85. ¿Tu idea romántica era esto?

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Hace 6 meses...

Nunca me he planteado los pasos que una pareja debe seguir, quizá porque nunca me había imaginado de nuevo con alguien, por lo que mi única prioridad era yo. Eso me gustaba. Ahora, con Héctor haciéndome preguntas sobre cómo voy a enfocar mi carrera después de la universidad, no sé cual es la respuesta adecuada.
Antes era muy sencillo. Acabaría el último año de la universidad, después buscaría un máster en otro país para engordar mi currículum y quizá, hacer un doctorado en marketing en un nuevo país diferente, a no ser que con el master consiguiese un puesto de trabajo en alguna empresa de interés. Ahora, aunque Héctor me pregunta mientras conduce con auténtica curiosidad, pienso en lo que supondría cambiarme de país para una relación. Creo que sería imposible, sobre todo si hay demasiada diferencia horaria
—No lo he pensado.
—Oh, vamos. ¿Te recuerdo que te conozco como si te hubiese parido?
—Eres repugnante —pongo los ojos en blanco.
—Y sexy —me guiña el ojos.
Me giro con una sonrisa hacia la ventana y para ganar algo de tiempo, le hago la misma pregunta. Me sorprende cuando no tarda nada en contestar.
—Antes quería ir a Los Ángeles o Nueva York para continuar mis estudios, pero si esto funciona, me gustaría saber tus opciones para intentar buscar algo que o bien me deje en la misma ciudad que tú, o en caso de no interesarme, escoger una ciudad cuyo cambio horario me permita tener una relación contigo —dice de forma natural.
Parpadeo varias veces sorprendida y miro su perfil sereno. Busco algo que me haga pensar que miente y jamás haría eso por mí, pero por más que me esfuerzo, no lo consigo.
—¿En serio te vendrías conmigo?
Héctor desvía la vista de la carretera unos segundos y me mira como si me hubiesen salido varias cabezas y escupiese fuego.
—¿Te extraña?
—Un poco. No te voy a mentir.
Héctor me sonríe de medio lado y coloca una de sus manos en mi muslo y lo acaricia con una ternura que hace que me recorra un escalofrío de pies a cabeza. Me encanta cuando me acaricia sin necesidad de significar algo más. Simplemente le apetece tocarme.
—Antes de que fuese un gilipollas, teníamos planes de futuro y sigo manteniendo mi palabra —me aprieta un poco para transmitirme su seguridad.
—Debes pensar en tu futuro, no colgarte de una relación que ya fracasó una vez.
Siento en seguida la dureza de mis palabras y reflexiono sobre por qué hago esto sin llegar a ninguna conclusión.
Me pierdo unos segundos en el movimiento de sus dedos sobre mis muslos y lo miro por el reflejo de la ventana. Su chaqueta vaquera oscura tiene el cuello ligeramente levantado y los anillos de su mano reflejan pequeños destellos por el salpicadero del coche.
—No he dicho que vaya a sacrificar mi carrera por ti, solo amoldarla. No es lo mismo.
—¿Y si tu sueño es estudiar en Nueva York y el mío en Australia? Hay quince horas de diferencia —me cruzo de brazos.
—Princesa, te hiciste un esguince huyendo de una cucaracha. Dudo que te mudes a un país con arañas como tu mano de grande —suelta una pequeña carcajada.
—Primero, ME ocasionaste un esguince —lo señalo con un dedo.
—Minucias —hace un gesto con la mano.
—Y segundo —alzo la voz para captar su atención—, estás evadiendo mi pregunta.
—Te he contestado al principio —voy a interrumpirlo cuando me hace un gesto con la mano—. Te guste o no, en el caso que tú quisieras, buscaríamos algo. No te pido que renuncies a tus sueños, pero deja que con los míos haga lo que quiera. Mi sueño es hacer que esto funcione.
Muerdo mi labio inferior y aparto el rostro con los ojos humedecidos. Una pequeña risa sale de sus labios y coge mi mano entre las suyas.
—Eres adorable cuando te emocionas.
—Y a mí me gustabas más cuando eras un capullo —intento apartar la mano en vano.
—Puede seguir siendo un capullo y emocionarte. Es un don que tengo —me guiña el ojo.
¿Sería capaz de renunciar a mis planes para mudarme a la ciudad que él escogiese? No lo sé. Una parte de mí, la que me quiere por encima de él, me dice que no lo haría, pero otra me dice que me montaría en ese avión sin pensármelo dos veces. O soy la Abril que lucha por si futuro o soy la chica enamorada que apostaría por una relación. Las dos cosas no pueden funcionar juntas.
Tras unos minutos más, aparca en frente de una hamburguesería que conozco demasiado bien.
—¿Tu idea romántica era esto? Quería un restaurante cinco estrellas —bromeo.
—¡No seas frívola! ¿Nuevos comienzos? Pues necesitamos nuevas primeras citas, así que repitamos la primera —me ofrece la mano.
Miro aquel local que tantas risas me ha proporcionado y pienso en ello. Quizá revivir una primera cita es lo que me hace falta para saber qué decisión tomaría.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora