Héctor:
Actualidad.
—Me cae mal tu amiga.
Isa me mira de reojo mientras no pierde detalle de cómo Bea habla con Nerea y Mario de forma amistosa mientras preparan cócteles. Recuerdo a la Bea de hace años y sería incapaz de ser lo lanzada que está siendo, teniendo en cuenta que ya no tiene a Luis como escudo protector. Estoy orgulloso de ella.
—Te cae mal todo el mundo. Yo el primero —me encojo de hombros.
Isa como de costumbre, no se ha unido al resto del grupo. Viste con sus vaqueros y camiseta lisa. La verdad es que ni entiendo por qué ha decidido quedarse, pero para ser que tiene algo que ver con Mario, porque no para de mirarlo de una forma distinta al resto aún cuando está disfrazado como nosotros, haciendo el ridículo.
—No me cae mal todo el mundo. No me caes mal —refunfuña.
—Pues no lo parece.
Espero nervioso a que Abril aparezca en cualquier momento, pero parece que aún no se decide. Tampoco la culparía de no hacerlo, no puedo ni imaginar lo que debe estar pasando.
Isa vuelve a mirarme, pero esta vez se gira completamente hacia mí. Perfecto, tendremos que socializar entonces.
—Te estoy alagando y te comportas como un idiota.
—Perdona, es lo que tiene que tus actos y tus palabras no concuerden.
Isa va a replicar cuando Luis se acerca sigiloso y se coloca al lado de ella.
—Discúlpalo. Es famoso por tener el tacto con las mujeres de un cactus.
Pongo los ojos en blanco y decido ignorarlo por mi bien, pero por desgracia, no existe una opción para desactivar los oídos.
—Va de machito, pero en el fondo es una nenaza como todos —bromea.
—Recuérdame que no te invite jamás a mi casa —le sonrío con desdén.
—Un poco de razón sí que tiene. Vas con falda —reprime la risa.
—¡Todos vamos con falda! —me quejo.
—Pero a ti te queda el triple de ridículo. Pareces muy masculino para esto.
—Gracias al resto por lo que nos toca —ríe Luis.
—Premio al chiste homófobo del día.
—¡No quería decir eso!
La discusión sigue, pero yo desconecto cuando veo a Abril entrar en la sala. Mira incómoda la sala en penumbra a la vez que intenta tirar de su falda hacia abajo lo máximo posible. Su camisa en vez de estar con el vientre al descubierto, está bajada y de no ser porque Bea quitó algunos botones de forma estratégica, estoy seguro de que se hubiese tapado el escote. Cada vez que pienso que está así por culpa de ese hijo de puta, me entran ganas de salir a buscarlo.
Abril me busca con la mirada y cuando intento acercarme a ella, Luis me pone una mano en el hombro.
—Tiene que hacerlo ella.
No discuto nada porque sé que tiene razón. Además, me vuelve a recordar que ya no soy su pareja, cosa que me hace poner una sonrisa tensa para no mandarlo a la mierda. No hace falta que me lo recuerden, lo tengo demasiado claro.
Al ver que no avanzo, me regala una sonrisa tímida y se acerca a Bea quién la recibe con un estrepitoso chillido y la coge entre sus brazos.
—Estamos haciendo mojitos de sabores, aunque no me fío demasiado de sus recetas —ríe Nerea señalado a Mario.
—¡Ey! Te dije que esta es la receta legendaria de un colega. Está buenísimo.
—Le has echado miel y pimienta. Déjame dudarlo un poco —arruga Bea la nariz.
—Mujeres de poca fe...
Abril los mira fingiendo una bonita sonrisa, pero todo su cuerpo está tenso. También asumo que le dará miedo el hecho de beber, por si pierde el control en algún momento.
—Estas pilladísimo de ella —susurra Isa en mi oído.
Luis suelta una pequeña risita que hace que mi mal humor aumente por momento. Abril siempre va a significar algo en mi vida, por ello precisamente le dije que me gustaría ser su amigo, pero eso no significa que esté enamorado. No puedo estarlo, porque si no, le haría a Sara todo aquello que nunca quise hacer.
—Y tú estás enamorada de Mario y por ello odias a toda fémina que se le acerque —se la devuelvo.
Sus mejillas se tiñen rápidamente de rojo y Luis pone una mano en su hombro antes de que explote y diga en voz alta algo de lo que se pueda arrepentir.
—Yo sigo enamorado de la que te cae mal, así que, tranquila, los tres somos un poquito patéticos y eso está bien —le sonríe de forma dulce.
Quiero decirles que yo no pertenezco a su ridículo grupo cuando Abril se encamina hacia nosotros.
—¿Podemos hablar? —me mira directamente a mí.
Con un gesto le indico que me siga hacia la cocina. Entramos y comienza a andar de un lado para otro sin decir nada. La música comienza a sonar fuera y ella se altera aún más.
—Ey, princesa —intento cogerla, pero se aparta bruscamente y me mira con el rostro descompuesto.
—No puedo. ¿Beber? ¿Música? Quiero vomitar —comienza a hiperventilar.
Me acerco a ella y la sujeto por los hombros a la vez que le recuerdo las pautas para volver a tranquilizarse. Sigue el paso a paso mientras intento que lo comprenda.
—Abril, estamos en un entorno controlado. No hay desconocidos y no vamos a salir de aquí. Está cerrado con llave. No va a pasar nada —acaricio sus hombros.
—Pero y si...
—Y si nada. Lo peor que puede pasar es que cojas un ciego increíble y lo peor, que me vomites encima —bromeo.
Abril parece tranquilizarse y me ofrece esa sonrisa que hace que mi pecho se ensanche de alegría.
—Si te vomito encima es bajo tu responsabilidad —ríe.
—Correré el riesgo. Así me das excusa para quitarme esta ridícula falda.
Vuelve a sonreírme y me sorprende cuando se abraza a mí. La estrecho entre mis brazos una vez más. Esto se siente como lo correcto.
ESTÁS LEYENDO
Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Romance2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...