juego con sus uñas.
—¿Pero dónde estás ahora? —no puedo evitar sonreír.
—¡En Agra, rubia! —sí, aunque hace casi un año que sea morena, mi mote persiste.
—¿No estabas el martes en Irlanda?
—¿Qué quieres que te diga? Me das una pipa de estas y me vuelvo loca —toma una calada y le da la risa tonta.
—¿Te estás drogando? —alzo una ceja acusatoria.
—Un poco de maría, no me va a matar —me guiña un ojo.
Niego con la cabeza como si fuese una madre decepcionada y le arranco una carcajada limpia que hace que me ría yo también. Me alegra verla feliz.
—Rubia, te llamaba para desearte suerte.
—¡Gracias! Me pone un poco nerviosa hablar con David, pero...
—Me refería al yogurcín —mueve las cejas de forma insinuante.
—Creo que es el peor mote que le has puesto hasta la fecha.
—Tengo otros, pero creo que no te van a gustar demasiado.
Tan solo con su mirada intuyo que va a decir una barbaridad, por lo que la corto rápidamente y le digo que yogurcín es apropiado.
—¡Rubia! Te tengo que dejar. ¡Que tengas mucho sexo! Digo... ¡Suerte!
—¡Pili! —no puedo evitar reír.
Colgamos la llamada y me llevo el móvil al pecho. La echo de menos.
No tardo mucho en llegar a la cafetería de la dirección, situada en la azotea de un hotel con vistas al mar.
Espero unos minutos hasta que un hombre de unos cuarenta años, con el cabello largo castaño peinado hacia atrás, una leve barba canosa y vestido con una camisa hawaiana junto a unas bermudas azules, se acerca a mí con gesto sonriente. Tardo en reconocerlo debido a las vestimentas. Me levanto rápidamente y estrecho su mano.
—Abril, un placer conocerte en persona —se sienta frente a mí.
—El placer es mío. Reconozco que su llamada fue toda una sorpresa —aparto un mechón de mi cara avergonzada.
—Lo que fue toda una sorpresa es tu presentación. Me alegro que no hayáis ganado, eso me permite teneros para mí solito —me guiña un ojo bromeando.
Esperamos a Héctor quien no tarda mucho más en llegar. Cuando se acerca a nosotros, vestido con unos pantalones vaqueros junto a una camiseta burdeos con el cuello escotado, tengo que reprimir la sonrisa de idiota que está a punto de salirme.
Le da un apretón de manos a David y deposita un beso en mi mejilla que hace que me ruborice.
—Estás muy guapa, princesa —susurra en mi oído.
No pierdo detalle de cómo acaricia mi mejilla de forma sutil al alejarse.
Muerdo mi labio inferior para tener un mínimo de profesionalidad, pero en mi interior, soy un caos de mariposas que quieren salir de mi estómago.
En la primera hora, nos hace preguntas sobre lo que estudiamos, qué planes de futuro tenemos y sobre todo, nos pide si tenemos más material para enseñarle, por lo que yo, entre otras cosas, le enseño la cuenta de Bea y otros trabajos realizados en clase, y Héctor le muestra diversas fotografías y vídeos que ha tomado. Parece encantado.
Tras tomar el café y unos pedazos de tarta, nos volvemos a centrar en el concurso y en el verdadero motivo de la llamada.
—¿Qué os pareció la ganadora? —se echa hacia atrás para ponerse cómodo.
—Si puedo ser sincera... Fue un robo. Ni de lejos merecía ganar —no intento ocultar lo que pienso.
—Éramos los claros ganadores —termina Héctor.
—¿Eso no es prepotencia? —nos sonríe David.
—Eso es saber cuando hago bien un trabajo, y nuestro trabajo, era el mejor —sentencio.
David nos mira en silencio y da una palmada que nos sobresalta.
—¡Eso es! Joder, no hay nada que odie más que la falsa modestia —acerca su torso a sus rodillas para hablarnos desde más cerca—. Vamos a lanzar en diciembre el anuncio de un nuevo perfume. Queremos algo novedoso, que atrape y juvenil. Me encantaría que estuvieseis en mi equipo, y estoy dispuesto a que sean como prácticas, así os sirve para la universidad, y por supuesto; pagadas —nos sonríe.
—Define pagadas —duda Héctor.
—De septiembre a enero. Media jornada, mil euros —Héctor va a replicar cuando David lo interrumpe. Al mes.
Abro los ojos como platos, al igual que Héctor. No es que sea una buena oferta, es que ya de por sí, casi ninguna empresa te paga por prácticas y mucho menos esa cantidad. Pagarían la mitad o menos de la mitad.
—¿Os subís al barco de MediaxVideo? —nos mira a ambos con media sonrisa.
Héctor me echa una breve mirada y asiento. Ambos damos el visto bueno a la vez y David hace un gesto de victoria. Nos dice que preparará los contratos, la información sobre el anuncio y llamará a ambas facultades para negociar las prácticas.
Al poco rato, nos despedimos, puesto que tiene otra cita en la otra punta de la ciudad.
Héctor y yo por fin nos quedamos a solas.
—¿No es una locura?
—Es una jodida locura, princesa —me abraza y me alza unos centímetros por encima del suelo—. Te dije que eras la mejor —besa mi coronilla.
—Sin ti hubiese sido imposible.
Una vez de vuelta al suelo intento preguntarle si le apetece hacer algo, pero mira preocupado la hora. Parece impaciente.
—Lo siento, tengo que irme.
—Oh vaya... Claro, ya nos veremos —intento sonreír.
—Tengo una cita a la que no me puedo retrasar. Ya te llamaré.
Reprimo el nudo de mi estómago mientras veo como se aleja a paso apresurado. No es de mi incumbencia. Prometimos ser amigos y eso somos, si quiere conocer a alguien...
Con un sabor agridulce en la boca, vuelvo a la residencia y le escribo a Bea para que se pase por mi habitación al salir de trabajar. No voy a negar que la idea de que conozca a otra persona me entristece, aunque eso sea parte de nuestro trato. Sin ataduras, amigos y lo que surja.
Paso el resto de la tarde en pijama y veo series que me distraigan cuando por fin suena la puerta. Necesito abrazar a mi mejor amiga.
Abro y las palabras se atascan en mi garganta. Me coge la mano y me la estrecha con energía.
—Hola, muy buenas. Soy el nuevo vecino de la primera planta. Vengo a presentarme a todos mis vecinos, soy Héctor, encantado —besa la palma de mi mano.
—Pero... la cita....
—Tenía una cita muy importante con la empresa de mudanzas.
Una sonrisa se adueña de mi rostro mientras mi corazón comienza a latir desenfrenado, sin ser capaz de asimilar sus palabras.
—¿Vecino? ¿Eso quiere decir que...
—Eso quiere decir que soy un desconocido que se ha enamorado a primera vista de su vecina del quinto. Y que... en efecto, mi corazón late con diez latidos más de diferencia.
Lo atraigo hacia mí y lo beso. Nuestras manos se cogen y nuestras pulseras se rozan al igual que nuestros labios. El hilo rojo del destino.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora